Rick
Llegamos al edificio donde iba a vivir por una larga temporada. Si todo iba bien, claro. Mi compañera de viaje iba en silencio. No me preguntó más nada después de enterarse que vivíamos en el mismo edificio. ¿Destino o casualidad? Yo no creía en ninguno. Yo fabricaba mi propio camino, así que si éramos compañeros de trabajo y de vivienda, iba a tramar un par de cosas para ella. La miré mientras manejaba y buscaba lugar para estacionar. Se veía cansada y enojada. Pero, ¿con quién? ¿Con ella misma o conmigo?
Me gustaba provocarla. Ver como se ponía colorada cuando le daba una orden, tragándose sus ganas de hablar. Iba a hacerle eso y mucho más. No me gustó nada cuando me corrió la mejilla. Ninguna mujer me hizo eso a mí. Y ella, por haberlo hecho, iba a pagarlo muy caro.
Algo me habían contado de ella en la empresa. Era la favorita del dueño, un viejo panzón y medio calvo. Lo tenía comiendo de mi mano. Robert sabía que yo era el mejor y por eso iba a manejarlo a mi antojo. La que estaba haciéndose la dura era Stone. Parecía tan frágil y sumisa. Según lo que me contaron, nunca había tenido un disgusto con los empleados. Ni con los de limpieza. Eso era raro. Muy raro. Iba a descubrir que era lo que escondía y les iba a mostrar a todos la verdadera Alexandra Stone. Todos se enterarían que la pobre e indefensa Alex o Alexa, como le decían algunos, no era ningún ratoncito asustado. No. Yo sabía que ella tenía algo escondido.
Ambos bajamos del auto y ella apretó un botón de su llavero, encendiendo las trabas automáticas del auto. Caminamos en silencio hasta el elevador. Miré a mí alrededor, un garaje bastante decente. El ascensor, completo de espejos, nos devolvía el reflejo de dos personas incómodamente encerradas. La campana anunciando que habíamos llegado al quinto piso sonó. Ella salió primero como una flecha. No tuve tiempo de decirle nada. Escuché el ruido de sus tacos, mientras casi corría a esconderse de mí. Por que sabía que así era. Las mujeres como ella eran fáciles de descifrar. Aparentes tiernas, amables, todas escondían fieras por dentro. Me preguntaba cuando fue la última vez que tuvo sexo con un hombre. ¿Meses? ¿Años, tal vez? Sonreí.
Llegué a la puerta de mi departamento el 5D. Busqué las llaves en mi pantalón negro de vestir. No las encontré. Busqué en los bolsillos de mi saco negro, tampoco estaban allí. ¿Dónde demonios estaban? Pensé y pensé. Tal vez se cayeron en el auto o me las olvidé en la oficina. Pero, ¿cómo iba a ir a la oficina si no tenía auto? Lo mejor era pedirle ayuda a la única persona que conocía. Stone.
Golpeé la puerta de su departamento. -¿Quién es?-preguntó. Me asomé a la mirilla para que me viera. Escuché que suspiró fuertemente. No me soportaba.
Alexandra abrió la puerta y la entornó. Llevaba una bata en color fucsia y las piernas casi al descubierto. Oh, oh. La interrumpí justo cuando iba a bañarse. ¡Qué oportuno soy!
-¿Qué quieres?-Elevé mi ceja. Definitivamente no me soportaba.
-¿Podrías ser una buena vecina y darme las llaves de tu auto?-Vi la expresión de sorpresa en sus ojos verdes. No estaba para nada contenta.
-¿Para qué las quieres?-Terminó de abrir la puerta.
-Creo que olvidé las llaves en tu auto.-Ella rodó sus ojos y suspiró.
-¿Estás seguro?
-¿Me quieres revisar tú misma?-Ella apretó sus labios rellenos. Cerró sus ojos por lo que le tomó pensar la respuesta y asintió. Sumisa.
-Pero... yo te acompaño. No dejaré que revises mi auto.- Me hizo señas para que entrara a su mundo. Cerró la puerta detrás de mí y entró a una habitación. Cerró la puerta y me gritó: -Dame dos minutos.
Me senté en el sillón color crema. Departamento limpio, ordenado. Típico de ella. Justo a su personalidad. Miré a mí alrededor y sobre un mueble había un par de fotos puestos en marcos triples. Me puse de pie y me acerqué. Fotos de ella, con una mujer muy parecida a ella y con otras personas. ¿Su madre y unas amigas? ¿Y su padre?
Escuché que la puerta se abría. -¿Qué estás haciendo?-me preguntó enojada.
Me enderecé rápidamente.-Sólo admirando las fotos. ¿Vamos?-Me giré hacia ella. Se había puesto un jean azul oscuro y unas botas cortas negras. Una campera con capucha y su pelo colorado recogido en una cola de caballo. Nada en comparación a los trajes que solía usar. Ese jean le quedaba perfecto. Acentuando y calzando perfecto en sus caderas.
-Vamos, que necesito dormir.- Caminó a mi lado y un perfume con fragancia a vainilla me envolvió. Quedé momentáneamente paralizado. Ese perfume me traía un mal recuerdo. Cierta persona usaba uno muy similar.
Subimos juntos al ascensor y yo la miraba de reojo. Ella miraba un punto fijo en el suelo brilloso y estaba pensativa. La campana sonó y llegamos al garaje. Alexandra salió primero y con las llaves en la mano, caminó rápidamente hacia su auto. Yo la seguí, mientras admirada su cuerpo de espaldas. Era un hombre y no estaba ciego. La pequeña Alex estaba bien proporcionada. Buenos pechos y cola. Mmm, me estaba tentando bastante. No. Rick, concéntrate en el plan. Ella debe pagar.
Alexa tenía sus rodillas apoyadas en el asiento del acompañante registrándolo y buscando mis llaves. Me dio una perfecta visión de su parte trasera y comencé a sentir calor. Sacudí la cabeza negando. Concéntrate, tigre.
-Aquí no hay nada.-Salió del auto y me enfrentó. -¿Estás seguro que no las tienes encima?-Enarcó sus cejas.
Rodé mis ojos. Le llevaba como una cabeza entera. –Estoy seguro. Tal vez las olvidé en mi escritorio. ¿Podemos ir a buscarlas?
Ella me miró como si estuviera loco. -¿Estás loco? A esta hora ya no hay nadie. Y además, el edificio está cerrado.- Ella desvió su vista y miró algo que yo no veía. Suspiró.-No queda otra. Pero, tendrás que conformarte con el sillón.
-¿D-de qué estás hablando?-le pregunté confundido. ¿Me estaba invitando a su casa?
-Que por malo que sea...-Volvió a suspirar.-no puedo dejar a alguien durmiendo en el hall.-Negó con la cabeza.-Vamos, que mañana tenemos un largo día.
Alex abrió la puerta de su departamento, yo la cerré detrás de mí. Tiró las llaves en un cuadrado que estaba a la derecha de la puerta y suspiró. Parecía verdaderamente agotada.
Se metió a la misma habitación de antes , volvió con mantas y una almohada en sus brazos.
-Gracias,-le dije. Ella se encogió de hombros. ¿Qué le pasaba?
Acomodé la almohada y las mantas en el sillón color crema y me senté. Me saqué los zapatos y después el saco del traje. Ella me miraba fijamente.
-¿Pasa algo?-le pregunté. Alex abrió los ojos y noté que el rubor se extendía por sus mejillas. Negó con la cabeza.
-Nada. Bueno, me voy a la cama. Trata de dormir.- Se dio vuelta y se fue a su habitación.
Al cerrar la puerta, me saqué la camisa blanca que llevaba. Ella se iba a llevar una gran sorpresa por la mañana. No era que estaba semidesnudo, siempre llevaba una musculosa blanca debajo.
Me acosté y miré momentáneamente al techo. Pensé en el nuevo empleo. Robert me propuso ser el jefe de publicidad pero primero, tenía que pasar unas pruebas para demostrarle que, definitivamente era el mejor. Cerré los ojos y acomodé mis abrazos a mis costados. Estaba muy incómodo. El sillón era chico para mí cuerpo y mis piernas pasaban su largo. Seguramente mañana me despertaré con más de un dolor. Me rendí al cansancio del viaje y a la tarde exhausta de hoy.
ESTÁS LEYENDO
Encanto (Editando)
RomanceAlexandra es de carácter amable y buena compañera. Pronto será la jefa del equipo de publicidades Touch y tiene planificado un futuro muy prometedor. Eso es hasta que conoce a su nuevo compañero de trabajo. Rick es controlador y un manipulador prof...