De nuevo bajo el comprensivo cobijo de mi techo, sobre los cansados soportes de mi cama, intento reflexionar exactamente qué acaba de pasar. El tipo a quien acabo de investigar resulta vivir unos pocos metros sobre mi, lo que además implica que la turbulenta situación familiar que he estado escuchando, es aquella en la que él vive.
Francamente, no sé como sentirme.
Una parte de mi tiene la idea de que el hecho de que el tipo que le gusta a Amelie parezca decente debería aligerar mi intensa paranoia acerca de lo que le podría llegar a pasar, que en efecto maneje cierta capacidad verbal me hace preguntarme qué sentiría Amelie al escucharlo, su manera de comportarse y de hablar con respecto a su situación familiar, así como su situación familiar como tal, resulta bastante preocupante. Sin embargo, si algo hemos podido aprender de Amelie, es que los sentimientos complicados la interesan mucho.
Pero su ortografía era desastrosa, yo escribo con bastante cuidado, ¿a Amelie le importaría eso?
Quizás mi manera de hablar tenga algo más de gracia que la suya, ¿qué tanto pensaría Amelie en eso si llegase a hablar con este tipo?
Tengo lentes, ¿Amelie tendrá algo con eso?
...
Empiezo a pensar que los celos están presentándose ante mi puerta. Definitivamente no recuerdo haberlos invitado.
Mi reloj marca las 11:23 de la noche, y mañana debo ir al instituto, por lo que intento suprimir a mis nuevos amigos, y cerrar los ojos para poder descansar en la medida de lo que mi turbulento subconsciente me lo conceda.
Realmente, estar enamorado cansa.
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La alarma no ha sonado, pero ya estoy despierto.
Llevo el dorso de mi mano a mis ojos cerrados, me cuesta pensar que ya han pasado 24 horas desde que todo empezó, la noche, ya apoderada del departamento, tiene la amabilidad de cobijarme en su incierta sombra mientras genero mis primeros pensamientos del día.
Quiero ver a Amelie.
Quizás sean sus profundos ojos color chocolate, que abre de par en par con aquella expresión suya, tan serena y hermosa; o su dulce, melódica y angelical voz, que confunde a mi ritmo cardiaco en si debiose acelerar en respuesta al honor que es escucharla, o si sería más adecuado que se detuviese, porque si, tal como sospecho, Amelie es un ángel, dudo ser apto de poder deleitarme en sus encantos.
Me siento incorrecto siquiera admitiendo lo mucho que la extraño, dadas nuestras escasas interacciones recientes, me da un escalofrío la, si bien variable, fuerte probabilidad de que no sea mutuo.
Estar enamorado duele.
Pero la peor parte es que duele de una forma que hace a todos sus partícipes disfrutar de él.

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Es mejor que no lo sepas.
RomanceUna historia que lleva cavilando en mi imaginación desde hace muchas noches, y de la que tengo curiosidad si podría llegar a gustar.