Capítulo 3 - Juntos

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Llegamos a su casa. Era una mansión. Era enorme. Sus padres tendrían mucho dinero.
Él no apartó su brazo de mi hombro en ningún momento.
De camino, estuvimos hablando de lo bien que lo pasamos hoy por la tarde y de que había que repetirlo. Pero... fue algo así:
- Mari, me encantó lo de hoy por la tarde. ¡Tenemos que repetirlo algún día! --decía mientras me miraba a los ojos y mostraba una sonrisa de complicidad--.
- ¡Claro! Alya y Nino son geniales, bueno, a parte de ti...
Me sonrojé como un tomate.
- Yo estaba pensando en ir solos... --me dijo mientras sus mejillas se volvían rosas--.
- Oh... E-Eso también es un buen plan... --dije roja como una mariquita-
- Mira, ya hemos llegado.
Me había invitado a ir juntos...
Bueno, volvemos al principio.
Su casa tenía muchas habitaciones y la casa estaba decorada muy alegremente, aunque en los cuadros su padre salía serio, y su madre como un rayo de sol.
Los polos opuestos se atraen, ¿no?
Su padre me sonaba mucho, pero no sé de qué...
- Ven, vamos a mi habitación --dijo mientras me agarraba de la mano y me guiaba a su cuarto--.
Era enorme. Era más grande que mi salón. Y todo lleno de pósters y fotos suyas posando.
- Wow.
- ¿Te gusta? Sí, es muy grande, todos me lo dicen.
- Es increíble. Me encanta, Adrien... ¿Y esas fotos y pósters?
- Oh, mi padre es diseñador y mi madre fotógrafa. Me utilizan como modelo y ese es el resultado.
- Wow otra vez... --dije con una pequeña sonrisa--.
- Puedes sentarte si quieres --dijo mientras me hacía un sitio y se sentaba en su cama--.
Me senté tímidamente. Estaba en su cama.
- Bueno, son las 9.05, aún queda mucho hasta las 9.30. ¿Quieres jugar a algo, hablar, adelantarnos y salir antes...?
Quería hablar con él. Preguntarle sobre muchas cosas. Como desde cuándo sus padres son amigos de los míos o por su pasado, lo que quiere hacer en el futuro...
- Podemos hablar, y luego podemos hacer el resto...
- ¡Claro! ¿Qué quieres saber de mí? --dijo con una amplia sonrisa--.
- Mmm... ¿Sabes desde cuándo se conocen nuestros padres?
- No tengo ni idea. Cuando lleguen a casa les podemos preguntar. ¿Más?
- ¿Por qué vinisteis a París?
- Mi padre se mudó aquí antes que nosotros. Vino por cuestiones de trabajo. Según él, aquí el mundo de la moda está más valorado que en Polonia.
- ¿¡Eres de Polonia!? --dije sorprendida--
- Sí, nací allí y vivimos en Varsovia hasta que cumplí los 10. Mi madre es polaca y mi padre es de aquí, de Francia. Por eso, sé hablar perfectamente el francés. Mi padre siempre ha orientado mis estudios e idioma para que estuviese estudiando aquí. --su rostro se oscureció--. Mi madre nunca estuvo de acuerdo, decía que tenían que dejarme escoger a mí lo que quería ser, no lo que mi padre me dictara. Tenían diferentes puntos de vista, y al final hicieron un acuerdo: yo hablaría francés perfectamente y estudiaría lo que quisiera. ¡Y aquí estoy! --dijo recuperando la sonrisa, aunque era mucho más tímida y falsa que las de antes--.
Ahora me daba cuenta de que no era la única que sufría. Lo suyo era peor.
Sufría y fingía en silencio.
Le dediqué una sonrisa, mucho más amplia que las anteriores. Él no era feliz, sus padres discutían mucho, por lo que me decía y cómo lo decía.
- ¿Quieres saber algo más o empiezo con mi interrogatorio? --me dijo--.
- Solo una más, ¿qué vas a querer estudiar?
- Mmm... Aún no lo tengo claro, pero algo relacionado con la moda. Realmente es mi pasión. Me encanta. ¿Y tú?
- Yo quiero ser diseñadora. Siempre me ha encantado coser, hacer bocetos, pintar, hacer combinaciones de colores estrafalarias...
Estaba mirándome fijamente. Como sorprendido y si hubiese encontrado una inspiración...
Le hice un gesto para despertarlo de su mundo, chisqueando los dedos delante de sus ojos.
Se sobresaltó.
- ¡Has vuelto! --dije mientras sonreía--.
- ¡A interrogarte! --me dijo mientras me hacía cosquillas en la barriga--.
- ¡Adrien! ¡Para! --dije entre risas y más risas--.
- ¡Nunca! ¡MUAJAJAJA! --dijo mientras él también se reía--.
Por fin paró y me miró a los ojos con una sonrisa de oreja a oreja.
- Está bien, está bien. Pero ahora contéstame a las preguntas. ¡De eso no te vas a librar! O si no... --me dijo mientras me guiñaba un ojo y acercaba amenazante sus manos lentamente a mi estómago--.
- ¡No! ¡Más cosquillas no! --dije entre risas-- Te responderé a todo, ¿vale?
- Vale, pero si no me respondes inmediatamente, ¡te llevarás una ración de cosquillas!
Con él no era tímida. Era como si hablara sin miedo a lo que él pensará.
Como si supiera que él pensaría lo mismo.
- ¿Cuál es la raíz cúbica de 480? --me dijo mientras acercaba sus manos a mi barriga--.
- ¿Qué? ¡Eso es trampa! ¡No!
Él ya había empezado con las cosquillas.
- ¡Adri! ¡Para por favooooooor! --dije mientras no paraba de reírme--.
Paró, pero quedó encima de mí, mirándome a los ojos. A unos centímetros de mi cara.
A unos milímetros de mis labios.

El silencio no es la solución.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora