Me habían echado de mi casa y días atrás había roto con una novia que tenía. Solo llevábamos unos meses, pero la quería desde años atrás. Cuando al fin estábamos juntos nada resultó. Estaba en casa de mi padre quien accedió a darme alojamiento. La persona a quien más miedo le tenía y con quien menos había compartido en mi vida. Estaba en la casa de un extraño, usando su ordenador mientras él trabajaba, una casa terriblemente gris y vacía. A él también lo había dejado su mujer y se había llevado a mis hermanas. Ese fue el único momento en que sentí que tenía algo en común con él.
Yo buscaba música nueva para matar la eterna tarde cuando me topé con una Nocturne, de Chopin. Al oírla, sentí los dedos descender hasta las teclas del piano y acariciarlas. Me quedé inmóvil, con los ojos muy abiertos y las manos congeladas sobre el teclado, y empecé a llorar. No pude contenerme.
Lo más incómodo era que lloraba de tristeza y aunque sentía como dolía cada fisura de mi corazón, tenía una sonrisa enorme en la cara. Las lágrimas se acanalaban en mis labios y mientras sentía el corazón roto también me agobiaba una felicidad nueva. Era algo tan inmensamente doloroso, pero también tan hermoso... había encontrado belleza en la desgracia. Había visto todo lo estético y poéticamente significante de una desventura.
Desde entonces he amado las Nocturnes y en especial las de Chopin. He hecho poemas sobre ellas y me he sentado tardes enteras a llorarlas y sonreírlas a la vez.
No, nunca te conté esto.
Quizás porque durante todo el tiempo que pasé con vos no pensé ni oí una sola de ellas. Teniéndote a vos no las necesitaba, pero ahora que no estás me doy cuenta de porqué te amaba tanto. Yo no te entendía, nunca estaba de acuerdo con vos en nada, a veces hasta pensaba que eras un poco tonta y me daba pena de las cosas que decías. También te sentía un poco torpe, un poco despistada, malhumorada y rara. No te lo decía porque ya te sentías así sin mi ayuda. Pero había algo que no sentías y sin embargo no te dije: cada vez que te miraba, era como escuchar una Nocturne, la misma ternura, el mismo nudo, la misma conmoción.
Ahora más que nunca sos como una de esas piezas.
¿Sabés? A mí la memoria me falla con gana y últimamente tus recuerdos se me pierden mucho. Se me va olvidando como era que se sentía tenerte cerca, cómo era tu piel al tacto, cómo sabía tu boca, cómo olía tu cabello. Ya no los recuerdo, pero sé que son cosas que en su momento, no quería olvidar. Y heme aquí.
Se me van olvidando tus señas, tus formas de mirar, las cosas que decías, las torpezas que me molestaban y los gestos que me hacían amarte. El tiempo se está llevando todo lo que eras y al final del día, de los hermosos días que estoy teniendo, llenos de aciertos y de futuro, llego a casa y hago y he hecho mil cosas distintas, y ya ninguna tiene que ver contigo. Casi pienso que te he olvidado por completo, sólo me acuerdo de vos en plenitud, cuando una Nocturne se cruza en mi camino.
No sé si sólo la música podría hacerme sentir lo que me hacías sentir vos, o si sólo vos podrías hacerme sentir lo que me hace sentir la música. Solo sé que me viene al corazón lo que sentía cuando te miraba y sé que sos vos. Y corro a quitarla y me siento enfrente del escritorio a llorar sin ninguna música más que la que me queda sonando en el corazón.
En fin, solo escribía para contarte que ya no oigo más Nocturnes.
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Una y mil veces
Short StoryTextos esporádicos y repetitivos, como un diario suprapersonal, extrapolación de las personas en mí. Cosas escritas en cualquier parte, a mitad de una clase, en el autobus. La misma cosa dicha una y mil veces de forma distinta.