Capítulo 5

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El Principito descendió del tren e inmediatamente vio que todos los hombres allí vestían toga negra hasta los pies, peluca blanca con pequeños rizos, llevaban un martillo de madera en una mano y en la otra un maletín negro. Aquella era la ciudad de los Jueces. Todos caminaban en dirección a un inmenso edificio en el había una gran estatua de una mujer vestida de túnica, con los ojos vendados, sosteniendo una balanza.
Una vez dentro, vio que los Jueces apresuraban su paso hacia un gran recinto donde se encontraba todo listo para comenzar un juicio. El Principito apresuró el paso también, cuando estaba por entrar uno de los Jueces lo detuvo.
¿A dónde crees que vas, niño?-
¿Qué va a suceder ahí dentro?-
Va a comenzar el juicio contra uno de los mayores criminales de nuestro tiempo. No pueden ingresar niños a un lugar tan serio y respetable como este. -
Quisiera ver qué sucede para aprender-
¿Quieres ser juez cuando seas adulto?-
No lo creo, un viejo Rey una vez me ordenó condenar a muerte a una rata pero no pude- respondió el Principito y tuvo nuevamente esa extraña sensación que no le desagradaba.
Entonces estar aquí puede resultar muy peligroso para ti. -
No lo creo, ¿de qué se lo acusa?-
¡De haber cometido el peor y más aberrante crimen contra los hombres!-dijo el Juez con vehemencia.
¿Cuál es ese crimen?-
¡Ese crimen es imaginar!-
Al instante en que lo dijo todos los demás jueces se dieron vuelta horrorizados como si alguien hubiera dicho una descomunal palabrota.
Perdón...-se excusó el Juez completamente avergonzado.
¡Mira niño las cosas que me haces decir!¡Quédate en silencio que ya comienza el juicio-
Al recinto entró un Juez con una peluca blanca más larga que la de todos los demás jueces. Tan larga que casi le tocaba los talones. Su martillo era mucho más grande y su maletín también. El Juez subió al estrado y todos los jueces se pusieron de pie. El Juez se sentó en el estrado y todos los demás también se sentaron. De inmediato, por una puerta del costado trajeron al acusado y lo sentaron justo al lado de donde estaba el estrado. El Juez golpeó con su martillo tres veces. Sacó de su maletín unos papeles y comenzó a leer.
Al imputado se lo acusa de lo siguiente. Primero: hacer uso de su libre albedrío y, contrario a lo que está permitido, poner en ejercicio su imaginación. Segundo: luego de dar curso a su imaginación, haber llevado adelante las tareas a las que su imaginación lo condujera y plasmara en "creaciones", según lo afirmado por él, el fruto de esta imaginación. Tercero: incitado por esta imaginación, haber escrito "poemas", según sus propias palabras, y haberlos recitado a viva voz en la plaza pública. Cuarto: motivado por esta imaginación, haber plasmado en papel dibujos y pinturas, según lo expresado por él, y haberlas exhibido públicamente. Quinto: impulsado por esta imaginación, haber compuesto melodías musicales para ser ejecutadas públicamente por un instrumento llamado "flauta". Por todo lo expuesto se condena al acusado a la pena de reclusión perpetua, sin beneficio de hacer uso de su imaginación ni plasmarla por ningún medio conocido o desconocido de aquí al futuro. ¿Abogado defensor? -
Todos los jueces presentes miraron en distintas direcciones para ver si se presentaba el abogado defensor, pero no se hizo presente. El Juez esperó un instante mirando también a todas partes y habló.
El veredicto es absoluto e inapelable: se declara culpable al acusado. ¡Archívese! -dijo el Juez y golpeó tres veces con su martillo.
Los demás jueces se pusieron de pie y comentaban lo justo y adecuado que había sido aquel veredicto. Al acusado se lo llevaron por la puerta por la que había entrado, se lo veía abatido y sin esperanza. El Juez que se encontraba con el Principito también se puso de pie para retirarse.
¿Pero qué tiene de malo imaginar? -le preguntó el Principito.
¡Cómo que tiene de malo! ¡Es una gran pérdida de tiempo! ¡Cuando se es adulto el tiempo es lo más valioso y no se puede andar desperdiciando! ¿No te enseñaron eso tus padres, niño? -
¿Mis padres? ¿Qué es eso? -
¿No tienes padres, niño? -
Donde yo vivo no hay padres, solo hay una rosa, hierba y tres volcanes, dos activos y uno extinguido, pero nunca se sabe...-
¡Cómo que no hay padres! ¿Acaso te has escapado de ellos? -
No lo sé, nunca he visto padres en mi planeta, es muy pequeño-
¡De dónde sacas esos disparates, niño! -
No son ningunos disparates, yo vivo en un planeta muy pequeño con una rosa a la que amo pero como ella fue muy pretenciosa he tenido que salir a conocer para aprender a comprenderla-
¡Detente ahí niño! ¡Estas comenzando a imaginar y eso es un delito muy grave!
¡No estoy imaginando, es la verdad! ¡Vivo en un planeta, y me gusta ver las puestas de sol! -
¡No sigas con eso niño o deberé sentenciarte! -
¡Es la pura verdad! -contestó el Principito enojándose.
¡Atención todos! ¡Aquí hay otro criminal! -
Todos los jueces se dieron vuelta de inmediato. El Principito se asustó mucho y comenzó a correr para salir del edificio. Todos los jueces salieron detrás de él. Una vez en la calle, el Principito corrió hacia la estación de trenes con los jueces pisándole los talones. En la estación, un tren estaba justo arrancando, no había tiempo para saber a dónde iría. El Principito subió a uno de los últimos vagones y los jueces que lo venían siguiendo quedaron en el andén viéndose cada vez más pequeños.

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