C'est la vie

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Después de asegurarme de que mis mejillas habían vuelto a su tono pálido normal(estuve media hora mirándome en un extremadamente pequeño espejo de bolsillo) me acerqué a la barra.

-Gracias por calentar el café.-dije sentándome en uno de los taburetes.

Peter, que estaba secando un platito verde se giró y me miró.

-De nada.-sonrisa. Eva, espera un poco para derretirte, por lo menos hasta que nadie te vea.

-Quiero devolverte el favor.-solté.

-¿Ah, sí?

-Claro.

-¿Y cómo vas a hacerlo?, si se puede saber, porque calentar un café es un acto muy difícil de agradecer, querida Wendy.

-Te voy a dejar ser mi profesor particular de francés por hoy.

-Oh, ¿en serio? ¿Y qué es lo que gano yo con eso?

-Estar conmigo un rato, fuera de la barra. Tss.-dije y puse los ojos en blanco, se me había pegado esa manía de él. Peter inclinó la cabeza divertido.

-¿Francés dices?-asentí.-Vale.-alargó mucho la a.

-¿Seguro que no te importa?-pregunté, de repente preocupada.

-Claro que no, ya era hora de que empezásemos a practicar para cuando vayamos a París.

-¿París?¿Vayamos?¿Qué?

-Sí, claro, París. ¿Acaso no es vayamos una forma verbal que se refiere al futuro y a más de una persona, en este caso dos?

-¿Insinúas que quieres llevarme a París?

-Claro. Y allí podremos hacer nuestra versión de Casablanca, creó recordar que me dijiste que amabas esa película.

Reí.

-Anda, deja de soñar ya y vamos a hacer deberes.

-Eh, yo no soñaba, yo intentaba hacer un trato.-puso cara de cachorrillo. Oh, no.

Suspiré.

-¿Qué trato?

-Joder, Wendy, dormir te sienta mal, no te enteras de una.

-Vaya lenguaje, señor Pan. Menudo ejemplo a seguir para los niños perdidos.

Frunció el ceño, pero sin perder esa sonrisita suya que tenía que admitir que adoraba.

-Esta bien, Peter, entonces, ¿Qué tengo que decir?¿Trato hecho?

-Oh, no, eso es demasiado insignificante para un trato tan grande, importante y genial como este. Tienes qué hacer una promesa de escupitajo.

-Oh, Dios, no. ¿No podemos hacer una de esas promesas de bofetada?

-¿En serio pretendes y quieres que te pegue un bofetón, Eva?

-Creía que era Wendy, y, pensándolo mejor nada de bofetadas.

-Ahora mismo no lo eres y, entonces...-hizo una pausa, dejó el plato (que aún seguía en su mano) en la estantería que tenía detrás, abrió la mano y... Escupió. Hice una mueca.

-¿Trato?

Escupí mi mano. Aj.

-Trato.-dije. Y le tendí la mano. Solté un gritito de asco, separé la mano y entré corriendo a la barra en busca de un trapo.

-¿Dónde mierda están los trapos aquí?-pregunté.

Peter se acercó a mi, mucho. ¿Cómo lo sabía? Pues porque sentía su respiración en mi nuca. Yo contuve la mía instintivamente. Oh, mierda. Extendió el brazo pasándolo justo por delante de mi cara, dejándome apreciar todos sus tatuajes. Ay joder, que bonitos. Mierda. "Eva. Como estés soñando otra vez te pego." No podía apartar la vista de su antebrazo.

"Son cosas que forman parte de mi historia, antes las llevaba dentro escondidas y ahora cualquiera puede verlos. No sé. Me parece bonito" Esas eran las palabras exactas que Peter me había dicho el día que le había preguntado por el significado de toda la tinta que llevaba en el brazo. Me había dejado boquiabierta, más de lo normal. Pensaba en esto mientras seguía con la mirada las líneas de su piel. Tenía una nota musical, unas olas, una estrella, una flor hawaiana, una guitarra medio dibujada, la inicial de su hermano Stefan, la frase "It is what it is" y unas cuantas cosas más. Encajaban perfectamente allí. Dios, baja de la nube ya.

