Era una manía que podía volver loco a cualquiera. Pasar escribiendo todas las noches como un ser desquiciado. Tenía tanto que decirles a esas páginas, tanta desesperación, tanto odio. Todo se reflejaba en sus escritos. Su narrativa impresionaba a cualquiera.
Pero él era el único testigo de aquellos relatos, que incluso podían erizarle el pelo a cualquiera.
Prácticamente considerado como un rito, todas las noches, a la misma hora lo hacía. En una destartalada silla que parecía que se caería en cualquier momento y a la luz de la bombilla de su habitación escribía sus relatos. Hasta las tres de la mañana cuando sentía que ya era suficiente, se acostaba a dormir finalmente. Hasta que un gallo le anunciara el inicio de un nuevo día.- ¡Buenos días mama! Dijo una pequeña niña
- ¡Buenos días! Respondió una hermosa mujer.
Esta era alta y delgada, su pelo de color rubio caía como una cascada por la espalda. Sus manos eran de una tez blanca, lo suficiente para parecer pálida en todo momento. Y tenía unos ojos color cielo, que mostraban hasta las estrellas al mirarlos fijamente.Aquella niña saltando de la cama se abalanzó sobre aquella mujer, dándole un abrazo que parecía estar lleno del más inocente amor, y un beso sonoro atacó su mejilla.
En la sala un viejo reloj indicaba con sus campanadas que el día acaba de iniciar al ser las 5 am.
- ¡Veo que hoy te has levantado con una gran energía niña!- ¡Ya lo creo! Dijo. Ayer prácticamente no pude dormir de la emoción, hoy será un gran día... mamá.
Corriendo la niña bajó rápidamente las escaleras, su cara reflejaba una emoción impresionante, no parecía que hubiese fuerza tan grande como para arrancarle tanta felicidad. Aquella mujer de cabello rubio le observaba mostrando una sonrisa de perfectos dientes blancos.
Retirándose, se dirigió a su habitación, en el gabinete -que era el objeto más valioso de la habitación- lo abrió alegremente, se dispuso a encontrar sus mejores galas. De veras quería verse hermosa ese día.Podía escuchar a la niña jugar en el jardín delantero, dando gritos de alegría, entró de nuevo a su casa.
Ya era tiempo de preparase, y después de un meticuloso baño y emperifollarse, ambas estaban listas.
Aquella mujer de verdad se veía radiante, al salir de la casa el sol se reflejaba en su cabello, que parecía aún más brillante. Llevaba una trenza que delicadamente sobresalía por su hombro. La niña vestía una ropa de seda, de color lila muy suave. Tan delicadas parecían aquellas prendas, que suponían un trabajo de fina costura y arte. No todas las personas vestían de esa manera para esa época.
Solo las familias de alta clase podían darse tales lujos.Comenzaron su viaje, la mujer llevaba a su hija de la mano y en la otra sostenía una canasta. La niña posaba sus ojos en los animalejos que pasaban junto al camino, se admiraba de tanta belleza que le daban unas enormes ganas de sonreír.
La pequeña niña era una copia idéntica a su madre, solo tenían una diferencia, unos ojos grandes y negros que mostraban bondad y dulzura.No vivían demasiados vecinos cerca de ese lugar, por no decir que era el lado más apartado de la zona, el camino estaba adornado del aroma de las flores sembradas a la orilla de la vereda.
Aquella mujer observaba a su hija con ojos de profundo amor, el más puro y limpio corazón.La niña se había soltado de la mano de su madre para poder cortar unas de las flores de ese camino. Su madre sin percatarse siguió caminando mientras se encontraba hipnotizada por el paisaje que le rodeaba, sentía como el viento llegaba a abrazar su rostro con suavidad y ternura. El olor a jazmines y rosas se había impregnado en su ropa. Esto le daba aún más placer, sentía como fluía a su alrededor la colección de sonidos de pajaritos, que con su melodía alegraban el día.
La niña ya no estaba su lado, al percatarse se dio vuelta, pero ya no la vio.
Su corazón empezó a palpitar cada vez más fuerte, comenzó a caminar de regreso a su casa, para intentar buscarla en el camino. Su respiración aumentaba y su corazón se hizo un puño. Acelerando el paso llego hasta una parte del camino donde se encontraban tres flores recién cortadas. Eran tres rosas blancas. Y un zapato de la niña junto a estas.
La mujer mirando a su alrededor lo único que pudo distinguir fue una entrada hacia el bosque a su derecha. Soltó la canasta que llevaba en su mano y comenzó a correr hacia el bosque.
Aquella mujer de ojos color cielo.
Aquella mujer de tez pálida.
Aquella mujer, de vestido color salmón.
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"Mi amigo Joey"
Mystery / ThrillerUn recuerdo fue lo único que le bastó para tener una visita inesperada. Hace mucho tiempo que no se sentía igual. Un viejo conocido estaba de regreso. La mente puede tener más de un camino, mientras que el más fácil siempre será el más aterrador. Jo...