Capítulo 19

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Me quedé parado viendo como se alejaba en aquel coche. Mi vista permanecía fija en el camino a pesar de haber cruzado hace varios minutos la salida.

El escozor que sentí en las palmas de mis manos me despertó de mi ensoñación, mis uñas se habían clavado lo suficientemente profundo como para hacerme unas pequeñas heridas. La rabia y la confusión recorrían mi cuerpo. Como un niño, sentía que me estaban obligando a compartir algo, el cual no quería ceder. Era reacio a ver al rubio en brazos de otro hombre, sonase egoísta o no, me daba igual, hacía tiempo que mi raciocinio me abandonó. Ahora mismo mis estúpidas dudas y miedos quedaban en segundo plano, mi prioridad en estos momentos era alejar a aquel tipo de Tom.

Todo lo que rodeaba mi vida me frustraba, nunca había tenido la necesidad de ser sobre protector con mi mejor amigo y estos arranques de celos me parecían absurdos.

Mientras me ofuscaba mirando el cielo con mis manos colocadas en mi nuca, otras rodearon mi cintura, la cabeza de esa persona se apoyó en mi espalda. El sonido de un suspiro rompió el silencio y una pequeña risa resonó, haciendo vibrar mi cuerpo.

-¿Vamos a comer juntos?- las delicadas y pálidas manos que me abrazaban afianzaron más su agarre.

-No tengo hambre Bonnie- no quise sonar grosero con ella, pero no pude evitar que mi voz saliera amarga.

-Uhmm, pero yo si tengo mucha hambre- por el tono de su voz, podía jurar que había hecho un adorable puchero, aunque no lo hubiera visto.

-Lo siento pequeña, pero no me apetece- despacio retiré sus manos de mi cintura, deprisa ella se posicionó delante de mí, su nariz ligeramente fruncida.

-¿Por qué?, últimamente estas muy raro...- su cabeza calló -¿Ha pasado algo?- noté como sus manos que se encontraban a sus costados se hacían puños alrededor de la tela de su falda.

-Tengo muchas cosas en la cabeza- dije cortante.

Sus ojos se aguaron y me sentí mal por ella, estaba pagando mis frustraciones con la pelirroja, cosa que no debería hacer. Pero no pude evitar sentir molestia en vez de compasión al ver su rostro.

-¿Qué cosas?- alzó una ceja - ¿Es por las grabaciones?, ¿Le pasó algo a tu madre?, ¿Acaso es... -deje de escuchar su retahíla de preguntas, volviéndose un eco lejano en mi cabeza, e intenté no prestarle atención. Mi enfado aumentaba a medida que su interrogatorio se volvía más insistente. Apreté los dientes, mi respiración se tornó agitada mientras mis fosas nasales se agrandaron y el aire era expulsado por mi nariz. Cada palabra que salía de su boca golpeaba fuertemente mi cabeza, retumbando incansablemente. Las heridas de las palmas de mis manos se hicieron más grandes, había vuelto a cerrarlas formando puños, clavándome de nuevo las uñas en el proceso. Cerré los ojos intentando tranquilizarme, pero fue cosa inútil, arrugué mi frente en un intento de contenerme, hasta que me fue inevitable gritarle.

-¡Cállate!- la miré con furia, logrando que terminase de formular su insoportable discurso -¡No tiene nada que ver con todas las estupideces que estás soltando!- Bonnie retrocedió un par de pasos alejándose de mí, sus ojos se cristalizaron, conteniendo las lágrimas que estaban por salir.

-Pe... pero Daniel... - su voz tembló. Di un largo suspiro y miré el cielo, cerré los ojos quedándome en esa misma posición, el sol golpeaba mi cara, disfruté del silencio que se había formado, escuchando únicamente los sonidos que producían los pájaros con sus cantos.

Tome una bocanada de aire y relajé mis hombros dejándolos caer –Bonnie cállate por favor- pedí como una súplica, más que como una exigencia –ahora no estoy para escuchar tu voz y mucho menos tus berrinches- la miré, notando su confusión, sus manos juguetearon con la tela de su falda con nerviosismo, temerosa por mis palabras.

El día en que te des cuentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora