Como un golpe al estómago
Montreal, mediados de abril
Llovía y yo apretaba los dientes. Llovía y mis rodillas protestaban. Llovía y el sudor, mezclado con la lluvia, trazaba surcos helados a un lado y al otro de mi nariz. A menos que fueran mis lágrimas...
Poco importaba; yo pedaleaba. Lleno de baches y de montículos después del invierno, el camino desfilaba bajo las ruedas de mi bicicleta. Una primera salida, triste y fría como la temporada que se anunciaba.
Para mí, la primavera no tenía el sabor del renacimiento. Llevaba más bien la máscara con la mueca de la muer... ¡No! No, me negaba absolutamente a formular algo así. Hasta en pensamientos. Como si eso hubiera podido cambiar algo de la realidad.
Y la realidad se resumía en algunas palabras: mi amiga se había convertido en una "chica de hierro". La expresión no es mía, la leí en una novela. Y no designa a Juana de Arco en su armadura, sino a una chica que tiene algo de alambre: la delgadez. Pero no la flexibilidad. Pues una chica de hierro es inflexible. Es sostenida por una voluntad de hierro.
Una chica de hierro es una anoréxica.
Anoréxica como lo es Véronique.
El veredicto cayó hace un rato. El juez que lo pronunció: Jacqueline Tremblay. La acusada... o la víctima: Véronique. El testigo: una balanza. La prueba: los dos kilos que mi amiga perdió en el curso de las últimas dos semanas.
Anorexia. Un veredicto que no admite negociación. Que, honestamente, no tomó a nadie por sorpresa. Hace mucho tiempo ya que todo el entorno de Vero sospechaba. Yo incluida. Aunque, como sus padres, como mis padres, no me lo confesaba. La anorexia puede atacar a todo el mundo. Pero no a nuestra hija, no a la mejor amiga de nuestra hija. ¡No a nuestra mejor amiga!
La señora Poitras-Dumas me llamó un rato antes, llorando, para darme la terrible noticia. Cuando corté, el mundo acababa de desplomarse. El mío. Busqué a mi alrededor alguien de quién agarrarme. Estaba sola. Algo, entonces. Mi mirada recayó en la bicicleta. Acababa de traerla del taller, donde había pasado su control de primavera. Estaba ahí, apoyada contra la pared del corredor. Aún no me había cambiado. Me subí. ¿Ataque de locura? Gracia del destino, más bien.
-¡Gabrielle! ¡Gab... ah, sos Gabrielle! Viéndote así, ya no estaba del todo seguro.
Francis. Francis, también en bicicleta, llegó hasta mí. Sin aliento, con el pelo empapado por la lluvia, la nariz roja de frío. Pero magnífico. Como siempre. Mientras yo lucía lo que Véronique llama "look ciclo-delirante primaveral": guantes de esquí de fondo con los dedos cortados, un casco adornado con un graffiti, una campera rota en la espalda y arreglada con un pedazo de cinta adhesiva negra, medias gruesas de lana puestas encima de los zapatos.
Pero, la verdad, no me importaba nada mi aspecto. Francis ídem, aparentemente.
-¡No se puede creer! ¡Cómo pedaleás cuando pedaleás! -continúo, sonriendo.
Y al verlo andar así a mi lado, surgido de ninguna parte sino de mi más ansiado deseo, me puse a llorar. ¡Pero a llorar de verdad!
Con los ojos empañados de lágrimas, la respiración cortada por el sollozo, tendría que haberme detenido. Aceleré. Oí el insulto de Francis, que acababa de disminuir la velocidad para socorrer a la señorita desamparada que aparentaba ser. Pero se recuperó rápido y, enseguida, lo sentí tras mi huella. Luego me pasó, intimándome a seguirlo.
No pude, tanto como no quise, resistirme a él.
Pronto llegamos a su casa. Bueno, a la casa de sus padres. Una casa inmensa y magnífica, plantada en el lado "bueno" del monte Royal. Francis preparó una especie de grog (bebida elaborada a base de ron u otro licor, agua caliente y limón) para calentarnos. No sé qué le puso exactamente, pero sentí que la bola helada que me apretaba la garganta de derretía. Liberando torrentes de miedo, de tristeza, de rabia impotente. De palabras.

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Véronique
Teen FictionGabrielle y Véronique son casi como hermanas. Tienen quince años y se conocen profundamente. Sin embargo algo comienza a cambiar entre ellas. Mientras Gabrielle se enamora por primera vez, Véronique se vuelve posesiva y envidiosa. Está obsesionada c...