Capítulo 9
—Si ha recuperado la vista, señor Roronoa.
Zoro había tenido que contener la impaciencia.
—No hace falta que me lo diga, eso ya lo sé. Lo que necesito saber es si voy a perderla otra vez. ¿Voy a despertar mañana ciego de nuevo?
El médico no quería comprometerse.
—No sabremos si es permanente hasta que hagamos más pruebas. Y hay que hacerlas ahora mismo.
—No, me temo que hoy no va a poder ser. Hay otras cosas que prefiero ver antes que su cara.
El oftalmólogo no estaba para bromas y le habló con toda firmeza:
—Debo recomendarle que permanezca en el hospital hasta que hayamos terminado con las pruebas.
Zoro replicó, con la misma firmeza pero en términos bastante más impertinentes, que iba a casarse esa tarde y nada ni nadie podría evitar que lo hiciera.
Ahora, cuando la ceremonia estaba a punto de terminar, no lamentaba su decisión. Había visto el rostro de Nami y nadie podría robarle eso.
Pero, al ver su solemne expresión, Nami se sintió más triste que nunca. Porque parecía haberse dado cuenta de la enormidad de lo que acababan de hacer... y parecía lamentarlo.
Incluso pensó que no iba a aceptar la invitación del oficiante para que besara a la novia. Estaba bajando la cabeza, desolada, cuando Zoro levantó su barbilla con un dedo.
—No tienes por qué —murmuró. De repente, no podía soportar aquella mentira. Quería con todo su corazón que fuera real, pero sabía que eso no iba a pasar—. No hay necesidad de fingir.
Aunque sabía que era imposible, le pareció que él mantenía su mirada mientras rozaba sus labios con una caricia suave como la de una mariposa.
—No estoy fingiendo. Estamos casados, cara —dijo él—. Esto es real, no una mentira.
El brillo que había en sus ojos la mareaba, despertando un deseo que estaba siempre bajo la superficie.
—Te beso porque te deseo y tú me deseas a mí, no para satisfacer a una audiencia. Tú quieres que te bese, ¿verdad, cara?
Nami había olvidado que Franky y su novia estaban allí.
—Sí.
Él buscó su boca en un beso exquisitamente tierno que llevó lágrimas a sus ojos. Y cuando levantó la cabeza se quedó inmóvil, petrificada.
Zoro miró su rostro y sintió algo tan poderoso que, por un momento, no podía respirar. Desde que supo del embarazo se había dicho a sí mismo que era un tipo estupendo porque iba a hacer el supremo sacrificio de casarse con la madre de su hijo.
Sacrificio... qué mentira. Había actuado de manera totalmente egoísta. Su vida no tendría sentido alguno sin aquella preciosa e irritante pelirroja.
Nami abrió los ojos y él sintió como si alguien hubiera metido una mano en su pecho para arrancarle el corazón. Cuando le dijese que había sido culpa suya que la despidiera lo odiaría.
El funcionario se aclaró la garganta.
—Perdonen, pero tengo que celebrar otra boda a las cuatro y media...
—Ah, sí, bien —Nami puso una mano en el brazo de Zoro y le dijo al oído que había dos escalones.
—Aunque agradezco que no quieras herir mis sentimientos, sería más fácil si me apoyara en ti.
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Ciego Amor
RomanceCuando pueda verla, ¿seguirá deseándola? El multimillonario Roronoa Zoro había perdido la vista al rescatar a una niña de un coche en llamas y la única persona que lo trataba sin compasión alguna era la mujer con la que había disfrutado de una noche...