Cole había tenido una mañana complicada, la noche anterior un grupo de hombres había armado un escándalo en uno de sus salones, eran malvivientes de poca monta que intentaban desafiarlo metiéndose con sus negocios. No quería volver a los viejos días, había doblado la cantidad de hombres que cuidaban la seguridad de sus locales y había ido a hablar con un jefe de policía al que conocía bastante bien. No estaba dispuesto a echarse al fango por un grupo de inadaptados, tenía mejores planes para sí mismo, aún así no iba a dejar que lo perjudicaran, mucho tiempo atrás había decidido que ya no se dejaría pisotear por nadie.
Su humor no era el mejor cuando llegó a la casa y vio a la joven sirvienta levantando la tapa del piano.
-¡¿Qué haces?!
-Oh, sólo quería verlo. Es un piano tan bonito – dijo ella sobresaltada y soltando la tapa de golpe, demasiado, el ruido hizo gruñir a Cole.
-No vuelvas a tocarlo, es de mi esposa.
-No sabía que tuviera esposa, el Señor Bart no me lo dijo.
-No tengo, me refería a mi futura esposa – mencionó contrariado, la verdad que era difícil explicar lo que había querido decir.
-¡Ah, su prometida! Antoniette me dijo que tenía una prometida, ¿entonces este piano es de ella? ¿O va a regalárselo al casarse?
-¡Por todos los diablos no es asunto tuyo! ¡Sólo mantén tus manos lejos del maldito piano! – estalló él y ella retrocedió.
-Lo siento – dijo apenada- sólo que me dio pena verlo. Parecía abandonado. No iba a dañarlo de todos modos, sólo quería verlo. Y dudo que sea un maldito piano si tanto le importa – dijo ella sin bajar la mirada, la mayoría de los hombres que conocía no podían hacerlo, eso hizo que le prestara atención a la muchachita. Tenía más valor del que parecía.
-Ya vuelve a tu trabajo – dijo haciendo un gesto vago con la mano y no pudo evitar pensar que algo en ella le recordaba a sí mismo.
- Es blanco – dijo Abigail y él se giró a mirarla sin entender. Ella continuó explicando- El piano es blanco así que va a llenarse de polvo fácilmente, ¿se supone que lo limpie o no? Dijo que me alejara de él. Pero si no lo limpio cuando se ensucie no estaré haciendo mi trabajo, ¿verdad?
- Niña, soy tu jefe, no se supone que te comportes de esa manera. ¿Es que quieres que te eche a la calle?
-Eso sería injusto, no he hecho nada para que me eche. Y la verdad es la primera vez que trabajo en una casa, así que no sé bien las reglas. Sólo pregunto para entender, fue su culpa por confundirme.
-¿Quieres claridad? Desaparece de mi vista, hoy no es buen día para que seas ingeniosa. Sólo vete.
-Sí, señor – respondió ella y haciendo una ligera reverencia se marchó. Cole sacudió la cabeza, sabía que había sido una mala idea contratarla.
Los días siguientes Cole volvió a toparse con la muchacha y para ser sincero se esforzaba en su trabajo, a veces le parecía que se multiplicaba porque la veía por todos lados. Aunque su apariencia desmañada le seguía molestando.
-¿Uniforme? – preguntó ante la sugerencia de su jefe.
- Sí, Antoniette lo usa, ella también debería, no puede deambular por la casa con esa apariencia.
-Cierto, podría arruinar nuestra reputación- respondió con ironía y Cole le dirigió una fría mirada.
- Las apariencias también cuentan, Bart, lo sabes tan bien como yo.
- De acuerdo, si es lo que quiere se lo diré. Creo que no va a gustarle.- dijo el hombre y Cole hizo un gesto con los hombros que dejaba en claro que era lo que él deseaba y eso era lo único importante. Le fastidiaba ver a aquella muchachita tan pobremente vestida en medio de su lujosa casa, quizás lo que le fastidiaba era que le recordaran la pobreza.
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La redención
RomanceCole Bayley se crió como un marginal, luchando por sobrevivir con los escasos recursos que contaba: su instinto de supervivencia, sus puños y su inteligencia. Con los años logró dejar atrás su desafortunada infancia en las calles del Londres de fin...