Lividez sentimental

317 35 17
                                    

Era como si mi torso perdiera el control traicionando cada movimiento que pudiera dar, estaba gélida y mi cuerpo espamódico ¿temblaba por frío o miedo? No lo sé, cielos, en verdad no lo sé. Kero estaba muerto y el hombre con sonrisa demente me espantaba por cada segundo que se mantenía ahí, miré a Kero horrorizada; no porque me sintiera así ante su muerte, sino porque esperaba la ida de esa criatura sin tener que mirarlo.

Me dividía en dos partes, dos emociones causadas por distintas personas pero que se conectaban de manera inverosímil, e incluso me atrevería a decir que era desconcertante sentir tanto, sentir dos cosas totalmente diferentes que van unidas, y no saber cómo ni por qué, solo sentir que es así, tenía una melancolía atroz por Kero e incluso pensé que podía estar vivo y yo estaba imaginando cosas, sin embargo no me atreví a tocarlo ¿y si aquel espectro se movía o algo? No, no. Santo cielo, no me arriesgaré.

Es verdad que describir mis sensaciones es difícil, sobre todo porque no sé cómo hacerlo, estaba a punto de un colapso con mis manos que no paraban de temblar, miraba la puerta para huir pero enseguida recordaba a Kero y la responsabilidad que caía en mí. Aunque fuera su cuerpo no podía dejarlo solo.

Aunque no me recordara no podía dejarlo solo.
Aunque sea solo su cadáver no podía dejar que le hiciera algo, no podía ver solo por mí misma, debía encontrar una manera de que todo calzara y poder salir libres ¿o debía esperar a que se fuera? ¿Y si nunca se iba? ¿Le hizo algo a Kero? ¿Él lo mató? Pero ¿cómo? No tiene ningún signo de golpes o algo que pudiera darme una pista.

¿Qué podía encontrar? Mi mente jamás sería capaz de construir algo tam elaborado.

Las llamas de unas velas se me vinieron a la cabeza, la cera de estas resbalaba cubriendo la mesa llena de ahoyaduras por las numerosas balas que le han chocado, el grito de una despistada mujer se oyó, tan frío, tan titubieante. Luego, se me vino a la mente una joven chica saliendo de una fiesta, peleando con alguien por despecho o porque no tenía nada mejor que hacer, fuerte, cada golpe era exageradamente fuerte.

Luego un hombre, un niño, un animal, un insecto, un ave, un árbol, las estrellas centelleantes, gritos y silencios prolongados, tantas muertes y vidas tan vastas con un complejo de aburrimiento tremendo, como almas encarceladas por ellas mismas, como cuando un pájaro sabe que puede caer al volar y aún así lo intenta; y aún así falla. Como espermios pereciendo y no ganando la entrada fortuita, no siendo los triunfantes y muriendo lentamente por la agonía, quedando atrapados y (si el oxímeron es capaz de acapararlo) libres de ella.

Cada pensamiento me causaban ganas de seguir investigando, no pena ni angustia, (pues según yo morir es un proceso natural) sino una innata sensación de indiferencia acaparaba toda mi mente, en ese caso ¿por qué esto era tan diferente? Todas esas personas con prolongados gritos y ahogos de miedo por su futuro no habían causado más que cierta pena pasajera, pero Kero...

Sus manos se tornaban cada vez más blancas, la alma que sostenía al cuerpo se alejaba del mismo dejándolo a su infortuna suerte, ¿cuánto tardarían en olvidarlo? ¿Cuánto tardaría yo en olvidarlo? En prescindir ese nerviosismo por cada pregunta indebida, olvidar esa módica personalidad que lo hacía tan bien parecido, tan él. Suprimir su aroma a vainilla con esa típica esencia de libro nuevo; de su adorada biblioteca.

Maldición ¿Cómo lo olvidaríamos?

—¿Fuiste tú? —me atreví a preguntar, claro, sin darme vuelta y con ambas manos sujetándome los codos.

No respondió, nada de nada y eso afirmaba cada gota de sospecha que tenía metida en la cabeza.

Un estrepitoso frío subió por mi espalda acompañado de cosquillas para nada placenteras, estaba cerca, cada vez el agarre de mis codos se oprimía más y de alguna manera esa luz tan cálida del atardecer terminó siendo lo más frío que he llegado a sentir.

Como Alicia (Nevra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora