Capítulo IV

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Era muy temprano, ni los rayos del alba habían atravesado aún mi pequeña ventada cuando yo ya estaba despierta, sentada sobre mi cama, pensando. Habíamos quedado en ir sobre las diez y media, pero no podía conciliar el sueño. Mis maletas ya estaban listas, todo estaba listo menos yo. Acariciaba cariñosamente la carta de mi abuela, tal vez aquellas hubiesen sido sus últimas letras, y fueron para mí. Jamás habría pensado que iba a encargarme algo así, esa había sido su herencia, y no me explicaba el cómo. Vivía en un mundo de realidades, en mi cabeza solo había ciencias, pues en eso quería que se basara mi vida. Llevaba años pensando que no hay nada mágico más allá de lo que pueden ver mis ojos, pero al parecer no es así, nada de lo que tenía en mente era así.

Marcos y Rose ya habían llegado, al abrir la puerta pude observar que ambos hacían una bonita pareja, hasta en un punto me llegaron a recordar a Jack y a Rose, aunque claro, Marcos nunca llegaría a ser como Jack:
-Buenos días chicos, ¿estáis listos para lo que quiera que sea esto?
-Supongo que sí, además, mañana creo que era la fiesta del pueblo, ¿no?- preguntó Marcos con una sonrisa pícara. No sé que imágen tenía en mente de lo que iba a ser la fiesta. Pero intuía que no iba a coincidir mucho.
-Sí, prepárate para el fiestón. Rodeado de cubatas y "bitches every where"- dije con ilusión sarcástica.
-¡Anima!- dijo Rose y se sonrojó casi como el tono de su pelo.
-No importa, quién dice que no vaya a pasar, ¿eh?- dijo Marcos lleno de ilusión. Y por eso mismo no continué con la conversación, verle sería mucho más gratificante.

Nos despedimos de mi madre y Marcos nos explicó la ruta que íbamos a hacer y cuánto íbamos a tardar.
Hacía algo de calor, así que bajé la ventanilla del coche, me encantaba sentir el aire fresco de la mañana acariciar mi rostro. Estaba casi tumbada en los tres sillones de atrás, mis puños estaban cerrados alrededor de la manga de mi chaqueta negra. Estaba en una especie de trance, por una parte veía como Marcos y Rose charlaban, Rose iba de copiloto y se le veía feliz escuchando y debatiendo con Marcos, y por otro estaba la carta, las Minas del Horcajo, mi abuela.

              ¡¡¡¡ PUUUM !!!!

Un fuerte golpe me despertó y vi que no estábamos en la carretera, sino en el pasto que había al lado, y al otro lado el coche con el que aparentemente nos habíamos chocado. No podía hablar, solo me recompuse y miré hacia delante y vi que Marcos estaba despertando al igual que yo, pero Rose estaba del todo inconsciente, tenía una brecha en el lado derecho de la frente. Marcos la miró y sus ojos se abrieron como platos; con lágrimas en los ojos empezó a tomarle el pulso y a retirar los cristales de su camiseta mientras yo salía del coche y abría la puerta del copiloto.
Estaba absolutamente en shock, llamé al teléfono de emergencias en shock. Comenzaron a sonar sirenas, coches de policía... Al parecer el conductor contrario venía dormido y perdió el control del volante y el coche desgraciadamente fue hacia nosotros. Este se arrodilló y pidiendo disculpas:
-¡De verdad, lo sieento! Llevaba trabajando 18 horas y tenía muchísimo sueño. Lo siento, lo siento, lo siento...
-Me da igual cuántas veces pidas disculpas, como algo malo le pase a Rose, no volverás a ir al trabajo, dalo por hecho. -Marcos estaba realmente enfadado. Pero más lo estaba yo, que no pude contener mi rabia y gritándole imbécil le rompí la nariz.

Estábamos en un hospital cercano al camino que llevaba al Horcajo, Rose reposaba en una cama, Marcos y yo no le quitábamos el ojo. Mientras fui a hablar con el doctor sobre los resultados de las pruebas, Marcos cogió la mano de Rose con delicadeza:
-No te vayas, no te quedes así por favor... Aún tenemos mucho que vivir juntos, por favor quédate conmigo, Rose...si te vas, te cogeré de la mano y me iré contigo si es necesario, pero no me abandones...
-Marcos, el golpe de Rose ha sido algo más fuerte de lo que pensábamos, y estará hasta mañana o como muy tarde pasado inconsciente.
-Será hijo de puta...- dijo y pegó un puñetazo a la mesa que había al lado de la camilla.
-Tsss, nos van a echar como hagamos ruido. Esta noche no nos dejan quedarnos con ella, dicen que no es lo suficientemente grave, así que dormiremos en un hotel.
-Vale. Voy a salir, necesito asimilar todo esto.
-Vale, me quedo con ella, no tardes.

Y por la puerta se marchó, con aires de enfado, ira, rencor. Aquel chico perfecto al que veía con un coeficiente intelectual inferior al de un niño de tres años, había demostrado ser un hombre que se preocupa por la gente a la que quiere. Y en ese momento miré a Rose, y en sus finos labios cortados se dibujó una tímida sonrisa, aunque no lo percibiésemos, ella había estado presente en todo aquello.
Me senté en la silla a los pies de la camilla y me quedé mirando a Rose hasta que mis ojos se tornaron en un profundo sueño.

Viaje A DondorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora