Capítulo II: Un encuentro chocante

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Tras asegurarse de que no hubiera nadie por los alrededores salió corriendo de aquel orfanato, al que no querí volver a ver, ni a escuchar su nobre: Orfanato La Fleicidad. Según ella su nombre no era el adecuado.

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La señora Méndez vuelve a sentarse en su silla.

-Disculpen las molestias, y sobre todo a Alexia. Como habéis podido ver tiene mucho carácter.-Dice soltando una risita nerviosa y avergonzada.

-No es culpa suya.-Hablando ahora la mujer.-Esto nos ha hecho comprender que no estamos preparados para a adoprtar, de momento. Preferemos esperar y centarnos más en nosotros. Si adoptáramos creemos que adoptariámos a un niño más pequeño para poder ir aprendiendo para algunas situaciones futuras como esta...-Dice mientras mira de vez en cuando a su pareja.

-Pero sabéis que puede estar todo un año con vosotros de prueba, para poder conoceros y...

-Los sentimos.- Habla apenado el hombre mientras le coge la mano a la mujer.-Como ya le hemos dicho, preferemos esperar.

A continuación se despiden y la señora Méndez vuelve a su trabajo sin darle ninguna importancia a la perreta de la chica.

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En la entrada había un portón de hierro forjado, el cual estaba pintado de negro, aunque se apreciaba bastante bien como se le caía la pintura y dejaba ver su color natural plateado, en la parte arriba decía Orfanato La Felicidad. Debía de medir unos dos metros y medio, casi tres.

Alexia se dio la vuelta y hechó un útimo vistazo al orfanato, una última pronunciación de su nombre.

-Adios Orfanato La Felicidad, adios.-Recitó Alexia ahogándose en sus propias lágrimas.

El orfanato se encontraba un poco alejado de la ciudad, pero no lo suficiente como para que Alexia no pudiera llegar en media hora.

Durante el trayecto iba pensando en muchas cosas: qué haría cuando llegara, qué comería, dónde dormiría, si se darían cuenta algún día de que ya no estaba en el orfanato, si la echarían de menos...

Llegó a la entrada de la ciudad, en un carte grande ponía Bienvenidos a la ciudad de Naonea. Se dirigió al parque sin hacer ninguna pausa por el camino, ya que sabía perfectamente donde se situaba gracias a las excurciones de aquel sitio innombrable. Era enorme y muy bonito. Había mucha gente, sobre todo niños pequeños, adolescentes en parejas y chicos con skates. 

Se sentó en un banco que estaba frente a un lago, en el que habían patos y cisnes. Posó la mochila sobre sus rodillas, la abrió y comprobó qué cosas se había traido con ella. Sacó Los Mil y Un Mundos; pensó que no le serviría de nada, aunque era una de las pocas cosas que apreciaba y tenía valor, dos botellas de agua pequeñas; una vez leyó que el ser humano podía aguantar tres días solamente a base de agua, aunque tal y como es Alexia que se bebe esas dos botellas en un sólo día y come más que un elefante que come plantas. Una manta para la noche, eso sí que era útil, ya que probablemente tendría que dormir en ese mismo banco.

Se levanta de golpe, no podía ser, sería un sueño o algo por el estilo, ¡el dinero no estaba! Volvió a sacar todo y se lo puso en un brazo junto a la mochila y con el otro revolvió su mochila, entonces, lo encontró. Soltó un suspiro de alivio porque ya se estaba viendo sin cenar esta noche. Todo había quedado en un susto. Después guardó el billete entre las páginas del libro, pensó que le había encontrado utilidad al libro: de cartera.

Estaba de pie entre el lago y el banco, cuando pasan cinco, seis hasta siete skaters que le tiran todas sus cosas de tan rápido que iban. Se queda tirada en el suelo intentando juntar todas sus cosas lo antes posible. El útimo skater se detiene para poder ayudarla. El chico se pone de rodillas a la altura de Alexia.

-¡Sois idiotas o qué os pasa!-Grita Alexia enfadada a la vez que recoge sus cosas.

-No, lo siento.

Los dos tocan el libro a la misma vez y se miran. El chico se pierde en la mirada triste y enfadada de aquella bella joven, cuya chica tenía unos ojos verdes, preciosos y brillantes cual dos esmeraldas parecían. Alexia también se pierde en aquellos ojos azules, pero en cuestión de segundos todo vuelve a la normalidad El joven le cede el libro y Alexia lo acepta bruscamente mientras lo guarda en su mochila junto a las otras cosas y la cierra.

-Lo siento mucho, de verdad.-Se disculpa el skater aflijido.

-Con sentirlo no dejas de ser idiota, ¿no crees?-Dice Alexia con un tono un poco seco.

-Si fuera idiota no te hubiese ayudado y tú también serías bastante idiota.-Le contesta alterándose.

-¡¿Yo idiota?! ¡Ja! Vamos, es que ya es lo que faltaba, aparte de tirarme a mí y a mis cosas, ¿también me insultas?

El chico suelta una risa un tanto pretenciosa.

-Me refiero a tres cosas. Primera, tú eres la idiota porque encima que me disculpo y te ayudo a recoger todo en lo que mis amigos están en el tubo me sigues insultando.-Alexia intenta interrumpirle pero éste la manda a callar.-Segundo, a tí también te encanta Los Mil y Un Mundos.-Alexia vuelve a intentar interrumpirle, esta vez sí lo consigue.

-¿Cómo sabes que me gusta tanto?-Pregunta Alexia sin saber el porque de su saber.

-¡Tercera! Eres tan, pero tan idiota que te has escapado de casa y lo primero que se te ocurre traer es tu libro favorito, en vez de comida o dinero.

Por un lado tenía razón, pero por otro no. No tenía casa, ni más dinero, y no podía coger alimentos de la despensa de aquel orfanato que nunca volvería a mencionar.

Se hace el silencio, no saben qué decirse.

-Aunque...¡Quizás tengas razón! Por cierto, ¿tu nombre es?

-Alexia.- Contesta la jóven que también le iba a preguntar el nombre al chico, pero nada más terminar de responder al skater este vuelve a hablar.

-A lo mejor sí que soy un poco idiota...Vamos a ver, me paré y dejé de hacer lo que llevaba esperando todo el día para ayudar a una completa desconocida, que no he visto en mi vida, que probablemente no volveré a ver, es una gruñona, una completa idiota y que ni si quiera la he tirado yo.-Alexia inspira con la boca abierta sin saber qué decir mientras el chico se ríe con una fuerte carcajada.-¿Te lo puedes creer A-le-xi-a?

Alexia se pone roja de lo enfadada y avergonzada que está.

Entonces los demás skaters llaman al chico con un fuerte silvido. El chico les contesta que ya va. Se sube a su skate y sin darse la vuelta alza la mano derecha y levanta dos desdos en forma de V como simbolización de paz.

Bueno el chico que aparece en la foto se trata del skater (de momento a no ser que encuentre a otro chico que se asemeje más a él).

Amor y destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora