Capítulo uno.

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"La primera impresión es importante, pero es más importante jactarse de que no demuestra quién eres en realidad"

Narra Sol.

Me encontraba viendo uno de esos documentales sobre muertes re flasheros en la televisión cuando escuché sonar el timbre. --¿quién mierda es ahora?- pensé, al parecer es imposible mirar la tele tranquila.

Me levanté del sillón con una paja impresionante y fui a abrir la puerta.

--¡Hola Solchi!- era mi tía Mariela, que me conocía desde que nací pero aún así no le importaba decirme "Solchi" cuando sabía que lo detestaba.

--Hola- le dije lo más natural posible.

--Pasé a saludarlos a los tres- se refería a mí y a mis padres --¿Puedo pasar?- preguntó al ver que yo no sentía ningún tipo de interés en invitarla a entrar.

--Sí- me dispuse a decir, ¿tenía otra opción? ella entró, yo la seguí y cerré la puerta --Hace mucho que no venías- repliqué.

-- Sí, es que desde que me mudé a Rosario tengo mucho trabajo y no he tenido tiempo de volver a Buenos Aires- suspiró --De hecho hoy vine de casualidad, porque debía mostrarle la casa a sus nuevos dueños- sonrió --¡Al fin pude venderla!

Se refería a su antigua casa, la que estaba situada justo al lado de la nuestra, y que había permanecido vacía desde que mi tía se mudó hace dos años.

--Que bueno, ¿y quiénes se mudaron?- pregunté con algo de curiosidad. Tampoco es que todo me chupaba un huevo.

--Una familia de cuatro- sonrió --Dos chicos más o menos de tu edad y sus padres. Es una buena oportunidad para hacer amigos ¿verdad?- rodee los ojos.

Mi tía al igual que mis padres, siempre quisieron que tenga más amigos ya que sólo tengo dos, Macarena y Matías. La verdad me parece una ridiculez. Hace siete años pasé el peor momento de mi vida y ninguna de las personas que yo consideraba "amigos" estuvo ahí para mí, sólo ellos.
No creo ni necesito tener a nadie más en mi vida.

-Puede ser, voy a tratar de acercarme a ellos- mentí, no quiero que empiece con sus charlas de psicóloga, a demás estoy segura de que hoy se iría y no volvería en meses. Para entonces, ya se habría olvidado.

--Está bien- sonrió --¿y mi hermana y tu padre?- preguntó inspeccionando la casa con su mirada.

--Están en la cocina preparando una especie de postre que no me gustaría probar- dije señalando la cocina. Mamá podría ser jurada de Máster Chef pero tenía un serio problema con el horno cuando se trataba de postres. --Podés pasar- agregué y ella comenzó a caminar.

(...)

Salí de mi casa y podía ver como la noche comenzaba a caer.

Estaba de mal humor ya que mi vieja invitó a Mariela a cenar.
No tenía nada en contra de mi tía, era la persona más buena del mundo. Sólo que la consideraba demaciado irritable. A cada momento se ocupaba de preguntarme cosas que no me gustaba recordar, o simplemente me preguntaba por mis amigos o mi colegio y si no le contaba nada, de repente me encontraba en un rollo de sus charlas interminables de psicología.

Era viernes y había quedado en encontrarme con mi mejor amiga Maca en la pizzería que estaba ubicada a tres cuadras de mi casa. Comeriamos ahí y después iríamos a una fiesta que organizó una de las chicas más populares de el colegio.

La verdad yo no soy de salir todos los fines de semana porque no es algo que me llame mucho la atención, pero tampoco odiaba salir, cada vez que salía no la pasaba mal, por lo cual accedí cuando Macarena me lo propuso.

Llevaba puesto una calza negra rota en las partes de las rodillas, una blusa blanca básica y unos zapatos con plataforma negros. En cuanto a mi pelo, decidí dejarlo suelto ya que me gustaba como quedaba, tenía mis ondas naturales de siempre de color castaño.

Comencé a caminar por la vereda cuando giré la vista hacia la antigua casa de mi tía, era raro ver las ventanas con las luces prendidas y dos autos afuera.
Me paralicé por un segundo observando esa construcción la cuál había formado gran parte de mi vida. Recuerdo correr en el jardin delantero jugando con mi tía y mi hermana. Eran recuerdos que me ponían demaciado triste.

De repente la puerta de ésta se abrió y de ahí salió un chico, supongo que el nuevo propietario.
Parecía ser uno de los chabones de los que me habló Mariela.
Estaba vestido de negro, se podía ver claramente un tatuaje en todo su brazo izquierdo y su pelo era oscuro, al igual que sus ojos -está bueno- pensé.

El pibe me miró con una cara de extraño y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba petrificada mirandolo fijamente.

--¿Qué mirás, flaca?- me dice cambiando la cara. Ahora me veía con una cara de orto mal.

Por más que me había hablado para la mierda quise responderle de buena manera (lo cuál era raro en mí) ya que era entendible porque era mi nuevo vecino y lo estaba mirando como si fuera una stalker completamente loca.

--Perdón- me reí -- Es que ésta casa me trae muchos recuerdos, me llamo Sol, soy tu vecina.

Me miró por lo bajo y acto seguido, me ignoró completamente. Se subió a uno de los autos y cuando menos me di cuenta ya se había ido.

Volví a dirigirme hacia la pizzería.

No sabía el nombre de aquél pibe, pero ya me caía mal.

Never love | Mariano Bondar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora