¡No me odies!

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Ya casi olvidaba este aire. Tan limpio, fresco, único, era como sentirse libre, estiras tus brazos mientras la brisa sopla y sientes que vuelas, eso sentía, pero si lo hacía ahora parecería una extraña... debía mantenerme al margen.

Algunos familiares jugaban en los charcos de agua, otros comían o dormían. Cielos... tantos colores, tanta luz, es increíble toda la belleza que puede tener este lugar, para todos era algo común... pero si llegaran a conocer la ciudad no aguantarían mucho... bueno, quizá lo llevarían mejor que yo.

—¿Qué está haciendo ése? —dijo Ykhar—. Está un poco lejos, no puedo verlo bien, me han dicho que necesito usar algunos cristales pero siempre me rehuso... son muy incómodos.

Como siempre, comenzaba a decir algo y terminaba narrando la mitad de su vida, era así, me gustaba mucho, nunca había silencios incómodos con ella, siempre reía.

—Solo está limpiando sus alas querida Ykhar —suspiró, ni yo sabía muy bien para qué veníamos a ver algo que ya conocíamos a profundidad—. Un segundo...

Su rostro se tensó, comenzó a analizar todo por completo. Sus ojos eran dos balas que acechaban cualquier peligro, bueno, su ojo.

Recordar lo que le pasó me entristece, su pasado era nostálgico, me dolía saber todo lo que sufrió, se debió haber sentido una escoria, una bazofia, su moral estaba por los suelos en ese tiempo.

—Mierda.

Sus brazos me tomaron por sorpresa, al igual que Ykhar supongo, nos tiró al suelo mientras un arbusto nos cubría, no entendía esto, era pervertido, pero este extremo...

—¿Trajiste armas? —susurró—. ¡Rápido, Ykhar!

Su rostro estaba angustiado, me sentía mal, el verlo así no me gustaba, me recordaba a su rostro la primera vez que lo vi; desesperación, miedo, impotencia, todo negativo, todo mal.

—Llévate a la chica, iré pronto.

Todo estaba sucediendo muy rápido, Ykhar se había olvidado de hablar y solo asintió con dudas y temor, no sabía qué pasaba, pero tenía miedo, mi corazón saltaba cada vez más, y el sudor frío parecía consumirme.

—Toma mi mano, a la cuenta de tres correremos, no preguntes ¿sí? —Ykhar... estaba desesperada pero ella aún así sonreía, me calmaba, pero me dolía que tuviera que fingir tanto.

La lluvia mojó mi rostro y el resto de mi cuerpo, esto parecía una película, una de terror, tragedia.

—Uno.

Sentí los pasos de Nevra irse en otra dirección. Como si desgarraran mi corazón, me dolió, tenía un mal presentimiento, algo iba a pasar, algo malo.

—Dos.

No podía con la impotencia, se estaba arriesgando con algo, nos hizo escapar, era algo peligroso.

—Tres.

Mis piernas se movían solas, ni siquiera las notaba, veía que todo pasaba a mi alrededor como si estuviera en un tren. Árboles, pasto, ramas, de todo. Ykhar tenía las piernas muy largas, se alejaba, no la iba a alcanzar.

Me dio sueño, mis piernas pesaban al igual que mis párpados, quería dormir, descansar un momento, no estaba agitada pero... tenía ganas de cerrar mis ojos.

No tropecé con nada, sin embargo caí en el césped, se sentía frío y un tanto asqueroso, la tierra estaba mojada y me estaba manchando toda, pero no era suficiente, el sueño era todavía más.

Miré el cielo, las lágrimas se fundieron con las gotas de lluvia que con algo de suerte me dejaban abrir los ojos. ¿Por qué? ¿Qué pasaba? Se supone que éste es mi sueño, se supone que debe ser perfecto, todo bonito y fácil, entonces, ¿por qué no es así?

Como Alicia (Nevra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora