Epílogo

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Miro por la ventana, cayado en mano. Es invierno, cómo no. La capucha de mi sudadera cubre mi pelo blanco, despeinado; y mis ojos, fríos como el hielo. Mantengo la vista en el exterior. La nieve cae lentamente, los pequeños copos de nieve se amontonan en el marco del ventanal.

Tengo un intenso dolor en el pecho desde aquel fatídico día, desde que vi por ultima vez su mirada, su brillo en los ojos. Es un dolor que no necesita reposo, ni tiene medicina... Soy inmortal y este es el único dolor que me acusa, hacía tanto tiempo que no lo sentía... Una sensación horrible e indescriptible, como si se me hubiera roto algo por dentro, algo vital para vivir.

Y es que me di cuenta demasiado tarde de que la quería como a nadie. Esa indomable pelirroja era única en el mundo y la he perdido por culpa del Coco. No he vuelto a ser el mismo. Su sonrisa iluminaba mi mundo. Siento que tengo que contarte tantas cosas, Mérida, pero no sé donde estás ni si me escuchas.Pienso en todos los ratos que me han quedado por pasar con ella, en todo lo que le podía haber enseñado. Ella quería ver mundo y ahora esta en otro más lejano. Sigo divirtiendo a los niños y eso me recuerda a ella, como si estuviese a mi lado, riendo, jugando conmigo pero ahora desde mi corazón. Aún conservo aquella flecha con la que agujereó mi sudadera. Demasiado tarde. Todo lo que observó se convierte en un recuerdo suyo. Cuando miro la luna veo a Mérida sonriendo, la Luna para mí se ha vuelto aguamarina como sus ojos. Mas, en el fondo de mi corazón clamo venganza por su muerte...

«Mérida...Sé que tardaré un poco en llegar, pero luego volveremos a hacer la guerra de bolas de nieve. Sé que aunque no estés justo a mi lado, no estás tan lejos. Mérida, espérame, allá donde estés.»

Te echo de menos



  Esta es mi primera historia. Agradezco todos los comentarios, animan a seguir escribiendo ;)

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