La mano de Peter, con sus dedos de guitarrista, agarró un trapo morado, justo en la estantería que tenía delante.

-Aquí-susurró. Un escalofrío me recorrió entera. ¿Qué narices estaba pasando?

-Gracias.-contesté sin dejar de mirar su brazo, que se había apoyado en la pared a la que yo estaba prácticamente pegada. No se movía de allí. Dios, ¿por qué no se movía? Me estaba poniendo nerviosa.

-Es muy probable que me haga un Peter Pan por ahí.-dijo, refiriéndose a su brazo. Aún seguía pegado a mi, hablaba en mi pelo. Una parte de mi me decía que me diese la vuelta y me marchase, pero otra había decidido atornillar mis pies al suelo. Fijo que esa parte era la parte en la que vivía mi odioso, arrogante e increíblemente idiota corazón.

-¿Ah, sí?-conseguí decir.

-Sí, ya es hora de que dibuje algo que me recuerde a Linda y a ti.

"¿Y sabes de qué es hora también? De qué Eva mueva su culo y se vaya a estudiar." Dijo el mandón de mi cerebro. Pero mi corazoncito había adoptado la forma de una chica morena en mi subconsciente(que, casualmente, se parecía a mi) y no quería hacerle caso a la señora razón, y vi en mi cabeza como levantaba su dedo del medio para demostrar que le importaba un bledo lo que dijese o lo mucho que gritase, yo me iba a quedar allí parada por lo menos un ratito más. La voz que me decía que me separase de Peter se calló.

-Oh.-conseguí susurrar, madre mía. Un simple comentario del ojiverde y ya había habido pelea entre los dos órganos más importantes de mi cuerpo. Bravo.

-Y, te prometo que cuando vayamos a París escribiré un "C'est la vie" por ahí.-"ojalá ese acento se pudiese incluir en el tatuaje" La chica morena/mi corazón idiota babeaba por todos lados, mientras, la señora Razón golpeaba su frente con su mano. Patético.

-Me gusta.-susurré. Le escuché carraspear.

-¿Sabes lo que me gusta a mi?-susurró con la boca casi pegada a mi oído. Ahora hasta la vieja señora razón se frotaba los ojos incrédula mientras intentaba cerrar la boca del asombro. Negué con la cabeza. Dios mío, si sigo sin respirar voy a morirme.

-Pues yo creo que sí lo sabes.

-No...-dije. Oh claro, ahora las dos idiotas de mi subconsciente no querían ayudarme. Aún no era Navidad, no tenían derecho a colgar el cartel de cerrado por vacaciones.

-Vamos, Eva... Te lo imaginas.

-No, Peter, en serio. No.

-Pues...

-¡Oh, ratita, ya te has despertado!

Salté y me aparté rápidamente de Peter. Linda había salido de la cocina y nos miraba con una sonrisa. Dios, no. Que vergüenza, madre mía.

-Sí... Sí. Pero ya me tengo que ir. Mi madre me estará esperando y es...-miré mi muñeca buscando un reloj que no estaba ahí. Tonta, me dijeron las dos idiotas de mi mente a la vez.- Es tarde, seguro, y no quiero que se enfade. Mejor no me arriesgo a quedarme sin viaje a Londres.-corrí hacia la mesa, metí las cosas rápidamente en el bolso y llevé la taza y el plato que había usado a la barra. Aparté las manos antes de que pudiesen rozar con las suyas. No le miré a los ojos cuando susurré un "hasta mañana" y, sin dejar de correr, salí por la puerta dándole las gracias a Linda por el libro e intentando que mi bufanda no quedase muy mal colocada.

El corazón me iba a ocho por hora. Pero ese ocho, tumbado.

Reality? I prefer fictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora