Capítulo 3

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-¿Qué van a tomar?

Su largo momento de silencio que, sin haberse saludado siquiera, había mutado en la evitativa observación de la carta llegó a su fin.

Ambos se miraron. Atsushi quiso encogerse en su sillón, fundirse con él o directamente salir corriendo despavorido a esconderse muy lejos. En su casita, seguramente. Los negros ojos de Akutagawa le fulminaban, como si quisiera que se muriese allí mismo, ante sus narices. El mutismo del mafioso continuó, mientras la camarera tamborileaba con el bolígrafo contra su libreta, mirándolos impaciente y expectante. Pronto perdería la paciencia. Nakajima tardó casi un incómodo minuto en darse cuenta de que Ryunosuke le estaba cediendo el turno, dejándole pedir a él primero.

-Esto... un café con nata. -Improvisó, pidiendo lo primero que sus ojos vieron en la carta.

-Que sean dos. -Masculló Akutagawa.

-Entendido. Enseguida se lo traigo.

-Gracias... -En vez de agradecer como él, el moreno se limitó a gruñir algo por lo bajo-. Hemos pedido lo mismo... -Constató.

-¿Y qué?

-No sabía que te gustase la nata.

-Por saber, no sabes nada de mí. -Le ladró. Inmediatamente después, el mafioso cruzó los brazos sobre su pecho. Vio que Atsushi se había encogido un poco más en su asiento y pensó que quizá lo había asustado siendo tan borde. El pobre sólo trataba de hacer la situación menos incómoda de lo que ya era. Suspiró y en vez de disculparse, cosa que no haría ni muerto, quiso contribuir a eso de entablar una conversación cordial con uno de sus mayores enemigos. Absurdo a todas luces, sí, pero tampoco es que tuvieran otra opción-. No sabía que te gustase el café.

-Siempre me resulta muy amargo pero... me agrada.

-¿Por qué? ¿Por qué te gusta lo amargo?

-No lo sé. Simplemente es agradable. La verdad, el café me recuerda un poco a ti. -Al darse cuenta de que sus palabras manifestaron en voz alta sus más ocultos sentimientos, el rostro de Atsushi se tiñó de rojo. Por inercia también lo hizo del de Ryunosuke, no habiendo esperado ni en este ni en ningún universo paralelo tal comentario. Muy sonrojado, más de lo que nunca lo había estado en su vida, el albino trató de cambiar de tema-. ¿Y a ti por qué te gusta la nata?

-Me gustan las cosas dulces, aunque la nata a veces se me hace empalagosa. -Silencio. Sin que los tonos de sus rostros recuperasen la blancura del mármol que habitualmente portaban, Akutagawa retiró la mirada-. Es un poco como tú. Siempre me acaba molestando.

-No pienso tomar eso como un cumplido.

-No lo era, simplemente decía lo que pienso.

-Pues tú eres tan amargo como el café.

-¿Me estás llamando amargado?

-Y tú a mí empalagoso y molesto.

Blanco y negro, como si en una antigua película de cine mudo se hallasen, enfrentaron sus miradas. Parecía que trataban de matarse, a pesar de que las inocentes palabras les habían hecho sonrojarse.

-Debí haberte dejado morir en Moby Dick. -Murmuró el moreno.

-¿Por qué no lo hiciste? -Cuestionó el albino, repentinamente serio-. ¿Por qué me salvaste la vida?

Akutagawa calló, pensativo. ¿La verdad? Ni él lo sabía. Debía haberle dejado morir, de eso estaba seguro. Es más, esa posibilidad había estado contenida en el milimetrado plan de Dazai. Pero no pudo, así de sencillo, no pudo. Quería creer que eso se debía a sus ganas de matar a Atsushi con sus propias manos, esas que iban disminuyendo cada día. Y una vez más, la imposibilidad de atacarle le golpeaba en la cara. No era por falta de poder, por ese tópico tendrían una reñida contienda que los dejaría a ambos con heridas graves. No. Es que no quería. A pesar de que siguiese sin admitirlo, no quería ver a Nakajima morir. La sola idea le daba miedo. El odio que le tenía desde la primera vez que lo vio había cambiado de extremo a extremo en un segundo de los miles que había contenido la batalla contra el Gremio. No había podido evitarlo y realmente tampoco lo había deseado.

Para cuando recibieron sus cafés, el tigre ya había dado la respuesta por perdida. Ante su bebida suspiró, al mismo tiempo que tomaba una cucharada de nata. El dulzor que invadió su paladar le recordó las palabras de Ryunosuke. ¿Acaso le había dicho que le consideraba dulce? Levantó la mirada y vio a Akutagawa en un estado similar al suyo, con la cuchara en la boca y nata en la comisura del labio. Y tomarla con un beso le pareció la opción idónea para cometer el más bello suicido. Quizá estaba pasando más tiempo del que debiera con Dazai.

-Creo que nos parecemos. -Comentó inconscientemente, como si quisiera firmar su sentencia de muerte.

-¿Perdona?

-Si hubiese sido al revés creo... creo que yo tampoco hubiera sido capaz de dejarte morir.

-Es diferente.

-¿Por qué?

-Porque tú eres un idiota empático que salvaría a cualquiera. Que tú no me hubieses dejado morir no indica nada.

-Pero yo te odiaba. Y no soy ningún filántropo ni ningún santo, he llegado a desear tu muerte.

-¿Qué te hice para eso?

-¿Qué te hice yo también? Me odiaste desde la primera vez que me viste y nunca he sabido por qué.

-Porque tenías toda la atención de Dazai-san. Creí que ya habíamos hablado de esto.

-Y lo hemos hecho pero quiero aclarar cosas. -Los peculiares ojos amarillos y violetas de Atsushi expresaban solemnidad-. Quizá al final podamos llevarnos bien.

-Ese es el plan de Dazai-san.

-Pero no lo digo por eso. Escucha, para Dazai-san no somos más que peones. No creo que haya más de dos o tres personas a las que no vea como piezas de su tablero de ajedrez. No le interesamos.

-¿Y entonces? ¿Por qué quieres que nos llevemos bien?

-No lo sé. Es la misma razón por la que salvaste mi vida. -El albino sonrió, dulcificando su mirada y sus rasgos. Esa adorable expresión causó que Akutagawa se estremeciese. La luz se hizo en él, en su mente, viendo sus sentimientos con la maravillosa claridad de las aguas del mar en una playa de aguas vírgenes-. Al fin y al cabo, pegamos bien. Somos como café con nata.

Café con nata [AkuAtsu] (Bungou Stray Dogs fanfic yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora