"El Chico de la Sonrisa Torcida"

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Esta era otra noche más de tantas. Caminaba entre las sombras de la muy poco iluminada calle 3, contigua al popular Boulevart "rosa" de esta parte de la ciudad. A la una y siete minutos de la madrugada uno pensaría que las calles estarían desoladas, pero en este lugar no es así: Hay gente, mucha gente transitando todavía a estas horas buscando diversión y placer, y aquí abundaban los sitios donde encontrarlos. Podías pagar por un encuentro sexual con algunos de los chicos traviesos de los callejones o simplemente tropezarte con alguien en una disco dispuesto a darte un buen rato a cambio de un número telefónico. Si lo tuyo era la droga era todavía más fácil de conseguir: Si querías un buen "jalón" podías acercarte a cualquiera de los traficantes que abundaban en las esquinas o dentro de los baños de los clubes, seguramente si tenías dinero había una amplia mercancía para adquirir, si no, podías chuparle la verga a alguien y con gusto te pagaría con una línea de coca o un viaje de heroína. Si, en este lugar los pecadores abundan...y eso es justamente lo que yo buscaba.

Lo común era mezclarme entre las personas, entre las luces, la música y los olores del ambiente. Este era como otro mundo, uno bastante peculiar y ruidoso que la gente decente desconoce, pero no así los que buscan saciar sus apetitos más voraces ocultos bajo el manto de la noche. Son los rincones corrompidos de la ciudad, esos que la sociedad procura esconder hipócritamente y nunca lo logra del todo. Aquí veía a muchos jóvenes malgastar su juventud y desperdiciar su vida a cambio de diversión barata y casual. En este mundillo lujurioso y sucio yo me movía, pasaba siempre desapercibido entre la gente y observaba a aquellos que exhibían sin ningún pudor sus más depravadas acciones. ¡Qué cosas no he visto! Llegué a sentir tanto asco de las personas que poco a poco me desligué de ellas, lo único que me producían era un completo y profundo desprecio. Esto me hacía más fácil el hecho de verlos como lo que eran: Mis "presas", después de todo yo estaba aquí para segar sus miserables vidas.

No me siento orgulloso de lo que hago, tampoco obtengo satisfacción alguna por el dolor que causo a mi paso, pero es algo que debo hacer, está en mi naturaleza y no puedo ir contra ella...o al menos eso creía hasta que me tropecé con él. Esa noche, después de mi última víctima, entre al baño de un local nocturno para lavarme. Me sentía asfixiado por el olor a sangre, mi camisa blanca había quedado expuesta y no podía ocultar esa mancha carmesí tan notoria que la cubría. Lo único que se me ocurrió fue ponerme el saco encima y abotonarlo por completo. Pero una parte de este quedó también impregnado de ese líquido rojo intenso y pegajoso, así que muy asqueado, intentaba deshacerme de esa molesta mancha introduciendo esa punta de mi prenda al lavabo y dejando que el agua hiciera su trabajo. Fue entonces cuando escuché la puerta que se abrió tras mí y me di vuelta para ver al inoportuno intruso. No me esperaba ver a alguien como él en un lugar tan despreciable como en el que me encontraba: Era un chico bastante joven, rubio, de muy buena presencia y bello rostro. Inexplicablemente me quedé admirándole y no pude evitar quedarme enganchado en sus hermosos ojos grises.

Por primera vez desde que tengo memoria sentía curiosidad por alguien. En realidad las personas me eran sumamente indiferentes, era como si todos fueran iguales: Monótonos, insípidos, impulsados siempre por los mismos intereses y ahogados bajo los mismos instintos. Me aburrían sobremanera. Pero este chico que entró en ese momento -tan inadecuado dada mi situación- me cautivó de alguna forma que no pude comprender. Me sonrió y se acercó. ¿Se había fijado en mí? ¿Cómo? ¿Por qué? Yo estaba acostumbrado a que me ignoraran, era sencillamente "nadie" para la mayoría de gente que me tropezaba, pero no para él esa noche.

—¡Hola! ¿Cómo estás? Disculpa que entre así, me fije en ti y traté de hablarte cuando te vi allá afuera, pero pasaste de largo. Me gustaría que nos conociéramos...

No le respondí, simplemente cerré el grifo del lavabo e ignorándolo salí del baño esperando que así desistiera de su interés en mí.

Me escabullí lo más rápido que pude y comencé a mezclarme de nuevo con ese mar de gente que inundaba la disco. Era uno de los tanto clubes nocturnos gay del boulevart, pero justo aquí, de tantos lugares en los pude haber estado una noche tan corriente como esta, me tenía que tropezar con ese ingenuo chico. Me recosté de una columna que había allí, la música estridente, las luces los cuerpos moviéndose de un lado a otro, todo era lo mismo de siempre, pero a la vez todo se me hizo tan diferente en esta noche. Entonces lo vi de nuevo, me buscaba entre la multitud...creo que hasta le dio mi descripción a un par de chicas y estas señalaron hacía donde estaba. ¡Estúpido chico! Entre tantas personas metidas en este antro ¿Por qué tenías que fijarte en mí? No es raro que algo así pase en un lugar como este a donde los hombres y mujeres vienen a ligar y rebuscarse una noche de sexo simple y sin compromisos. Pero yo no estaba allí para eso, yo estaba cazando, esa era mi propósito allí.

El Chico de la Sonrisa TorcidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora