Capítulo 8

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Cuando descendió del tren, el Principito vio que todas las casas eran iguales, salvo por el color. Las había de color rosa suave, amarillo suave, celeste suave, naranja suave y verde suave. Todas eran casas perfectas una a al lado de la otra, separadas por cercos perfectamente alineados, tanto al frente como a los costados. El pasto estaba precisamente cortado. Los jardines eran todos iguales y simétricos, estaban plenos de flores y pequeños estanques prolijamente decorados. Al instante, de cada una de las casas, salieron mujeres muy bien arregladas, con lentes de sol, vestido floreado, de verano, y llevando una reposera y una revista. Todas a un mismo tiempo, se sentaron, desplegaron las reposeras y se dispusieron a leer sus revistas sobre la ropa que se usaba.
El Principito comenzó a caminar por aquel particular vecindario. Una a una las mujeres bajaban sus lentes de sol y lo miraban por encima. Volvieron a sus revistas y cuando menos se lo esperaba, todas salieron corriendo en dirección a él dando gritos de euforia.
El Principito se asustó mucho y cuando quiso correr hacia alguna parte ya se vio rodeado por todas aquellas mujeres. Entusiasmadas con su presencia comenzaron a abrumarlo con preguntas.
¿Eres soltero? -preguntó impaciente la primera.
¿Qué? -contestó el Principito.
¿Alguna vez te has casado? -
No sé lo que es eso...-
¿Tienes alguna novia? -
No sé qué significa...-
¿Quieres venir a cenar a mi casa? -
Puede ser...-
¡No! ¡Ven a cenar a la mía! -dijo una tomándolo del brazo.
¡Ven a la mía! -dijo otra mujer tomándolo del otro brazo.
¡Va a venir a la mía! -dijo otra abrazándolo por la espalda.
¡Se va a quedar en la mía!-dijo otra que se abrió paso entre todas.
¡Basta! -gritó una a la que todas le abrieron paso y de inmediato las demás lo soltaron. -Dejemos que sea él quien decida...dinos por favor cuál de todas nosotras te parece más hermosa y a la casa de quién irías a cenar...-
El Principito se tomó un instante y las miró a todas.
Creo que podría ir a la casa de todas. Todas me parecen buenas personas-dicho esto se escuchó un suspiro general de aquellas mujeres.
Todas me parecen muy amables y muy hermosas, y sus casas se ven muy bien arregladas y cuidadas con mucho amor. Yo podría ser amigo de cualquiera de ustedes. -
¿Amigo? -dijeron todas al mismo tiempo con asombro.
En ese momento todas comenzaron a hablar una por encima de la otra y se generó un gran revuelo donde ninguna entendía lo que la otra decía. La que había aparecido entre todas las demás las hizo callar y se apresuró a hablar con él.
Debes elegir a una de nosotras para casarte, formar pareja y tener hijos. Es importante para nosotras que elijas a alguna para comenzar con los preparativos de la boda y los festejos. -
El Principito no comprendía lo que las mujeres esperaban de él. Nunca nadie le había hablado de todo aquello y no sabía qué debía responder.
¿Puedes explicarme qué es casarse? -
¿No sabes lo que es casarse? -dijo sorprendida la mujer.
No, no lo sé...-
Pero estás vestido como un príncipe. Los príncipes se casan, tienen hijos y viven felices para siempre con sus esposas. Todas nosotras soñamos con casarnos con un príncipe y tú eres lo que todas hemos buscado siempre.
¿Los amigos se casan? -
Pueden casarse pero primero deben ser novios-
¿Y qué es ser novios? -
Es cuando un hombre y una mujer se enamoran, se aman y desean estar juntos para siempre. -
Yo ya amo a alguien, ¿quiere decir que somos novios? -dicho esto se escuchó una gran expresión de asombro de todas las mujeres.
¿Tú ya amas a alguien? ¿Quién es ese alguien? -
Una rosa...-respondió el Principito y todas las mujeres suspiraron de admiración.
¿Amas a una rosa? -le preguntó la mujer que hablaba por todas.
Sí, amo a la rosa que hay en mi planeta, aunque ha sido muy pretenciosa conmigo y me ha costado entender sus demandas, la amo. -
Al escuchar esto, todas las mujeres volvieron a suspirar por lo que había dicho el Principito. De inmediato les volvió a preguntar.
¿Debo casarme con ella? -
Deberías casarte con una mujer, una rosa no dura mucho tiempo, en cambio una mujer puede estar contigo toda la vida. Por eso esperamos que elijas a una de nosotras para casarte. -
Pero para mí son todas iguales porque no las amo. Primero debería domesticarlas...-
¿Domesticarnos? -dijeron todas las mujeres horrorizadas.
A todas no...a una sola de ustedes...-
Al escuchar esto las mujeres se indignaron y comenzaron a protestar y a hablar todas al mismo tiempo, volviendo a crear una confusión donde ninguna escuchaba a la otra. Como antes, la que hablaba por todas las hizo callar nuevamente e inquirió al Principito.
¿Pero qué modales son esos? A las mujeres no se las domestica, a las mujeres se las ama o no se las ama, ¿de dónde has sacado esa costumbre? -
No es una costumbre, me lo enseñó mi amigo el zorro. Domesticar significa "crear vínculos", cuando uno crea vínculos con alguien, ese alguien deja de ser igual a los demás y empieza a ser único para uno, y uno se vuelve único para ese alguien también. Eso significa domesticar. No es algo malo. -
A las mujeres les sonaba raro lo de domesticar pero comenzaron a hablar entre ellas y poco a poco fueron comprendiendo lo que el Principito les quería decir. Una vez más se callaron cuando habló la que las representaba.
Pues bien, entonces elige a una de nosotras para domesticar y casarte con ella. -
¿Por qué es tan importante casarse?-
Para tener un hombre al lado, prepararle el desayuno cuando se vaya a trabajar, hacer las cosas del hogar durante la mañana, esperarlo con el almuerzo al mediodía, lavar y planchar su ropa durante la tarde, y por la noche esperarlo con la cena lista, cenar y acostarse a dormir para empezar un nuevo día. Luego, cuando lleguen los hijos hacer lo mismo pero para ellos. Por eso es importante casarse. -
El Principito pensó por un instante. Lo que la mujer decía se parecía bastante a los cuidados que él le dispensaba a su rosa. Recordó las mañanas cuando la regaba, deshollinaba los volcanes, arrancaba la mala hierba y luego, al atardecer, se sentaba a ver las puestas de sol. Un sentimiento de melancolía lo invadió en ese momento y decidió que ya era hora de volver a su planeta.
Debo irme. -dijo y se oyó una exclamación de asombro de todas las mujeres.
Debo volver a mi planeta y cuidar de mi rosa como todas ustedes cuidarán del hombre que esté a su lado. Amo a mi rosa y debo estar con ella, porque las rosas son efímeras, alguien me dijo una vez, no son como las montañas o los océanos, que son cosas eternas. Mi rosa no va a estar para siempre, por eso debo aprovechar cada instante que pueda para estar a su lado y disfrutar de su compañía. -
En este punto y después de escuchar sus palabras, las mujeres estaban muy conmovidas, con lágrimas en sus ojos por la emoción que les causaban aquellas palabras.
Adiós. -dijo el Principito con melancolía.
Adiós. -respondieron las mujeres.
El Principito fue a la estación de trenes, pero esta vez no deseaba ir a cualquier parte. Necesitaba imperiosamente volver a su planeta.

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