Capítulo 4 - La cena

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Se separó rápidamente al escuchar la llamada de su padre . Ambos estábamos sonrojados.
- ¿S-Sí?
...
- Ah, sí, está conmigo, ¿por?
...
- Vale, ahora se lo digo.
...
- Vale padre. Disfrutad de la noche y hasta mañana.
Colgó. Trataba muy formalmente a su padre.
- Te quedas a dormir aquí... --me dijo mientras se sonrojaba aún más--.
- ¿M-Mis padres lo saben?
- Sí. Llamaron a casa y a tu móvil, y como no respondías, se lo comentaron a mis padres, y como yo dije que iba a salir contigo por la tarde, mi madre se acordó de tu nombre y ahí que me llamarán y que te quedes a dormir aquí, porque nuestros padres llegan mañana por la mañana, sobre las 12.
Toda una noche con él. Ni me lo creo.
- Oh, vale, perfecto...
- Deberíamos irnos, son y 25, o llegaremos tarde --dijo mientras me tendía la mano para ayudarme a levantarme--.
Salimos de casa y esta vez íbamos totalmente en silencio y ni me pasaba el brazo por el hombro.
Pero saqué valor y le pasé mi brazo por su cintura.
Sorprendido, me miró.
- ¿Y tienes idea de dónde vamos a comer, Adri?
Y le dediqué una sonrisa. La más amplia de todas. La más luminosa.
Se relajó y paso su brazo por mi hombro.
- Ni idea, pero contigo aquí, fijo que será genial.
Fuimos caminando, sin soltarnos.
Hasta que vimos a los demás y nos separamos suavemente.
- ¡Hola chicos! Llegáis un poco tarde, eh --dijo Nino--.
- ¡Mari! --dijo Alya mientras se abalanzaba sobre mí dándome un largo abrazo--.
Pude ver de reojo a Adrien.
Estaba sonriéndome.
- ¿A dónde queréis ir? --dijo Alya--.
- Podemos ir al McDonald's --dijo Nino--.
- ¡Eso no! Hoy es una ocasión especial, ¡es la fundación de nuestra amistad! Vamos a un sitio elegante, venga. --dijo Alya--.
De verdad, esta chica no tiene remedio. Ayyyy, Alya...
- Sólo llevo 10€ Alya... No creo que pueda permitirme un restaurante de lujo... --dije--
- Tranquila, --dijo mientras apoyaba su mano en mi hombro-- , yo te invito. Y me guiñó un ojo. Le mostré una gran sonrisa y un gracias como muestra de agradecimiento.
- ¡Bien! Pues vamos, ¡venga! --salió con unas ganas que daban miedo, saltando y corriendo de alegría--.
Esta Alya... Qué sorprendente es.
Fuimos a uno de los restaurantes más bonitos y lujosos de la ciudad. La cuenta no iba a ser barata...
- Este sitio es... impresionante. --dijo Nino--.
- Sí... --dije, sorprendida--.
Lámparas de cristal y diamantes auténticos colgando del techo, música clásica en directo, una luz tenue, gente adulta y señores mayores trajeados y maquillados como si fuera la gala de los Oscars. Y nosotros, unos niñatos, con ropa de calle y los ojos como platos.
- Marinette, tengo que hablar un momento contigo... --me dijo Adrien--.
- Claro.
- Mari, al fondo, a la derecha, esa mesa al lado del cristal que deja ver la ciudad, ahí están nuestros padres...
- Oh dios... Si se enteran que estamos cenando aquí... Con lo caro que tiene que ser todo...
- Además, no te lo dije, pero me dijeron que cenaramos en casa o que cogiésemos comida...
- ¿Y qué hacemos ahora?
- Pon una excusa, Mari. Hay que salir de aquí antes de que el camarero se nos acerque.
El camarero se acercaba, dispuesto a sentarnos en una mesa y cobrarnos un pastizal por una pequeña ración de ensalada, que estaría galardonada como "la especialidad del chef" o "el plato favorito de la carta".
- Chicos, nos acabamos de acordar de que nos hemos dejado el dinero en casa, y este sitio es tan caro que estaría muy mal dejaros pagarlo todo... --dije yo, nerviosa porque al camarero le faltaba ya poco por venir--.
- También es muy malo dejarnos tirados... Tranquilos, ¡lo pagaremos entre los dos y luego nos lo devolveréis! --dijo Alya--.
A veces odio que sea tan servicial.
- No tenemos tiempo para esto. De antemano, lo siento chicos --dijo Adrien, mientras me agarraba del brazo y me guió de nuevo a su casa--.
Tenía una fuerza colosal. Yo, tan bajita y tímida. Y él, tan alto y sociable aunque a la vez cortante.
- Uff... Menos mal que nos sacaste de ahí, Adri.
- Debería haber hablado yo y dejarles claro que eres ... digo mi invitada, claro.
Decidimos hacer nosotros de comer. Nos hicimos unos perritos, cogimos unas palomitas y unas galletas. Todo eso a su lado, trabajando en equipo.
Era perfecto. Inolvidable.
- Vete sentándote en el sofá, ya me convenciste en que me ayudarías a preparar la cena, pero por lo menos déjame como buen huésped servirte la comida --dijo mientras me sonreía--.
- Vale, pero solo esta vez, eh.
Me senté en el sofá. Desde ahí pude verle mejor y de diferente manera.
Era muy alto y ancho, pero su peso estaba perfectamente. Con el mandil puesto, terminando de freír las salchicas.
Me fijé en sus movimientos. Era hábil, sabía lo que hacía y cómo lo hacía. Tenía pinta de que ya había cocinado otras veces.
Sacó las salchicas de la sartén y las metió en el pan. Añadió unas lonchas de queso y ketchup.
- Señorita, vaya haciendo sitio, que el chef quiere disfrutar de la comida a su lado --dijo mientras se acercaba con la bandeja--.
Y yo ahí, mirándole con cara de tonta desde el sofá.
Me tumbé en el sofá, para no dejarle sitio y molestar un poco.
- ¡Con que esas tenemos eh! --dejó la bandeja encima de la mesa y se abalanzó sobre mí, sin parar de hacerme cosquillas--.
- ¡Noooooooo! ¡Para paraaaaa! --dije, sin poder parar de reírme--.
- Vale, pero primero hazme sitio y admite que estoy muy sexy con este delantal.
Lo estaba.
El delantal ponía "Kiss the Chef".
- Mmmm... --dije mientras me hacía la pensativa y cómo si "No" fuera la respuesta--
- Sabes que sí, Mari. --dijo mientras me guiñaba un ojo y me dedicaba una sonrisa verdadera, llena de complicidad y muy amplia--.
- Mmmmmmm... --dije exagerando aún más, mientras le hacía un sitio--.
- ¡Lo tomaré como un sí! --dijo mientras se acomodaba y cogía la comida--.
Cenamos y vimos la peli.
Al acabar él de cenar, me pasó la mano por el hombro y yo me apoyé en el mientras terminaba el perrito.
Cuando acabé, me preguntó:
- ¿Tienes sueño? Son las 11.30 y la peli aún da para rato.
- Un poco, pero si quieres seguir viéndola no pasa nada. Puedo dormir en cualquier parte --le dije mientras le miraba a los ojos y le sonreía dulcemente--.
- Nah, la peli puede esperar. Tú eres lo primero. Ven, vamos a mi habitación.
- Antes déjame recoger esto. Tú trajiste la cena, yo recojo. Déjame hacerlo. Tú mientras puedes ir subiendo.
- Vale, pero solo porque arriba te esperará algo... --me guiñó el ojo y se rió mientras subía las escaleras--.
¿Algo? ¿Qué quería enseñarme? Me temblaban las manos de los nervios.
Limpié los platos y recogí todo como pude, pero estaba tan nerviosa que casi se me rompen.
Decidí que era momento de subir, y ver que me esperaba.

El silencio no es la solución.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora