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«¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Qué he hecho?», se preguntó cuando la lluvia cayó fría y sin piedad sobre él. Sin piedad... todo caía sin piedad sobre él; las notas, las supuestas amistades, la familia; era una mierda continuamente aplastada. Aplastado por su madre, su padre, su único amigo, los deportistas del colegio, su nueva familia. No quería ser una mierda, pero así había nacido y si la naturaleza lo dictaba... Era hora de volver a casa, la cena ya habría terminado; tenía hambre y mucho frío.

Le dolía la cara ahí donde Dae Hyun le había pegado, y la espalda donde Him Chan lo había pateado, y odiaba todo eso. Him Chan era delantero del equipo de fútbol y había logrado que todo el equipo lo odiase; Dae Hyun jugaba baloncesto y había hecho exactamente lo mismo; los detestaba... Quería despertar un día y que ellos no estuviesen en su vida. Habían causado demasiados problemas. La novia de Him Chan había teñido su cabello a un feo rosa que todavía no podía quitarse, había pasado muchas de sus tardes en el hospital gastando su mesada gracias a Dae Hyun y su mejor amigo Young Jae. Quizá no sabían lo que hacían; quizá Young Jae no sabía lo que provocaba cuando le dijo a todo el mundo que solía mirarlo en las duchas luego de la clase de Educación Física, y ese rumor había llegado a las casas de todos, incluso la suya. El último contacto con su padre había sido ese día, esa bofetada que le dio que le dejó el labio sangrante, y de eso ya habían sido dos años.

Jong Up era su único amigo o, bien, fue el único, antes de dejar de hablarle de súbito. Ambos se contaban todos sus secretos y se apoyaban, a pesar de solo tener doce años, y Jun Hong pensó que decirle que creía que le gustaban los chicos iba a ser lo mismo que los problemas hogareños, pero no lo fue. Luego de eso, no le dirigía nada más que miradas furtivas; aun así, Jong Up era el único contacto de su teléfono que no era su padre, aunque ya no podía olvidar a su nuevo hermanastro Bang Yong Guk y la segunda esposa de su padre, Song Hye Jin; era madre de Yong Guk, pero él llevaba el apellido de su padre.

Moon Jong Up, ya estando en la secundaria, se hizo amigo de Him Chan, Dae Hyun y Young Jae y se unieron para hacerle la vida imposible, y eso significaba que se había ganado la lástima de todo el alumnado. No eran personas crueles por sí solas, pero unidas eran una máquina para denigrar, humillar y dar palizas. Quería odiar a Jong Up, pero fue su único amigo... Yong Guk también quería ser su amigo, se lo había dicho y le había preguntado por qué lo golpeaban en la escuela, pero ¿cómo podía decirlo? «Me golpean porque soy un marica, gracioso ¿no?». Yong Guk era amable, pero buen amigo de Him Chan y había visto una de sus palizas. Seguramente lo sabía y eso le impedía verlo a la cara sin sentirse avergonzado.

Cuando llegó a casa, ya había dejado de llover, pero él seguía frío y empapado; al menos podría comer sentado en el techo de la casa. Su uniforme rezumante de agua, mojaba todo mediante iba entrando a la casa; se había quitado los zapatos y dejó caer el bolso con un ruido sordo, seguramente sus apuntes serían basura, pero no le importaba. 

Se dirigió a la cocina. Después de un mes, Hye Jin se había acostumbrado a su horario y dejaba la comida en el microondas; ya casi eran las once y su estómago le reclamaba el alimento, pero, cruzando la sala de estar, se quedó congelado. Hye Jin estaba ahí y Yong Guk, que ni siquiera se había quitado el uniforme, también lo miraba; no estaban solos. Frente a ellos y Jun Hong, había una mujer que lo miraba con genuino desagrado y un chico que no pasaría de los once años, que parecía querer que el sofá se lo tragase. Jun Hong la conocía... De pronto, ya no sentía hambre.

—Jun Hong, pensé que llegarías con Yong Guk hace horas... —Hye Jin no sonaba molesta, pero él no respondió.

—¿Por qué estás aquí? —Inquirió, su voz sonó extraña cuando se escuchó a sí mismo; baja, débil, triste.

—¿Por qué? Que yo sepa, esta sigue siendo mi casa.

Jun Hong llevaba diez años sin escuchar la voz de su madre, pero oírla no le produjo la felicidad que creía que iba a experimentar. No sintió nada más que desolación e ira, porque después de tanto tiempo, ella se dirigía a él mordazmente. Cayó en el espacio que Hye Jin y Yong Guk hicieron para él en el sofá, pero solo podía pensar en toda la tristeza que había sentido. Desde los seis años había sido el niño sin madre, que cuyo padre prefería verlo muerto que volver a verlo en absoluto, y todo había comenzado el día en que se dio que Jun Hee no era realmente su hijo y ella escapó con su amante, aunque sería su nuevo esposo. Estaba seguro de que ese chico era Jun Hee.

all isn't lost; banglo;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora