- Marinette, ¡levántate ya o llegarás tarde! --decía mi madre mientras me agitaba con energía las piernas-- ¡Ya son las 8.30! Vístete que el desayuno ya está preparado, cariño.
Las 8.30 y mi madre con toda la energía del mundo. Y yo, aquí, con cara de zombie sin poder mover ni un músculo.
-Ughhh.
Sí, eso es lo que digo normalmente cada mañana. Soy ese tipo de persona que hasta que no se ducha, no es nadie.
Me dirigí al baño y me di una ducha rápida, el agua salía congelada. No empezaba el día con buen pie, como de costumbre.
Me vestí, decantándome por una camiseta con la frase "Give Up, Bastard", unos vaqueros negros y unas zapatillas. Aún estamos en Septiembre, a comienzos de curso, así que no hace mucho frío. Agarré la taza de café portátil de mi madre, la rellené de un buen Colacao y bajé a la panadería de mi padre, donde me estaba esperando con un croissant recién hecho.
- Gracias, papá --le dije, y le di un beso en la mejilla antes de irme--.
- ¡Suerte en el primer día cariño! --le escuché decir mientras me alejaba, tomando mi desayuno de camino al colegio--.
Suerte. Pf, lo que necesitaba era un milagro. Todos los años es lo mismo, gente que se ríe de mí por mi estatura, por mi timidez, por mi vestimenta, y, sobre todo, por mis rasgos asiáticos. ¿Qué les importa a ellos cómo soy?
Siempre me hago esta pregunta. Qué les importará...
Llegué a la puerta del instituto y ya había acabado el desayuno. Lo guardé en la mochila, conecté mis cascos al móvil y me senté en las escaleras de entrada. Me encerré en mi habitual burbuja, la burbuja musical, donde estamos yo y la música. Estuve ahí encerrada, a salvo del resto, durante 5 minutos, hasta que tocó el timbre y subimos a nuestras clases.
Yo escogí la opción de letras, y casi todos mis compañeros no eran nuevos para mí. Excepto 3: una chica con gafas y pelo moreno con mechas rojas, una de melena morena larga y ojos verdes, y él. Un chico alto, rubio, de ojos verdes, con una sonrisa perfecta.
Como de costumbre, me senté en la última mesa de la clase, con la esperanza de que nadie se sentara a mi lado. Pero la profesora se dió cuenta de mi presencia y de inmediato me llamó:
- Hey, señorita, la del fondo, ¿cómo te llamas?
- Me llamo Marinette Dupain-Cheng señora.
- ¡Cheng chong ching chung! --dijo la mayoría de la clase mientras se estiraban los ojos con los dedos para parecer chinos--.
Y después de eso, carcajadas. La nueva de la melena no paraba de reírse. Ni me conoce y ya se ríe.
Qué denigrante.
- Ya está bien, niños. Pues Marinette, pasa a la primera fila y siéntate al lado de... ¿Cómo te llamas tú, perdona?
- Alya --dijo la de las gafas-- , Alya señora.
- Pues al lado de Alya, Marinette.
Cogí mi mochila y me dirigí a la primera fila. Por el camino, vi a varios niños haciendo otra vez la burla de los ojos de los chinos, y otros murmurando y cuchicheando, señalándome a mí o a mi ropa.
Alya parecía maja, una sonrisa amplia, ojos marrones, alta... Pero tampoco me hacía muchas ilusiones. Al final, todos acababan metiéndose conmigo.
- ¡Hola Marinette! Encantada --me dijo mientras me tendía la mano--.
Nadie en mi vida me había ofrecido su mano como saludo entre compañeros. Alya era... rara. Mola.
- Igualmente --le tendí la mía con timidez--.
La profe nos dejó la clase para conocer a los nuevos compañeros, así que pude conocer mejor a Alya. Tiene varios hermanos pequeños y los suele cuidar a menudo, se han mudado hace poco aquí porque su padre cambia mucho de ciudad debido a su trabajo y no conoce nada de nada las calles de París. Es tan distinta a mí, no es tímida. Se te abre fácilmente y no deja de sonreír. Es un cielo. Estuve hablando casi 2 horas solamente con ella, pero en un momento se me acercó el nuevo. Él.
- Hola, tú eres Marinette, ¿no? --me dijo, acompañado con una sonrisa amplia--.
- S-Sí, ¿y tú? --le dije con una sonrisa mucho más cerrada y tímida que la suya--.
- Adrien. ¡Encantado! ¿Eres de por aquí?
- Sí. Vivo aquí desde que era pequeña.
- ¡Guay! Entonces podrías enseñarme la ciudad --dijo mientras su sonrisa seguía creciendo y creciendo--.
- ¡Y a mí también, vayamos los 3 hoy por la tarde! --dijo Alya mientras ponía su brazo rodeando mi hombro--
- Cl-Claro --dije yo tímidamente--.
- En la puerta del insti a las 4.30, ¿os parece bien chicas? --dijo Adrien, sin borrar la sonrisa de su cara--.
- ¡Sí!
- Sí...
Tocó el timbre. Salí con Alya hasta la puerta de entrada al instituto y ya a la salida se giraron varias personas diciendo palabras sin sentido, imitando al chino.
- No les hagas caso, Marinette. Aún tienen que madurar. -- me dijo, colocando sus manos en mis hombros y mirándome a los ojos--. Ni caso, ¿eh?
Wow. Me da la impresión de que Alya sabe por lo que estoy pasando, por experiencia propia.
- S-Sí... --le dije, mirando al suelo--.
- Venga, ¡sonríe! Nos vemos por la tarde, ¡sé puntual y no nos dejes tirados! ¡Hasta ahora! --gritó mientras se iba corriendo y me lanzaba un beso por el aire--.
Alya es tan... rara. Me encanta.
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El silencio no es la solución.
FanfictionMarinette, una adolescente de 15 años, vive en París y lleva una doble vida: estudiante por el día, superheroína por la noche, se hace llamar Ladybug. Ella no es feliz en el colegio, se meten con ella por ser asiática y sólo tiene dos hombros sobre...