28. SIGNS

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- ¿Puedo besarte?

Sonreí ante esa pregunta.

- Creí que nunca lo preguntarías.- dije y él sonrió.- Normalmente diría que no, pero... me apetece un rato de diversión.

Tras decir esto, Daryl se abalanzó sobre mí, besándome salvajemente, aunque no duró mucho, ya que unos golpes empezaron a sonar en la puerta. Nos separamos maldiciendo y miramos por la ventana: una gran horda de caminantes bloqueaban la salida y no podíamos huir.

- Mierda... Estamos jodidos.

- No, aún no. He traído un machete. Podría romper unas de las tablas del tejado y salir por allí.

- Vale, machetes locos, pero date prisa, no podré retenerlos durante mucho tiempo.

Me subí a una silla que había por la cabaña y empecé a romper las tablas de madera que parecían más endebles.

- Se están acumulando...- dijo Daryl antes de que la puerta se abriera y retrocediera rápidamente.

Disparó al primer caminante con su ballesta, después sacó el cuchillo y apuñaló a otros dos.- ¡Rápido!

Al fin pude quitar la última tabla que me permitía salir al tejado y subí rápidamente. Extendí mi mano hacia Daryl, quien corrió y la alcanzó. Tiré de él con toda mi fuerza y conseguí subirlo lo suficiente como para que se agarrara y consiguiese subir él solo.

- ¿Y ahora qué, genio?- preguntó jadeando mientras observaba el panorama en el que nos encontrábamos.

- Tranquilo, tengo un plan.- dije sacando la navaja de la funda y rompiendo un trozo de mi manga. Seguidamente, la volví a guardar y saqué mi mechero.- ¿Te lo vas imaginando, no?

- Pirómana...- comentó mientras alcanzaba una cantimplora de su mochila.

- ¿Agua?

- Más quisieras.... Dijo antes de beber un sorbo.- Ron.

Vaciamos la botella por todo el suelo de la planta inferior, encendimos el trozo de ropa con el mechero y lo arrojamos contra el alcohol.

- ¡Salta, corre!- dijo Daryl. Hice lo que me pidió y, una vez fuera, esperé a que Daryl lo hiciera. Este me tiró la ballesta e, ingenua de mí, intenté cogerla con una sola mano, pero, con el peso de esta y la fuerza con la que caía, no pude cogerla y caí al suelo con ella, con tan mala suerte que me clavé una de las flechas en el brazo derecho. Grité de dolor y lágrimas brotaron de mis ojos. Varios caminantes se percataron de nuestra presencia y se dirigieron hacia mí.

- ¡Joyce!- gritó saltando e incorporándome.- Intenta caminar lo más rápido que puedas.

Daryl cogió su ballesta y, pasando mi brazo izquierdo sobre sus hombros, se hizo paso entre algunos caminantes y se adentró al bosque, donde, después de unos diez minutos aproximadamente, me apoyó sobre unas rocas. Él, jadeante, se arrodilló frente a mí e inspeccionó la herida. Mucha sangre brotaba de mi brazo y me estaba empezando a marear.

- Voy a quitarte la flecha. Dolerá bastante, no te voy a mentir. Intenta no gritar mucho. Contaré hasta tres y te la quitaré, ¿vale?

Yo asentí, aún con lágrimas en los ojos.

- Una... ¡Y dos!- Daryl sacó la flecha del brazo de un tirón y yo intenté no gritar. Milagrosamente lo conseguí.

En ese preciso instante, empecé a sentir un malestar muy notable. Mi cuerpo empezó a temblar, un sudor frío inundó toda mi piel y empecé a perder todos los sentidos.

- Cami... Caminantes...- logré decir antes de caer inconsciente.

Desperté recostada en una especie de camilla. Observé mis alrededores. Tenía el brazo vendado y conectado a una bolsa de suero a través de una vía. Estaba en lo que parecía una habitación de una caseta abandonada, cosa que me extrañó. Me intenté incorporar, pero no tenía la fuerza necesaria para hacerlo, así que esperé a que alguien entrara. Mientras lo hacía, intenté recordar qué me pasó para que estuviese aquí tumbada, pero no conseguí mi propósito, ya que la puerta se abrió y Daryl apareció tras esta.

- ¿Daryl? ¿Dónde...?- empecé a decir antes de que este me interrumpiera.

- ¡Joyce!

Daryl vino corriendo hacia mí y me abrazó tan fuerte que casi me quedo sin aliento.

- Daryl, no puedo respirar...

- Lo siento, lo siento.- dijo soltándome. Yo le sonreí.

- Me alegro de que estés bien.- dije mientras le cogía la mano.

- Eso tendría que decirlo yo, tonta.

- ¿Cuánto tiempo llevamos aquí fuera?

- Unos tres días, aproximadamente. Estaba muy preocupado por ti. Si no fuera por Enid...

- ¿Enid? ¿Quién es Enid?- pregunté, interrumpiéndole. Él sonrió.

- Pronto lo sabrás. Por ahora centrémonos en lo más importante: ¿te encuentras bien?- preguntó preocupado.

- Sí... Solo quiero levantarme y salir de donde quiera que estemos.

- Vamos, te sacaré de aquí.- Daryl me ayudó a levantarme y me quitó la vía. Pasó mi brazo vendado por encima de su cuello y el suyo por mi cintura. Abrió la puerta y detrás de esta apareció una niña que parecía tener la edad de Carl.

- ¿Ya está despierta?- preguntó la chica.

- No, Enid. Solo camina con los ojos abiertos mientras duerme.

- Cállate, Daryl. Me alegro de que estés bien. Ya os podéis ir de vuelta con vuestro grupo. He dejado algo de comida y provisiones junto a vuestras mochilas. Que os vaya bien.- dijo Enid.

- Hey, espera. Lo he pensado mejor y... creo que deberíamos probar de ir a Alexandria... Tu grupo nos necesita y Joyce no está en muy buen estado...

- Bien. Id a por vuestro grupo y venid hasta aquí. Una vez hayáis llegado, buscad un pañuelo rojo en un árbol. A partir de ahí, seguid las señales.

- ¿Señales? ¿Qué señales?- pregunté.

- Ya lo veréis. Buena suerte, compañeros. Nos vemos pronto.- dijo antes de salir corriendo por el bosque. Enid era pequeña, pero era una superviviente. De eso no tenía duda alguna.

The End {Daryl Dixon}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora