Prólogo

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Dios miró fijamente a alguna parte. En sus ojos se reflejó una llama inmensa, de un color rojo vivo.
-Luzbel- murmuró el creador de la tierra al mismo tiempo que un hombre salió de la llama.
-No vuelvas a llamarme así nunca más. Mi nombre es Lucifer.-La cara de Lucifer estaba cubierta de heridas, trozos de piel que no llegaban a estar completamente arrancados, como si quienquiera que le hubiese hecho aquello no le hubiera dado tiempo a arrancárselos del todo, quemaduras espantosas, arañazos...
-Sé que nunca tuve que...-Lucifer le interrumpió bruscamente.
-¡Para! Lo que hiciste ya no tiene vuelta atrás. Tu decidiste esto para mi, me lo arrebataste todo, me mandaste al infierno para castigar a todas aquellas almas que cometieron pecados inolvidables, pero sobre todo, me castigaste a mi, así que al fin y al cabo, no somos tan diferente.-Esto último lo acompañó con unas carcajadas que mas bien parecían una tos seca.
-Hijo, escúchame-estuvo a punto de interrumpirle cuando Dios alzó más la voz-no te he llamado para hablar sobre lo ocurrido hace millones de años. He venido para que me ayudes con un par de asuntos-acabó en voz baja, como si se avergonzara de lo que acababa de decir.
Lucifer empezó a reírse
-La cosas se pone interesante.-le lanzó una sonrisa malvada- El señor todo poderoso recurriendo al más travieso de sus hijos. ¿Es que tus angelitos ya no te son de gran ayuda?-cada vez que tomaba una pausa sus carcajadas eran más fuertes.-Bueno, cuentame las maravillosas ideas que se te pasan por la cabeza.
A continuación, el silencio reinó la cueva, iluminada por las llamas. Pasó un minuto, tal vez dos. Dios comenzó a hablar:
-Bueno, como ya sabes, los humanos están destruyendo el planeta, y no podemos permitir esto. Si acabarán destruyéndolo, ¿que pasaría con nosotros? Pero eso no es lo que más me preocupa. Lo mas importante es el universo. Si la Tierra se destruyese, los ángeles y yo caeríamos. Sería el caos. Y ya sabes, un puñado de ángeles sueltos por el universo...-ahora fue el señor de las Tinieblas quien alzó la voz antes.
-Permíteme corregirte,- en su cara apareció una media sonrisa burlona-si los ángeles, cayesen, mis demonios atravesarían las puertas del infierno para llegar hasta ellos y disfrutar viéndoles sufrir poco a poco hasta acabar con todos, y respecto a ti-dijo señalando a Dios- no te matarían, eso es demasiado bueno para usted padre.
En la cueva, lo único que se escuchaba era el eco de las últimas palabras que Lucifer había pronunciado, aparte del constante repiqueteo de unas cuantas gotas de agua cayendo a un pequeño charco. Una gota,clack. Otra. Dios retomó la conversación:
-Necesito tu ayuda, por favor-por el tono de voz, cualquiera hubiera deducido que de su boca salían palabras verdaderas.
-Pensándolo bien, creo que tengo la solución-hizo una pausa,después añadió-pero ya no tendré mucho trabajo.
Su padre se estremeció. Un millón de preguntas sobrevolaron su cabeza.¿Como iban a deshacerse de los humanos sin que tuvieran que pasar por el infierno?
-Buena idea, ¿a que sí?-preguntó Lucifer, irrumpiendo sus pensamientos.
-¿Y que piensas hacer?-esquivó la pregunta de Lucifer-No podemos hacer esto, matar a todos los humanos...-otra interrupción más.
-¿Quien ha dicho que matemos a todos? Tranquilo. Si aceptas mi trato solo morirán más de la mitad. Sólo esa cantidad.
-Y bien,¿cómo lo piensas hacer?-Seguía dudando, ¿sería capaz de aceptar el trato?
-Estas muy equivocado. Yo te doy la solución, pero tú serás quien lo haga, ese es el trato. Hace bastante tiempo, en el infierno, creamos un virus. En principio lo creamos para mataros a vosotros, pero algo salió mal, y decidimos guardarlo.
-¿Pero si algo falla, podría ir a más y mataría a todos?-estaba muy nervioso.
-Tranquilo, eso es imposible. No a todos les funciona igual. Algunos de ellos son inmunes. Dime, ¿aceptas?
Dios dudó unos instantes. Ya había tomado una decisión.
-Acepto. ¿Y como lo soltamos...bueno, como lo soltaría?- se acordó de lo que Lucifer le había dicho minutos antes.
El señor del Infierno metió una mano en las llamas. Por un momento a Dios le pareció ver a algunos demonios deambulando dentro de ellas y escuchó algunos gritos.
Lucifer saco la mano de las llamas y se la miró,estaba llena de ascuas. Unos segundos después, esta, volvió a la normalidad.
-Toma.
Lucifer estiró la mano, y Dios la miró. En ella, había un pequeño reloj de arena.
-¿Es este el virus?-volvió la vista al reloj de arena, incrédulo.
-Lo es.-Dios cogió el reloj-Cuando estés listo, rompelo.
Lucifer se dió la vuelta y desapareció en la llamas riéndose a carcajadas. Pasaron unos segundos y las llamas desaparecieron, dejando en tinieblas la cueva.
El creador de la Tierra dudó un momento. Crack. Unos cristales cayeron de su mano,acompañados con pequeños granos de arena. Después,nada volvió a ser como antes.

Dust in the windDonde viven las historias. Descúbrelo ahora