SOMETHING

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Los días de alegría seguían sin interrupción. No había mujer más consentida que su esposa y bebé más esperado que el suyo.

Tenía muchos proyectos en mente porque la inspiración había llegado como un rayo de sol a su rostro.
Sin embargo, sus dedos se dedicaban a tocar el vientre de su esposa.

Su musa se dedicaba a velar por el bienestar de su milagro y él de cuidar de ellos. Incluso su madre, quien no congeniaba con su esposa, se había encargado de engreírle.

Los meses pasaban con anhelo y los días en el calendario eran tachados con marcador rojo.
El crecimiento del pequeño varoncito se anunciaba en el gran vientre de la señora de casa, pero ese vientre también le impedía hacer lo que más amaba.

Seguía transcurriendo el tiempo y las flores daban indicio de marchitarse.

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¿Ese sujeto le acaba de saludar?

Estaba mudo ante la osadía. ¿Cómo entró a su casa? ¿Qué quiere de él? ¿Es un ladrón? ¿Asesino? ¿Quién rayos es?

-Uh, es incómodo si no dices "mucho gusto" o "el placer es mío". En serio, qué no es una casa de gente pudiente... Modales.

¿Estaba insinuando que no tenía clase?

-Está bien, te dejé sorprendido, ¿verdad? No tienes porque contestar. Pero, uh, ¿con quién puedo hablar?

La sorpresa seguía dibujada en su rostro y poco a poco estaba regresando la nula fuerza que posee. Sus piernas que estaban estiradas se contrajeron, sus muñecas se formaron puños y sus cuerdas vocales se disponían a repetir el gran grito, pero su intento murió cuando el otro predijo sus acciones y de inmediato cubrió la boca ajena con la palma de su mano. Acercó su rostro y con los hombros tensos le susurró;

-SHHHHH, vas a despertar a los demás.

La expresión el otro pasó a ser de desconcierto. Sus ojos regresaron a la normalidad. Se cubrían de niebla espesa y sus rasgos adoptaron tensión.

-¿Quiénes son los demás?- susurró.

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No era que estuviera molesta, pero se sentía gris. Algo triste y melancólica
Se sentía enjaulada, no podía hacer demasiado, ya no podía disfrutar de las pequeñas cosas.

No podía desplazar sus dedos sobre las cuerdas.

Su embarazo era demasiado riesgoso, lo que hacia que hasta el respirar o parpadear sea observado a detalle y en cualquier momento. Era incómodo y la sensación de inutilidad se hacía presente cada vez más.

Su esposo tenía la agenda más que repleta, pero en ella habían espacios selectos sólo para pasar tiempo juntos. Pero ya no sólo eran dos.

Él se dedicaba a contarle las actividades que podrían hacer juntos, los tres, lo que podrían hacer junto a sus padres, podían ser los cinco en un viaje familiar. Incluso llevarían al viejo señor Frederic y a su hijo Albert.
La decoración del cuarto, las festividades, su crecimiento, todo, absolutamente todo lo que pudiera llegar a la brillante mente de su bien amado.

DO-re-Mi-KyungSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora