Parte 2

21 1 0
                                    


    Lousual en mi trabajo era ir a la oficina a las 6:50 a.m con unas ganas infinitasde matar a toda persona que se cruzase por mi camino (aunque me tenía quecontener, supongo que a todos nos pasa lo mismo cuando debemos levantarnos deese lugar calientito y acogedor que nos pide a gritos que nos quedemos llamadocama), y pasar todo el miserable día ordenando el maldito papeleo de mijefe. Parecería que el hombre no teníamanos o algo, ya que no era tan difícil ordenar un montón de papeles con sunombre, pero no me quejaba, esa tan estúpida tarea era la que me mantenía concomida y una casa en la que vivir. Como sea, cada tarde, antes de irme, el jefeme dejaba una pequeña nota en la puerta diciendo: "Rebecca, no te olvidesde revisar la sala de calderas. No olvides que eres la última en irse y debeshacerte cargo de confirmar que todo esté en orden y de cerrar las puertas antesde irte". Esto era algo bastante molesto, todos en la fábrica sabían queno había habido un accidente en más de 20 años, y ya le estaba agarrando unpoco odio a ese estúpido sótano. Obviamente, nadie supondría que ese día algoque lo iba a cambiar todo pasaría. 

Notas y brazaletesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora