Prólogo

65 0 0
                                    

El avión con destino a Boston debía haber llegado hace 30 minutos, pero no sé porqué motivo, se retrasó. Mi jefe prácticamente me obligó a recoger del BOS (Aeropuerto Internacional Logan) al nuevo compañero que iba a trabajar en la oficina frente a la mía que, después del escándalo con Brandon, quedó vacante. Por lo que Robert (mi jefe) me dijo, Richard Rogers era el As en el departamento de publicidad de Los Ángeles, por lo que la junta de la empresa de Publicidades Touch decidió pagarle una suma muy importante a Rogers. Inmediatamente se hicieron los trámites y Richard terminó en un vuelo hacia aquí. Estaba sentada en la butaca esperando por la llegada del 222 que despegó del LAX hacia BOS a las 07:20 am y que tendría que haber llegado a las 03:50 pm. No me quejo. No soy de esa clase de personas. Jamás me quejaría de una orden de mi jefe, aunque sea forzada. 

Todavía no había almorzado y creía iba a pasar directamente por un Starbucks. Suspiré pesadamente. Tenía que esperarlo. No podía tardar tanto, además no era culpa suya, si no de la aerolínea. Miré mi reloj. Diez minutos para las 04:30 pm. Volví a suspirar. Cerré los ojos momentáneamente y me puse a pensar en todo lo que debía hacer: 1) Debía terminar los bocetos para la campaña de perfumes, 2) preparar las muestras para la demostración de shampoos, 3) redactar los informes y seleccionar los nuevos tiempos para las propagandas. Creo que no me olvidé de nada. Froté mi frente con los dedos. Necesitaba un masaje en el cuello y urgente. 

Sentí que alguien tocó mi hombro y abrí los ojos nerviosa. Un hombre de unos ¿30 años, quizás? Me miraba fijamente y levantó el cartel que estaba en mi asiento continúo, donde decía: ¡Aquí, Richard Rogers! (invento de mi jefe).

-¿Buscas a Richard Rogers?-me preguntó enarcando su ceja castaña. 

Lo miré, luego al cartel y luego otra vez a él. -¿Lo conoces?-le pregunté tontamente.

El extraño sonrió. -¿Qué si lo conozco? Yo soy Richard Rogers y gracias por esperarme.- me dijo irónicamente. 

Me puse de pie tímidamente. –Lo lamento.- Fue todo lo que dije. Como una tonta me quedé callada. Igual, no es habitual en mí tratar mal a la gente y menos a un desconocido, futuro compañero de trabajo. Lo mejor era causar una primera buena impresión. 

-¿Te ayudo con algo?-le pregunté. 

Él me observó mudo y luego miró hacia atrás de mí. –Creo que él puede encargarse de eso. 

Miré a mis espaldas y un botones se estaba encargando de las tres maletas de Richard. 

-Ah, perdón.- Miré al suelo. 

-¿Cómo te llamas?-me preguntó.

-Alexandra Stone. Es un placer conocerte, Richard.- Le tendí la mano pero él la rechazó. Se me acercó y me plantó un beso suave en la mejilla, como si fuera Jessica (la recepcionista y mi amiga). Me retiré hacia atrás. –No vuelvas a hacer eso,- le dije inconscientemente de mala manera. 

Él elevó su ceja y sonrió. -¿Nos vamos o nos quedaremos aquí para siempre? 

Asentí rápidamente y caminé hacia la entrada principal del BOS. Caminé sin aminorar la marcha. Quería llegar a mi auto y alejarme de este hombre horrible. 

Al llegar a mi Uno, quité el cierre automático y abrí la puerta del conductor. Me senté y después de un suspiro relajante, me aseguré el cinturón de seguridad. 

-Tock, tock.- Me giré sobresaltada hacia la ventanilla del conductor y encontré a Richard mirándome enojado. 

Bajé lentamente el vidrio. -¿Qué sucede?- le pregunté. 

-¿Piensas dejarme aquí? ¿Ves que tengo algún auto a mi disposición? 

Mordí mi labio para no sonreír. –Lo lamento. Pensé que ibas a tomar un taxi. 

Él me miró aún más enojado que antes. -¿Yo sé donde queda la empresa?- Negué con la cabeza. –Correcto, entonces hazte a un lado y déjame conducir. 

-¿Qué? Pero… es mi auto.-Susurré. 

-¿Qué?- me preguntó intimidante. 

-Nada. Creo que lo mejor sería que te llevara, ya que no conoces el camino. 

-No, muñeca. No dejaré que una mujer me llevé a ningún lugar. Sólo dime las calles y yo lo haré. 

Lo miré por unos segundos y asentí. Desabroché el cinturón y me cambié al asiento del acompañante. Él abrió la puerta del auto como si fuera suyo. Lo que me molestó un poco. Suspiré. 

-¿Pasa algo?- me preguntó. 

-No. Toma la primera salida y sigue derecho. Volví a abrocharme el cinturón y crucé mis brazos sobre mi pecho. Él puso el auto en movimiento y después de muchas frenadas bruscas (tendré que llevar mi Uno a Jack para que lo revise) llegamos a la Empresa Touch. “Tu toque personal.”

Encanto (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora