Contexto:
Hace cien años terminó la Cuarta Guerra Mundial, en la que se enfrentaron humanos y mutantes. Los mutantes ganaron y, desde entonces, los humanos fueron sus esclavos. Pero estos no son tan fáciles de dominar, y algo grande se está cocinando entre las sombras.
Bases:
Crear una historia corta de ciencia ficción y con una sola parte, de entre 600 y 1200 palabras, relatando una historia que podría acaecer en un futuro como el planteado.
Nota adicional (27-11-2016):
Alcanzado el séptimo puesto en esta segunda edición del concurso. : )
Subversión
—Psique, entra en su mente —ordenó una voz femenina y áspera, carente de inflexión—. Ya sabes qué buscar.
La aludida no respondió con palabras, pero sus ojos empezaron a brillar con un pálido fulgor azulado mientras su mirada se clavaba en el hombre postrado en el suelo, cuyas manos se hallaban atadas a la espalda.
La exploración de la joven telépata no duró demasiado, y el reo, pese a su valiente e inútil resistencia, apenas sintió dolor. El malestar físico remitiría más pronto que tarde, pero el sufrimiento provocado por el asalto a su intimidad, el haber asistido, impotente, a la revelación de sus emociones y pensamientos más personales, eso sí lo acompañaría como un estigma el resto de su vida. Por otro lado, el detenido tenía serias dudas sobre si esta continuaría o, por el contrario, terminaría abrupta y violentamente en cuanto le fuera extraída la última gota de información. Eso también formaba parte del repertorio de sutiles e imaginativas torturas con que los Escuadrones de seguridad del gobierno mutante "amenizaban" la estancia en sus dependencias de los pobres humanos que caían en su poder.
Morir a manos de los esbirros del gobierno no era algo habitual en aquellos tiempos. El motivo, por paradójico que pudiera sonar, se debía a la enorme mortandad producida durante y al acabar la última gran guerra. Aún hoy, casi un siglo después, resultaba dramática la escasez de mano de obra en todo el planeta. Por eso más del noventa y cinco por ciento de los detenidos se reincorporaba finalmente a sus tareas habituales; del resto, sin embargo, jamás volvía a saberse. Tampoco estaba permitido hablar de ellos ni preguntar por su paradero. Un velo de oscuridad caía para siempre sobre los desaparecidos, como si nunca hubieran existido. Los humanos daban por cierto que eran asesinados y sus cuerpos destruidos. Sin más. El olvido oficial constituía uno de los castigos más crueles en el nuevo orden social y político establecido tras el final de la IV Guerra Mundial, donde humanos y mutantes habían terminado enfrentándose para dilucidar qué bando ostentaría una supremacía que, por otro lado, se venían disputando desde hacía mucho tiempo.
—No sabe nada —informó Psique con evidente disgusto, aunque no por la aparente inocencia del reo, sino por haberse visto obligada... ¡a hablar! Las normas de seguridad no permitían a los telépatas enlazarse mentalmente a nadie más mientras indagaban en la mente de los detenidos. Una norma tan absurda como otras tantas que, quizá en su origen, allá durante los duros años de guerra, pudo haber tenido algún sentido, pero que un siglo después sólo eran rémoras de un pasado violento y oscuro que muchos ya no querían recordar, salvo para denostarlo. Eso sí, en privado. Una nueva —y corta, muy corta— generación de mutantes, nacidos todos ellos bastantes años después de la guerra, a menudo se sentían tanto o más constreñidos por aquellas antiguas normas que los derrotados y esclavizados humanos.
—¿Cómo es posible? El bebé apareció frente a su casa. Un vecino lo vio con él en brazos y nos avisó. Y, hasta donde yo sé, los bebés no aparecen y desaparecen de la nada. Ni siquiera un bebé mutante —argumentó la mujer al mando frunciendo el ceño de un modo amenazador. Ese solo gesto suyo le había servido para obtener no pocas confesiones, sin necesitar a ningún telépata embaucador que leyera las mentes de los detenidos. No se fiaba de los psíquicos. Siempre tan reservados, tan misteriosos, y con ese halo de pretendida superioridad sólo por tener acceso a los pensamientos ajenos. La única razón por la que admitía a una de ellos en su grupo era por acatar las órdenes del gobierno.
El detenido se encogió ante la actitud intimidatoria de la jefa del escuadrón que lo había capturado, pero Psique se limitó a sostener la mirada de esta última con otra que parecía decir: "Sé lo que estás pensando". Sin embargo, cuando habló, sus palabras expresaron algo muy diferente:
—Alguien llamó a su puerta. Cuando fue a abrir, vio al bebé en el suelo. Lo cogió en brazos, pero entonces se dio cuenta de que era mutante, sintió miedo y volvió a dejarlo en la puerta. Nosotros llegamos cuando estaba a punto de llamar para informar, pero el bebé debió desaparecer en ese intervalo. Esas son las únicas imágenes que he visto en su mente. En cuanto a lo que él cree, está convencido de que algún cambiador de forma, teleportador, volador o alguien con la habilidad de hacerse invisible lo abandonó allí para que él lo encontrara. Teme que se trate de una trampa para incriminarlo en un falso secuestro.
—Vaya, ¡qué importante se cree el humano! Ahora resulta que hay por ahí un mutante que se entretiene conspirando contra él para acusarlo de robar bebés —se burló la mujer al mando. Pero en cuestión de segundos cambió de tono y adoptó un semblante pétreo—: Escúchame bien, fósil genético. Nadie de mi especie se molestaría en organizar una pantomima como esa sólo para inculpar a un simple esclavo. Tal vez no pueda acusarte de haber secuestrado a ese bebé, pero te aseguro que si vuelves a darnos algún motivo, por pequeño que sea, para traerte aquí de nuevo, no saldrás vivo de este lugar. Y seré yo quien se encargue personalmente de ti —mientras hablaba, un halo de crepitante energía púrpura envolvió su cuerpo, añadiendo consistencia a su amenaza verbal. Luego le dio la espalda y, mediante un gesto sutil con sus dedos corazón e índice, ordenó que se lo llevaran.
***
Preso y carcelera caminaban despacio por el largo y oscuro corredor que conducía a las celdas del complejo subterráneo. El hombre abría la marcha, seguido de cerca por la telépata que acababa de interrogarlo.
«Gira a la derecha en el siguiente pasillo», ordenó aquella voz extrañamente familiar dentro de su cabeza. El detenido obedeció y, tras seguir nuevas instrucciones, ambos acabaron en una habitación de reducidas dimensiones cuya función debía ser un misterio hasta para quien la diseñó. Humano y mutante quedaron frente a frente durante unos segundos que parecieron una eternidad. De repente, los ojos de Psique brillaron una vez más con el azul característico de su poder. Cuando se apagó, en los ojos del hombre emergió una mirada de reconocimiento. Sonrió. Ella le correspondió.
—Todo ha salido conforme al plan —informó la telépata mientras daba un paso que lo acercó al preso—. Acabo de restaurar tu mente y todos tus recuerdos del bebé.
—De "nuestro" bebé —corrigió él mientras miraba con ternura a la joven mutante. Avanzó también un paso y ambos se fundieron en un abrazo seguido de un intenso beso a través del cual se liberaron de toda la tensión acumulada durante las últimas horas.
«El niño está a salvo. Le pedí a Saltador que se lo llevara lejos, a un lugar seguro. Si es que eso existe en este mundo nuestro», le transmitió la telépata mentalmente.
«Existirá, mi amor», respondió el hombre sin dejar de besarla. «Muy pronto existirá. El descontento crece día a día. Todos los gobiernos crueles e injustos terminan cayendo antes o después, y este no será una excepción».
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Concursos de Ciencia Ficción
Fiksi IlmiahRecopilación de historias que escribo para participar en los CONCURSOS organizados por la cuenta oficial dedicada a la ciencia ficción en español (@CienciaFiccion).