"Somos como café con nata", que verdad tan impertinente, impepinable e irrefutable. Aunque, ¿quería Ryunosuke refutar esa afirmación? Pues no, muchas ganas no tenía. Esa sonrisa de Atsushi era la más bella que había visto en su vida. Esa sonrisa le había hecho admitir que realmente eran como café con nata, una mezcla perfecta. La nata endulza al café y este matiza el empalagoso sabor de su compañera de fatigas. Así no se necesita de azúcar ni terceros de ningún tipo, ni se precisa de la leche para diluir el sabor del café. Ambos se muestran en toda su intensidad, complementándose de la manera más perfecta posible. Exactamente como ellos dos hacían al trabajar juntos.
-Quizá sí. -Admitió-. Quizá seamos como café con nata.
Akutagawa sonrió, quizá por primera vez en toda su vida. El rostro de Nakajima se tiñó de rojo al notar como las comisuras de los labios del mafioso se elevaban, iluminando un rostro que siempre estuvo lleno de las sombras del pasado y del bajo mundo. Y sintió algo cálido, se sintió feliz por la aceptación de su tímido y desvergonzado símil.
El resto de la tarde transcurrió como ellos nunca esperaron, con conversaciones fluidas llenas de inseguras sonrisas. Se dedicaron a hablar de todo, a preguntarse y conocerse ante uno, dos y hasta tres cafés con nata. ¿Por qué? Seguramente ambos sacarían un diez si la respuesta les fuese a dar la máxima calificación en un examen, pues conocían tan bien la contestación como si la hubiesen estudiado durante días. Por desgracia, como este no era el caso se negaban a admitirla.
Sólo volvió a haber un único conflicto. Juntos y rojos por el despistado choque de sus manos al caminar, que se manifestaba como un incidente reiterado, se acercaron a la barra. Pidieron la cuenta y, ante el precio, ambos buscaron en sus respectivas carteras el dinero suficiente como para invitar al otro.
-Pago yo. -Declaró Atsushi, buscando en su monedero.
-¿Qué? Claro que no. Invito yo.
-Me niego.
-Y yo a que te cobren a ti.
-Que pago yo, he dicho. -El albino puso su dinero sobre la barra.
-Que te invito, maldito hombre tigre. -Y también el soberbio mafioso imitó su acto.
-Cóbrame a mí.
-Que no. Cóbreme a mí.
Aunque su guerra de miradas era lo más intimidante, fueron sus gritos los que atrajeron las miradas molestas del resto de clientes de la cafetería. La camarera tras la barra -que era la misma que les había atendido horas atrás- suspiró cansada. La muchacha tosió, ya harta de ese par conflictivo, atrayendo la atención de ambos.
-¿Y si pagan a medias? -Les sugirió u ordenó casi con un gruñido.
Avergonzados por el escándalo que estaban montando, Nakajima y Akutagawa se limitaron a pagar cada uno su parte y a salir del local como perritos apaleados, con las orejas gachas y el rabo entre las piernas. Se sentían ridículos. No era por el espectáculo que habían preparado de cara al público, sino por lo que le habían demostrado al contrario con un intento fallido de invitación.
-Realmente somos parecidos.
-¿Y crees que eso es bueno?
Caminaban sin rumbo alguno, sin saber a dónde iban y sin mirarse, simplemente rozando de cuando en cuando sus manos.
-Es curioso, siempre pensé que éramos como la noche y el día, como...
-¿El café y la nata?
-Exactamente. -Atsushi rió, buscando osadamente los ojos contrarios. Ryunosuke correspondió su mirada serio, sí, pero también más suave de lo que solía mostrarse-. Me gusta, ¿y a ti?
-Supongo que no me desagrada.
-Dime, Akutagawa -con las manos temblorosas tras la espalda en una calle no muy transitada, el albino se adelantó a él un par de pasos. Se colocó frente a él y le brindó otra de sus radiantes sonrisas-, ¿ahora mismo me matarías?
-Ahora mismo te besaría.
El tigre se quedó de piedra cuando el que era uno de los asesinos más peligrosos de la mafia se lanzó hacia él. Akutagawa tomó al más joven por los hombros con una mano y elevó su mentón con la otra, sujetándolo. Besó sus labios de improviso, con dulce brusquedad. Ese beso era como el mafioso en sí mismo, intenso y frágil de forma simultánea. Superficial e inexperto, torpe como si fuera el primero. Y sus labios contaban con una inusitada suavidad.
Nakajima necesitó unos segundos para recuperarse del shock. Cuando lo hizo, no encontró una mejor opción que cerrar los ojos y corresponderle. Su beso se intensificó, saboreando los regustos a café y nata que quedaban en sus bocas. Y, pese a la impericia de ambos, lo disfrutaron. Quizá ellos eran muchas excepciones que confirmaban muchas reglas, en especial esa de que el primer beso siempre es un fracaso.
-La próxima vez que quedemos -masculló Ryunosuke-, déjame invitarte.
-Entonces la siguiente a esa será mi turno.
***
-¿Era esto lo que te proponías, Osamu? -Le preguntó Kunikida, entrelazados sus dedos con los del suicida.
Desde la acera contraria, detective y ex mafioso contemplaban ese beso entre los dos chicos. Dazai esbozaba una sonrisa satisfecha.
-Quizá sí.
-Eres un tipo retorcido.
-Puede, pero me quieres así.
Resignado, Doppo negó con la cabeza antes de inclinarse y salvar los centímetros que los separaban. Al besarle lo pensó. Vaya suerte más mala tenía, enamorarse de un suicida... sólo esperaba que al dúo de café y nata les fuera mejor en su futura relación.
Nota de la autora: Y, supuestamente, esto iba a quedar así, como el relato de una cita llena de dulzura. Pero, ¿qué pasó después? Algo así me preguntó mi beta al decirme que quería más, una segunda parte. Y como yo quería escribir más de esta achuchable OTP, pues cumplí su deseo. La semana que viene, más o menos a esta hora, encontraréis en mi perfil Chocolate con leche, la continuación del fic. También será una historia corta de cuatro capítulos y actualización semanal con mucha, mucha azúcar y arcoíris y demás pasteladas. Si os ha gustado Café con nata, ¡no os olvidéis de pasaros!
Muchas gracias por leer, comentar y seguir la historia, espero que os haya gustado. Nos vemos la semana que viene en Chocolate con leche.
Ekaterina Kurae
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Café con nata [AkuAtsu] (Bungou Stray Dogs fanfic yaoi)
Fanfiction¿Cómo pudieron caer en aquella vil trampa de Dazai? Pues fácil, porque era Dazai quien los manipulaba. Una cafetería, una cita a ciegas, una tarde y unos cuantos cafés con nata bastaron para que los sentimientos que no querían admitir se volviesen i...