Capítulo 20

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Vi. Mi pena, mi dolor, mi lastima.

Simplemente la vi. Incluso con los ojos.

Mi escape no fue tan buen plan.

Lo podría ignorar siempre y cuando me ignore a mi mismo. Pero ahora que no me podía ignorar, no podía ocultar mis ganas de una vida mas linda para más personas. Sentí, recién ahí, que mi lastima, mi pena, mi dolor, porque no pasase eso, estaban en mi. No se habían escapado, y si lo habían hecho habían vuelto para quedarse.

Me tire al suelo, conté de diez a cero, intentando una especie de meditación que me haga ver mas.

Comprendí luego que mi error era justamente esos sentimientos.

Dolor, pena, lastima.

Eran casi casi sinónimo de silencio. De quietud.

El mundo se caía a pedazos, el dinero y el poder para conseguir más dinero, ni siquiera ocultaba su maldad.

Y yo sintiendo silencio.

Y tanta gente sintiendo silencio.

Pude entender que se debería sentir bronca. Que en este caso seria sinónimo de actividad. De lucha.

Sintiendo la bronca porque te peguen, o le peguen a tus amigos, a tus seres mas queridos. Bronca porque les peguen indefensos. Porque quienes les pegan con escopetas y fusiles llaman además, a los desarmados, violentos. Porque sintiendo bronca uno aprende a defenderse.

No así, sintiendo lastima.

Repaso los diálogos en mi cabeza y recuerdo cuando Nadia me pidió que profundice mi capitulo sobre Dios.

No debería hacerlo ya que no tendría su respuesta, esta vez casi seguramente, pero puedo utilizar el espacio en este otro libro.

Creo que Nadia se refería a no hablar de Dios, sino de Amor. Era sabido de antemano que ninguno de los dos creía en Dios. La diferencia era que yo tampoco creía en el Amor.

Conté otra vez de diez a cero, cerrando mis ojos, abriéndolos hacia adentro.

Tuve una visión donde estaba yo en mi vieja escuela. La maestra decía "blanco" y los demás contestábamos "negro"; la maestra decía "cielo" y nosotros contestábamos "tierra"; la maestra decía "amor" y nosotros contestábamos "odio"; salvo Nadia, que decía "desinterés".

Abrí los ojos y apreté los parpados dejándome solo un poco de visión.

Recordé alguna de mis relaciones con chicas a quienes había amado. Como me enojaba cuando no era correspondido. O la rabia que sentía cuando una quería terminar una relación que para mí apenas estaba comenzando. Me enojaba, las molestaba, les hacia la vida difícil, buscaba verlas llorar de dolor por lo que me estaban haciendo. Las odiaba. Y en realidad, ahora lo veía, las amaba. De ninguna manera podrían ser opuestos el "odio" y el "amor".

Y en cambio, cuando lograba olvidarme de ellas, reinaba el desinterés. Recuerdo que después de un tiempo una quiso volver a intentarlo, y yo mismo le dije que no.

A quien alguna vez ame, y luego odie, solo la olvide cuando sentí desinterés.

Y ahí llegue a ese Dios, representado en Argentina por el catolicismo. Entendí que no era tanta la contradicción que la iglesia tenía al hablar de alguien pobre teniendo ellos una sede bañada en oro.

No era tanta siquiera la contradicción que tenían al hablar de amor al prójimo mientras sus representantes torturaban gente. Tampoco lo era el hecho de que Jesús usaba palabras más parecidas a las de Nadia que a las del Papa.

Me pareció extremadamente contradictorio que Jesús dijese "ama a tu prójimo como a ti mismo" y su iglesia, desde la pena, la lastima, el silencio, o incluso la caridad, pide por favor, políticamente, que lo ignore.

Que les des unas monedas a los pobres y el cielo será tuyo. Que los cuides, que les hables, que les enseñes a leer y a escribir. Que los hagas sonreír muchas veces. Pero que nunca veas y mucho menos nunca les expliques que la pobreza y el capitalismo van de la mano.

Me puse de pie, luego de esa experiencia que rozaba lo sobrenatural, y di un grito.

Cuando mi garganta no dio más, me eche a reír.

Ahora estaba mas despierto.

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