Capítulo 4

126 12 7
                                    

Atenea

Ya pasaron cuatro semanas. Cuatro semanas para pensar una y otra vez como salir de aquí, pensar en mi hermano, en como estaría o si logró llegar con Tania, si estará esperando por mi, me pregunto día a día si esta enfermo o si llora cada día por las muertes de nuestros padres. Necesito volver con él.

Hace unos días estaba hablando con Ana sobre una pequeña idea que se me ocurrió, hasta ahora confiaba más en ella y Zac. Como Zac podía salir del bar, pensé en pedirle si podía averiguar sobre mi hermano, pero aún no estaba segura. Ana me pidió que le dijera a Max, bueno, estas semanas se a portado genial, no puedo negar que ha intentado muchas veces ganar mi confianza y debo admitirlo, lo está logrando, pero no es lo suficiente como para confiarle a mi hermano.

-¿En que piensas?- me preguntó Max sacándome de mis pensamientos.

Estábamos nuevamente en la misma habitación de siempre sentados en el sofá, ¿Que hacíamos? Conversar, todo este tiempo solo conversamos, me cuenta sobre sus cosas y yo le cuento algo de mi, lo más breve claro.

-En nada. Solo... pensaba en mis amigos- le mentí

-Debes extrañarlos

-Un poco. No tanto como a mi familia.

-Lo se, debe ser difícil.

-Trato de superarlo- sonreí con pesar

-Hablemos de otra cosa-dijo para tratar de cambiar el ambiente.

-¿Sobre qué?

-Quiero confesarte algo-yo lo miré interrogante-Hoy te estuve observando todo el tiempo-yo me sorprendí-Eres muy hermosa Atenea-sentí como mi rostro ardía por la vergüenza y soy consciente del sonrojo que debía tener en ese momento-tanto, que por un momento pensé en que tal vez debí haber aceptado estar contigo, pero después me arrepentí de pensar tal cosa.

-¿Qué es lo que debo hacer en este momento?-pregunté en modo de broma-¿Sorprenderme o darte un Gracias?

-Lo que quieras estará bien-sonrió. En ese momento nuestras miradas se encontraban totalmente conectadas, y demonios que no quería dejar de mirarlo.

Después de un rato de silencio, me recosté en la cama sobre mi estómago y puse mis manos bajo mi barbilla para mirarlo.

-Entonces dime, como es que te acostaste con Mónica si la odias tanto- la verdad tenía curiosidad.

-Sinceramente fueron dos veces-dijo recostándose de lado en la cama- la primera estaba tan ebrio que no recuerdo ni como pasó y la segunda había salido de una gran pelea con mi hermano que me desquite con ella.

-Vaya... Y aún así ella te presume.

El suspiró resignado.

-Le dije mil veces que dejara de esparcir esos rumores, pero es como hablarle a una pared.

-Debe ser muy irritante para ti-Yo me giré un poco quedando en la misma posición que él pero en dirección contraria, Max me sonrió y se estiró un poco para entrelazar nuestras manos, hace unos días que le gusta hacer eso, y la verdad se siente bien.

-Ni te imaginas, es como un grano en el trasero-solté una carcajada.

Lo miré por uno segundo y él lo notó.

-¿Que pasa?

-Nada, es solo que... Eres un hombre muy extraño.

-¿Por qué?-preguntó levantando una ceja.

-Porque tu personalidad no encaja con este sitio.

-Hago lo posible porque no encaje.

-¿Te gusta lo que haces?-pregunté de repente y su cara se torno seria.

AteneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora