La Cuba

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¿Que qué hicimos ese día? La verdad es que no lo recuerdo, solo sé que fuimos a un restorán bastante fancy y que al llegar a la casa nos quedamos raja.

Sábado, 9:00.
Lúcidos.

-¿Te vas a querer meter a la cuba? - le pregunté al Benja, incorporándome del sueño.

-Yo dormí bien amor, ¿y tú?

-Pero si estabas raja po. Yo también dormí bien... ¿Cuba?

-Ya bueno.

Mismo Sábado, 9:47.
Lúcidos.

-¿Como está el agua?

-Calentita.

-La voy a revolver un poco antes.

-Apúrate eso sí, que me estoy cagando de frío.

Por muy bonita que fuera Matanzas, una de las cosas que más me molestaba era el viento. En las noches corría incluso más fuerte que en el día, y por culpa de él media playa me vio los calzones.

-Anda a buscar las toallas por mientras po.

-Buena idea.

-Ñocky.

-¿Hm?

-Apúrate, que también tengo frío.

-Métete entonces po, gil.

-No, te voy a esperar.

Le miré con una sonrisa antes de entrar a la cabaña. Muchos indispensables, si por algo soy mina. Toallas, cigarros, mis lentes porque estoy bien piti, la cajita especial, el encendedor y mucho valor para poder volver a aventurarme al frío.

Antes de salir de mi pieza se me ocurrió que quizás sería mucho mejor meter el pito en la cajetilla de cigarros, ya que una caja toda random, vacía más encima, causaría muchas sospechas.

-He vuelto, señor Ordenes. ¿Metámonos?

El agua no estaba tan caliente como pensábamos, aunque de todas formas era mucho mejor que estar a la intemperie en tan solo traje de baño.

El cielo es lo que mejor recuerdo, como vivo en Santiago eso de ver las estrellas no es muy común por culpa de las toneladas de contaminación que rodean cada esquina de mi ciudad.

Aquella noche las estrellas brillaban por si solas, no había ni nube ni smog que les arrebatara su resplandor. Recuerdo haber descubierto constelaciones que solamente había visto en libros y también haber creado otras que mi madre, niña exploradora jubilada, me había dicho que no existían.

En mi cabeza ahora existen, y haré lo posible por que no se me olviden.

Jubilus. 

Arterya.

La Dama invisible.

Arco.

La brillante y sabia solitaria.

Esa última era tan solo una estrella que había llamado mi atención mucho más que las otras. Ojo, no era la estrella del sur, era otra mucho más bonita.

-¿Me saco uno?- le pregunté al Benja aún admirando el cielo.

-¿Ahora?

-Si po, ahora.

-Pero es el primer día...

-Técnicamente es el segundo.

Me incorporé para mirarlo, si mal lo recuerdo en ese momento el Benja le estaba dando la espalda al mar.

-¿No quieres?

-Podría ser.

-¿Si o no?

-Podría ser.

-Ya po, dime.

-No sé, igual podría ser.

-Ya po weon, dime. No me lo voy a fumar sola.

Ya me tenía media aburrida.

-Además no puede ser todo po, si no nos vamos a la chucha.

-Tal vez...

Le terminé tirando una de mis típicas miradas de que ya me tenía chata.

Ya llevamos casi un año y medio pololeando, conocemos muy bien nuestras maneras, nuestras expresiones y hasta qué queremos decir cuándo simplemente refunfuñamos. Bueno, él no tanto, y por eso me gusta wearlo.

-Si, si quiero.

-Pero lo prendo yo porque te aweonaste.

Historias de VolaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora