Invierno

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La joven se encontraba sentada frente a la ventana, observaba a aquel chico pasear por el bosque con su perro de caza, como todos los días, sin darse cuenta se había enamorado de aquellos ojos cual carbón, de la forma como corría de un lado a otro con su perro y hasta de la manera en que tomaba el arma y disparaba de esa manera tan fría. Ella sabía  que no podía enamorarse de él, de un humano, de un cazador, su padre se lo había dicho varias veces, pero ¿Acaso puede alguien desobedecer a las leyes dictadas por el corazón? Por lo menos no Sera.

Y es que los sueños no son más que reflejos de la realidad misma, yasen ocultos en el interior de un mundo infinito y se manifiestan en los sentimientos de los seres vivos.

Un manto blanco y frío cubría la tierra mientras la neblina limitaba la visión, el sol había decidido arroparse con las nubes y los árboles dormían tranquilamente, Sera había salido a dar un paseo por el bosque su larga cabellera blanca y su piel de papel se confundían fácilmente con la nieve, además llevaba un vestido blanco de tiros a la rodillas e iba descalza, a pesar de esto no había ni señal de frío en ella.

Sera lanzó un silvido y luego esperó su respuesta, un aullido lento y largo como si estuviera pidiendo ayuda. Sera corrió lo más rápido que pudo, utilizó su agudo olfato y su desarrollado oído para encontrar a su amigo. Al llegar lo que vió la dejó impactada, ella ya sabía que esto sucedería algún día, después de todo el era un cazador y ellos su presa. Corrió hasta llegar al animal herido y se colocó entre él y el arma que amenazaba con su vida. El joven cazador solo la miraba confundido y el perro solo gruñía en su dirección, para él ella sólo era su presa.

-Oye, oye niña es peligroso, aléjate de el lobo.

A pesar de las advertencias de aquel varón Sera no podía quedarse a ver como mataban a su amigo, con mucha cautela y sin separar la vista de aquel hermoso agresor Será caminó unos pasos hacia atrás y cuando estuvo lo bastante cerca se dió la vuelta y miró la herida de aquella criatura.

-Oye que haces, ¡Aléjate de él!

Sera volvió a mirar a aquel chico que nuevamente apuntaba el arma hacia ellos y no pudo evitar soltar un gruñido de advertencia, algo que extrañó por completo al joven. Al percatarse de lo que había hecho la joven volvió a consentrarse en curar la herida de su amigo, tomó un trozo de su vestido y vendó su pata tracera, luego ambos aprovecharon la espesa neblina y desaparecieron en la espesura del bosque.

El destino era solo un juego al azar donde cada ser era una pieza del tablero o alguna que otra ficha, muchos encuentran la forma de atravesar el telón de la casualidad y consiguen tomar el control de su propio camino, pero esto también es parte de un destino desidido.

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