5. Parque.

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Eran el techo y las paredes de mi habitación, estaba segura. Qué había pasado, no estaba segura. Sentí una pequeña puntada en la cabeza y al presionar me acordé del desafortunado evento pasado. La lluvia parecía haberse extinguido y me levanté con mucha fuerza de voluntad. Caminé hacia el comedor y observé en silencio. Los cuatro chicos estaban sentados frente al televisor, jugaban al pes y se enojaban cuando perdían la pelota. Me reí para mis adentros, por lo menos habían conseguido jugar al fútbol de alguna manera. Un equipo marcó un gol y lo grité con fuerza. Todos se dieron vuelta para mirarme. Todos corrieron hacia mi y me aplastaron con sus abrazos.

-Estoy bien, estoy bien, tranquilos, pequeño golpe, muy pequeño.- Trataba de tranquilizar mientras los sacaba de encima.

-Tan pequeño no fue, te desmayaste.- Dijo Caleb.

-¿Te sentís bien?.- Preguntó Noah con aires de preocupación.

-Perfecta.- Contesté a la pregunta como algo obvio y agregué.- ¿Ya pensaron que hacer hoy?

Negaron los cuatro con la cabeza.

-Que bueno que yo sí, preparense para salir.

En mi habitación me duché, me cambié y agarré una mochila para guardar algo de comida. En la cocina tomé pan y queso para comer cuando dé hambre y los llamé a todos. Al salir de las habitaciones Noah y Benjamín iban perfectos para la ocasión, cómodos y frescos. Me lleve una sorpresa cuando vi a Mike y Caleb vestidos con camisa, jeans elegantes y de sus mejores zapatillas.

-¿A dónde creen que vamos?- Pregunté inocente.

-¿Cardiograma?- Respondió Caleb intercambiando miradas con Mike.

-Les comento que son las cinco de la tarde.- Dije a la vez que miraba el reloj de mi celular.- Y que vamos al parque.

Entraron rápidamente a la habitación y se cambiaron en pocos minutos. Salimos del departamento y bajamos por el asensor.

-Si subimos al colectivo que pasa por la esquina llegamos en media hora al rosedal.

-¿Al rosedal?- Preguntó Benjamín.

-Es un parque con muchísimas rosas.- Respondió Noah mientras caminábamos hacia la parada.

-Pero Kim, a vos no te gustan las rosas.- Dijo Caleb mirándome.

Era cierto, nunca me habían gustado las rosas.

-Sí, pero creo que deberían ir.

Esperamos unos minutos en la esquina cuando el colectivo apareció, estiré el brazo y paro. Subí primero y los chicos en fila detrás. Pagué con la tarjeta los cinco boletos y me adentre en el transporte. No había asientos. Me quedé parada agarrando una baranda, los demás chicos se quedaron al lado mío. El sol parecía más grande cada vez que el día avanzaba y cada vez hacía más calor.

-Va a ser un lindo día.- Dije hacia los chicos.

-No lo dudo.- Contestó Caleb quien en un segundo se había puesto enfrente mío y me agarraba por la cintura.

Me reí.

-Te podrías caer, ¿sos consciente de eso?

-Si me agarro de vos nunca me caigo.- Me miró directo a los ojos.- Pero por las dudas me agarro de esta baranda.

Estiró el brazo hacia arriba y efectivamente se agarro. Tenía una perfecta visión de su mandíbula ancha y prominente. Cuando advirtió que lo estaba mirando se agachó, y me sostuvo la mirada. Nos quedamos mirándonos más tiempo del que hubiese pensado. Su rostro no había cambiado demasiado. Tenía un pequeño corte en el labio superior, como siempre lo había tenido. Sus ojos marrones no habían disminuido su profundidad y sus cejas en marcaban el cuadro a la perfección. Caleb era hermoso. Muy hermoso. Siempre lo había sido. Sabia llevar su personalidad en consonancia con su atractivo y eso lo volvía irresistible.

La Primera Dama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora