Capítulo 12

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Aún el sol no había salido, apenas era de madrugada y yo aún no me había dormido.

Daniel descansaba en mi pecho, se durmió nada más hacerle el amor, calló rendido en mis brazos y yo a pesar del agotamiento no había sido capaz de conciliar el sueño.

Me había quedado despierto observándolo, mientras acariciaba su cabello y le robaba pequeños besos.

No sé si era un miedo irracional el que sentía. Ayer conseguí reunir todo el valor que tenía, presentándome en casa del moreno para reclamarlo, en todos los sentidos de la palabra. Salí corriendo del plató repitiéndome una y otra vez que debía hacerlo, que era la única manera de demostrarle mis sentimientos. No sé si fue la mejor opción que podía haber elegido, pero ¿cómo podría arrepentirme ahora?, lo tenía en mis brazos y eso era lo único que importaba, disfrutaría del breve momento que tendríamos antes de que él despertara.

Cerré los ojos y al abrirlos miré el techo, no entraba luz por la ventana, y la oscuridad apenas me dejaba percibir ningún objeto. Pero esta oscuridad era agradable, una señal de que aún tenía tiempo. Giré mi rostro a mi izquierda, donde descansaba Daniel. Observé su rostro tranquilo, su pelo alborotado me hacía cosquillas, suavemente se lo peiné pudiendo así verle mejor, sus cejas pobladas fueron delineadas por mis dedos, sus pestañas largas y oscuras me dieron ganas de tironear de ellas, pero me contuve para no despertarlo. Mis dedos recorrieron su recta nariz hasta llegar a sus labios, finos, rosados.

Su mandíbula cuadrada y perfilada tenía una pequeña rojez, alcé un poco la cabeza y vislumbré un pequeño chupetón en el hueco entre su oreja y su mandíbula. Sonreí satisfecho creyéndome un poderoso Dios que observa con orgullo su creación.

El moreno se removió y respiró fuertemente produciendo un gracioso ronquido. Llevé mi mano a mi boca para callar la risotada que estaba a punto de soltar. Volvió a removerse y el miedo me inundó. Que no despierte por favor, que no despierte, deseé.

Por suerte mis plegarias fueron escuchadas, Daniel no se despertó y al contrario de lo que pensé me abrazó con fuerza, acurrucándose más sobre mi pecho, su pierna se alzó y la colocó sobre mi bajo vientre, como si de un koala se tratara.

-Frío...-balbuceó.

Nuestros cuerpos seguían desnudos, así que tiré de la manta para cubrirnos a los dos y llevé mis manos a su cintura abrazándolo con fuerza, mientras respiraba el dulce olor que desprendía su cabello.

Su respiración se tranquilizó y calló profundamente dormido de nuevo. Suspiré, pensando que esta sería la forma en la que desearía despertar cada mañana.

Me sentí tan a gusto que poco a poco mis ojos pesaron, cerrándose, hasta quedarme dormido.

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La sensación de tranquilidad que inundaba mi cuerpo fue ligeramente interrumpida. Aunque estaba despierto, mis ojos aún seguían cerrados. La luz del día golpeaba mi rostro, obligándome a mantenerlos en esa posición. Pero no era esa la causa de mi despertar, me sentía observado. Mi rostro ya no era golpeado por la luz, como si alguien se hubiera interpuesto entre ella y yo.

Sentí un toque en mi nariz, pero aún así permanecí con los ojos cerrados, haciéndome el dormido, quería ver hasta dónde iba a llegar esto, saber qué es lo que iba a hacer el moreno.

Segundos después ese mismo toque lo sentí en mi mejilla izquierda, y luego en mi barbilla. Mis labios lo sintieron también, pero esta vez el toque permaneció por más tiempo. Queriendo burlarme de él como cuando éramos niños, saqué mi lengua lamiéndole el dedo. Noté como su cuerpo que se encontraba cerca del mío se tenso, pero en ningún momento retiró el dedo.

El día en que te des cuentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora