1 - "Nada personal"

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Alex

Me senté en la silla giratoria de mi oficina. Apoyé pesadamente la cabeza sobre los antebrazos y suspiré. Suspirar era una costumbre. Lo hacíatodo el tiempo, inconscientemente, claro. Estaba muy cansada. Robert me hizo hacerle un tour personal a Don Mandón, por lo que después de mostrarle los cinco departamentos del edificio, piso por piso, me saqué momentáneamente los tacones negros. Un poco de alivio al dolor de mis pies y cabeza. 

-Tock, tock.

Elevé mi cabeza y miré para ver quien se atrevía a interrumpir mi pobre descanso. Ah, ¡qué bueno! Don Mandón hizo acto de presencia en MI oficina. No le alcanzaba con tener la oficina más grande, no. Ahora venía a torturarme, haciéndome preguntas sobre los registros y otras cosas. ¡Como si yo fuera la secretaria personal de Robert! No, amigo. ¡Esa es Suzanne! 

-Adelante. 

-Stone. Necesito que me des un par de documentos y los envíes a mi correo. Debo hacer un par de llamados. ¿Tienes el número de Thompson, el dueño de Smith? Necesito que le preguntes si podemos vernos y así empezar con las reuniones.

Lo miré mientras me seguía dando órdenes. ¡Un momento! ¡Yo no soy tu secretaria! Si no tienes, pues contrata a una. 

-¿Entendiste?-me preguntó, enarcando su perfecta ceja castaña. 

Yo sonreí y como una tonta asentí. Callada otra vez. 

-Bien. Lo quiero, para más tardar...-Miró su reloj plateado.-para mañana a las 9 am. 

Me puse de pie.-Richard, mira... Yo...

-Lo sé, lo sé. ¿No te alcanza el tiempo? Está bien, hasta la hora del almuerzo. Lo quiero en mi oficina.-Se giró y salió de mi oficina. 

Me desplomé en mi asiento. Maldito mandón. Suspiré. No pensaba hacer todo lo que él me dijera. ¿Quién se creía que era? ¿Quién se cree que soy yo? Esto no iba a quedar así. Me calcé los zapatos y salí de mi oficina hecha una furia pelirroja. (Lo de furia pelirroja era interno, en el exterior era como siempre.) 

Saludé a Suzanne, la SECRETARIA de Robert.

-Hola, Alex. ¿Viste al nuevo? ¿No está para comérselo? 

Yo rodé mis ojos internamente. Sonreí y le hice señas a las dobles puertas de la oficina de Robert. 

-Pasa. Está desocupado. 

Golpeé la puerta. –Adelante.-Gritó Robert. 

-Alex. Pasa, querida. ¿Está todo bien con Richard?-Las arrugas poblaron sus ojos, demostrando preocupación. 

Trabajaba en esta empresa desde hace 7 años. Empecé a los 18 años, cuando terminé la secundaria e ingresé como pasante. Robert me tomó cariño y para él, soy como la hija que nunca tuvo. Claro que Robert tiene dos hijos, pero él y Clare siempre quisieron una hija. Así que, básicamente soy como su hija postiza. 

-Justamente, es de él de quién te quería hablar.

Robert arrugó aún más sus ojos marrones. -¿Hay algún problema, querida? Siéntate. 

Me senté y suspiré. Ese suspiro era de frustración. 

-Verás. Siento que Richard se cree que es el dueño de todo. Me trata como una empleada más y eso no es todo. Lo peor es que me pidió muchas cosas y creo que piensa que soy su secretaria.- Al fin pude sacarme lo que tenía dentro desde que el día comenzó. Sólo Robert me conocía lo suficientemente bien como para saber que algo andaba mal en mí. 

Robert pasó sus dedos por los labios gruesos. Conocía esa postura: hombre pensando profundamente. 

-Alex...- Hay, no. Ahí venía el sermón. 

-Sé que sabes que soy una profesional y que debo llevarme bien con mis compañeros. ¿Alguna ves tuviste alguna queja de alguien sobre mí?- Ahí está. Le mostré mi punto. 

Robert suspiró. Se acomodó en su sillón y apoyó sus brazos sobre los bordes del mismo. 

-Hablaré con él.-Sonreí internamente. 

Asentí y me puse de pie. Robert me imitó y dio la vuelta a su escritorio, acercándose a mí. Puso una mano sobre mi hombro y lo apretó cariñosamente. –Ve a casa y descansa. Yo me ocuparé de él. 

-Gracias, Robert.-Le regalé mi sonrisa más compradora y apreté su mano. Me dejó ir y yo pasé por mi oficina por última vez en el día. Eran las 8:30 pm y estaba segura de que no iba a cocinar. Directo a la ducha y luego a la cama. 

Recogí mi cartera y abrigo color beige del perchero y me lo puse. 

Estaba en el ascensor, una voz potente y lamentablemente conocida me gritó para que lo detuviera. En mi afán de escaparme de Richard, presioné para que las puertas se cerraran justo en la cara de Richard. Sonreí triunfal cuando vi en sus ojos la rabia. Al llegar al garaje, donde estaba guardado mi Uno, escuché la campana que avisaba que el ascensor de al lado había llegado también al garaje. Me giré y vi a Richard salir del interior del ascensor. 

Corrió unos segundos hasta alcanzarme. –Gracias por detenerlo.-Me dijo con ironía. 

-De nada,-le respondí. Él sonrió con malicia. 

-¿A dónde vas con tanta prisa?

-A mi casa,-respondí automáticamente. Busqué las llaves en mi cartera y las encontré al fondo. Apreté el botón de destrabar. Me acerqué a mi auto y abrí la puerta del conductor. Puse mi cartera entre el asiento del acompañante y el mío y cerré la puerta. 

Richard estaba parado al otro lado de mi auto.

-¿Pasa algo?-le pregunté. 

-Todavía no tengo vehículo,-me dijo con su tono irónico de siempre. 

-Ah, es verdad. Es tu primer día. ¿Necesitas que te lleve a algún lado?-Le pregunté amablemente. 

Él me miró como diciendo ¿ves a alguien más que puede llevarme? Y eso me molestó. Él me molestaba. Su manera irónica de hablar, su forma de caminar, TODO. 

-A mi nuevo apartamento estaría bien.-Esperó a que quitara el seguro de la puerta del acompañante y luego la abrió. Se sentó y sacó de su portafolio un papel.-Aquí es. 

Leí la dirección: St. Thomas 265. Oh, no. El destino no podía ser tan cruel. Era en el edificio en que yo vivía. 

-¿Sabes el piso?-le pregunté nerviosa. 

Él lo pensó por un segundo. -5D. ¿Por qué? 

-Oh, Dios.- No podía ser verdad. Yo vivía en el 5B. 

-Vivimos en el mismo edificio.-Solté. Él se giró hacía mí y me miró fijamente. 

-Que interesante.-Se pasó la mano por la barba de pocos días y sonrió. Esa sonrisa me tensó. 

Qué otra. Puse en marcha el auto y fuimos al edificio.  

Encanto (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora