Capítulo 2

170 11 14
                                    

Max

Estaba tranquilamente tomando una cerveza cuando el perro faldero de Jamie, Ben, entró en la cocina.

-El jefe te llama- dice sacando una cerveza del refrigerador.

-¿Que demonios quiere ahora?

-Solo te daré una pista. Un lindo trasero te espera- sonrió el muy hijo de puta.

Fruncí el ceño y fui a ver que demonios quería mi hermano, sí, mi hermano. Era un reverendo hijo de puta, pero que esperaban uno no escoge a la familia.

Se preguntarán que hago aquí metido en toda esta mierda. No es que sea como un pasatiempo, no es de mi gusto robarle a personas adineradas, ni tampoco disfruto el tráfico de mujeres. Estoy aquí para acabar con todo ésto. Odio a mi hermano, tanto que desearía verlo muerto, a causado mucho daño en toda su puta vida y sé que está en mis manos ponerle fin.

Cuándo llegué a su despacho abrí la puerta sin golpear lo que vi me causó una rabia enorme que tuve que disimular. Mi hermano estaba con su jodida cara metida en la nuca de una chica que temblaba a mil por hora. Cuando me vio entrar se apartó con una sonrisa, lo que me permitió notar que los hombros de la chica se relajaron.

Maldito hijo de puta...

-¿Me mandaste a llamar?- le digo firme.

-Max, hermanito- responde Jamie- como veras lo del robo fue todo un éxito y quise premiarlos con un regalo, los otros dos ya se fueron con el suyo.

Mis puños se apretaron de tan solo pensar que dos chicas inocentes se fueron con Félix y Darío. Dos hijos de puta completamente locos.

Lo decía por que Felix tiene la fama de estrangular a chicas inocentes cuando éstas se niegan a estar con él. Según lo que dice, no le gusta que se pongan a "lloriquear" como niñas de primaria.

¿Y Darío? Ese maldito no se queda atrás, le encanta maltratar mujeres cuando está en el acto y verlas llorar suplicando que no lo haga más.

En fin, dos hijos de puta que nunca debieron nacer.

-Y ésta es para ti, su nombre es Atenea. La diosa Atenea-Vi como Jamie gira a la chica y quedaba frente a mi.

Mi corazón se detuvo en el momento en cuánto nuestras miradas se cruzaron, debía reconocer que mi hermano tenía razón, era una diosa, pero no lo decía por su cuerpo, lo que me impresionó de ella fue su rostro, era preciosa, tenía una belleza única e incomparable. Además su nombre era hermoso, sin duda estaba hecho para ella.

Entonces fruncí el ceño, su rostro, su bello rostro reflejaba miedo y daría cualquier cosa por no ver esa mirada jamás.

-Hay algo especial en ella-Continuó Jamie- Es virgen, así que espero lo aprecies. Ya sabes que me gusta estrenarlas a mí primero, pero esta vez dejaré que mi hermano menor se divierta.

Mi mirada se dirigió a Jamie, lo odiaba en ese momento, lo odiaba por traer a una chica inocente a toda esta mierda, no podía aceptar esto, aún que esta chica sea diferente, no iba caer en el puto juego de mi hermano.

-Sin ofenderte Jamie-hablé firme- pero yo no la quiero...

Jamie me miró, si las miradas matarán...

-¿Estas rechazando mi regalo?

-Sinceramente no estoy interesado, Jamie- digo sin reaccionar al tono agresivo con el que me habló.

-Escucha Max. No me gusta que rechacen mis regalos, son pocas veces que tengo este tipo de consideraciones. Sabes que soy yo quien decide estrenarlas y por una maldita vez que decido que seas tú quién lo haga, ¿Lo rechazas? Simplemente no voy a permitirlo- el tono era cada vez mas alto- Vas a aceptarla quieras o no, así que no quiero escuchar una queja. Te la llevas y punto.

AteneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora