Hará unos millones de años atrás

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La primera explicación que recibí sobre el Big-Bang fue cuando era bastante pequeño y por eso la recuerdo más que las que me dieron después en el colegio y las que conocí por otros medios. Por eso cuando dicen Big-Bang, suelo pensar en una semilla, algo del tamaño y forma de un garbanzo o un fríjol, porque alguien me dijo que una vez todo el universo estuvo metido en una pelotita del tamaño de una de estas semillas y que todo allí estaba tan apretado, que explotó y se expandió formando el universo que hoy conocemos. Seguramente hay mejores explicaciones, pero hay dos cosas que me agradan de esta forma de decirlo: la primera, es pensar que el universo provino de una semilla, algo casi poético y mitológico; la segunda, es el pensar que una vez todos formamos parte de la misma cosita.

En algún momento las cosas no fueron más que polvo suspendido en el espacio, que se atrajo y se contrajo, que se movió y se removió, se comprimió y descomprimió hasta ir formando todo lo que hoy conocemos. Yo solía ver las láminas de los libros donde aparecían los planetas, las estrellas, las galaxias, e imaginaba un universo de explosiones que hacían volar la materia de un rincón a otro del espacio, todo muy dinámico y cambiante, y ya de mayor al pensar en ello me preguntaba si no habría en algunas personas algo de alguna estrella, un poquito de hidrógeno, un puñado de hierro de algún asteroide. Es decir, aunque hace mucho todo estuvo metido en el mismo garbanzo, después hubo cosas impresionantes, luminosas, colosales, ¿si hubiera algo de eso en una persona no debería uno darse cuenta? 

Sin embargo, pensamientos como este son algo a lo que yo calificaría como de "millones de años de antigüedad". Es decir, cosas que pueden ser tremendamente maravillosas e intrigantes, pero que no son de nuestro tiempo. Uno las piensa, trata de entenderlas, las asume, hasta las imagina, pero nunca llega realmente a creerlas o nunca llegan a existir en nosotros más que como imaginaciones y palabras. Por ejemplo, cuando a mí me hablan de la revolución francesa me es difícil creer en ella. Lo que viene a mi mente son las pinturas de la toma de la bastilla y de la escena donde un caudillo sostiene la cabeza de Luis XVI frente a una multitud excitada. Para mí eso es la revolución, lo que queda de ella, y con cosas tan colosales y antiguas como el orígen del universo, es aún más difícil sentirlas reales.

Fue por ella que yo terminé creyendo en cosas como las que he imaginado. Y apuesto a que no se esperaría que un discurso como este terminara en una mujer. Admito que me tomé mi tiempo para llegar a este punto, es que pasa que cuando escribo hago lo que me da la gana, sin dejar de pensar en el que lee, claro.

Todo esto lo dije, para contarles que cuando la vi, ya no me cupo duda de nada, porque cuando mi mirada tocó la suya sentí explotar una estrella millones de años atrás y supe que un pedacito de ella había venido a parar a sus ojos. Y al tocarla por primera vez, me dí cuenta que era cierto que las cosas podían llegar a estar hechas de nebulosa, porque la sentí, colosal, púrpura y máxima en su piel. Ví en ella millones de años de coincidencias, de explosiones devastadoras y milagros universales que habían venido a parar al vientre de su madre y entonces mi pregunta fué respondida. "Sí hay personas que han heredado la belleza del universo"

Luego pensé por primera vez en mí y tuve la extraña sensación de que en mí no había nada extraordinario. Seguramente mi cuerpo estaba hecho de alguna basura espacial, de los restos de un asteroide que venía a aniquilar la vida pero se hizo pedazos al rozar la atmósfera, antes siquiera de tocar la superficie. No tenía estrellas ni nebulosas en mí.

Esa era una de las cosas que más me entristecía de estar a su lado: a mí ella me parecía la unión de si no todas, muchas de las cosas más bonitas que podían existir dentro y fuera del planeta, mientras yo me sentía como la unión de las cosas feas, y eso que unión suena a propósito y yo más bien me pensaba como una desagradable casualidad estelar. Yo nunca creí en las maravillas del universo hasta que la conocí a ella, eso debo de confesarlo y en su momento, fue una realidad que me torturó. Pero al final, también fue lo que me salvó. Con el tiempo regresó a mí esa idea de millones de años de antiguedad, y quizás sea un poco tosca esta conlusión, pero me alegró saber que hace muchísimo tiempo atrás, una hermosa coincidencia como tú y un desagradable suceso como yo, formamos parte de la misma semilla.

Una y mil vecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora