Akutagawa Ryunosuke.
Asesino, mafioso, terrorista, descontrolado, rabioso. Si pensaba en él, Atsushi no era capaz de describirlo sin hacer uso de esos, no muy favorables, adjetivos. Quizá ya no lo odiaba como antes ya que, al fin y al cabo, si seguía vivo, era precisamente culpa suya, pero eso no eliminaba todo lo anterior. Posiblemente, ni que se volviese un misionero lo haría. Además, también debía admitir que el moreno le daba cierto miedo. No era por su poder, sino por su falta de autocontrol, porque no era capaz de entender esas ansias de matar que siempre parecían dominarle. Aquellas ganas eran casi suicidas, le impulsaban a destruirse sólo por el estúpido objetivo de finalizar la vida de alguien. Nakajima no era capaz de entenderlo, sencillamente no podía. No por nada consideraba que lo mejor de vivir es el propio hecho de estar vivo, aunque por razones similares nunca pudo ni podría entender a Dazai. De la misma forma que no podía ni quería comprender por qué le daba más miedo que Akutagawa se dañase a sí mismo que a un transeúnte anónimo.
-Dazai-san -ignorando por completo, y quizá de forma no intencionada, a Atsushi y Doppo, Ryunosuke se dirigió al hombre que tanto admiraba-, ¿para qué me ha llamado?
-Ven, ven -radiante, Osamu no variaba ni un ápice su divertida expresión-, siéntate aquí. -Le indicó, señalando el asiento frente al albino.
El mafioso no le vio hasta que no se sentó. Había estado demasiado centrado en el suicida, en sus palabras y actos, como para que le importase nada más. Sin embargo, al ver al tigre su rostro, ya de por sí pálido, se volvió tan blanco como la leche.
-¡¿El hombre tigre?! -Exclamó alterado-. ¡¿Qué demonios haces aquí?!
-Yo podría decir lo mismo. Dazai-san, ¿qué significa esto?
-Esto es una cita. Seguro que alguna habéis tenido, ¿no? -El suicida tomó sus caras de estupefacción como la clara respuesta que eran-. Qué triste es vuestra vida, y ni siquiera habéis pensado en el suicidio. -Suspiró resignado-. Cómo sea, ¡Bienvenidos a vuestra primera cita! Y no, no podéis ni largaros ni mataros.
-¡¿Por qué?! -gritaron al unísono.
-Porque, Atsushi-kun, si te marchas o lo atacas le daré absolutamente todo el contenido de tu cartera a Kyouka y Ranpo-san para que se lo fundan en golosinas. Y en cuanto a ti, Akutagawa-kun, le comentaré a Chuuya dónde estabas en vez de en el trabajo.
-Dazai-san, esto es chantaje. -Protestó Nakajima.
-Es verdad que es un método sucio pero funciona. Para una vez que Dazai hace algo bien... -Concedió de forma ambigua Kunikida, defendiendo a ambos y a ninguno al mismo tiempo y frotándose las sienes con los dedos.
-No olvidemos que fui un ejecutivo de la Port Mafia, me puedo permitir una o dos tácticas desleales
-¿Cómo las que usaste ayer por la noche?
-¿Y lo que disfrutaste? ¿Y lo poco que durmieron los vecinos?
-Maldito desperdicio de vendajes...
-D-Dazai-san... me lo esperaba de ti pero no de Kunikida-san...
-Calla, mocoso.
-Dazai-san, ¿por qué me hace esto? -Cuestionó Akutagawa, tratando deliberadamente de ignorar la existencia del albino y ganándose su asesina mirada.
-Porque vuestra combinación salió curiosamente bien y seguramente volvamos a necesitaros en un futuro próximo. Cuanto mejor os llevéis, mejor trabajaréis juntos y menos posibilidades habrá de que muráis.
-Pero usted y Chuuya-san se llevan a matar.
-Antes no. Antes nos sincronizábamos sorprendentemente bien.
-¿No te estarás refiriendo a...?
-Vamos, Kunikida-kun, no te pongas celoso. -Rió el ex mafioso-. Ahora dejemos a los dos tortolitos disfrutar de su tarde juntos. Y tranquilos, chicos, que lo de que no se besa en la primera cita es una chorrada.
Sin decir nada más, el suicida tomó a su compañero de la mano y se dirigieron hacia la salida del local. Las dos víctimas de su retorcido plan se encontraban congeladas, inmóviles en sus sitios y ambos sonrojados hasta las orejas por razones que no querían identificar. ¿Primera cita? ¿Primer beso? ¿Qué clase de tonterías balbuceaba Dazai? Y lo que hizo que sus rostros aumentasen cinco tonos de escarlata fue el desvergonzado guiño cómplice que Osamu les regaló al salir de la cafetería, como si les dijese que estaba de su lado o que les daba ánimos.
Unos largos instantes de silencio sucedieron a la marcha de los dos detectives. Ninguno de los dos integrantes del nuevo Doble Negro sabía qué decir. Y tampoco sabían qué hacer si el otro abría la boca porque -al menos estando coaccionados por el chantaje de Dazai- matarse el uno al otro no era una opción viable. Atsushi apoyó los codos sobre la mesa y depositó la cabeza en sus manos. Ryunosuke se masajeó las sienes y suspiró. Aquella tarde iba a ser condenadamente larga, de eso estaban seguros. Lo que no sabían es que probablemente marcase el resto de sus tristes existencias.
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Café con nata [AkuAtsu] (Bungou Stray Dogs fanfic yaoi)
Fanfiction¿Cómo pudieron caer en aquella vil trampa de Dazai? Pues fácil, porque era Dazai quien los manipulaba. Una cafetería, una cita a ciegas, una tarde y unos cuantos cafés con nata bastaron para que los sentimientos que no querían admitir se volviesen i...