3. Aj, mi "novio"

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Me desperté por el fuerte golpe de una puerta, casi salté de mi cama, aunque mas bien fue que me deslice para acabar con mi culo contra el suelo.

Me levanté habiéndome dado un buen golpe y abrí lentamente la puerta de mi habitación. Ya debía ser casi medio día porque la ama de llaves, la cocinera y mi antigua cuidadora (ahora solo empleada del hogar), estaban saliendo de donde se había producido el golpe.

- Mi niña, metase a la habitación, por favor- Luciana  o como yo siempre la llamaba, Lucy, subía las escaleras hacia mí.

- ¿Porqué Lucy, que pasa ahí abajo?

- Nada mi niña, pero mejor no baje ahora, si quiere le subo el desayuno.

- No dejalo, ahora ya es tarde y no tengo hambre- llegó a mi lado y entró detrás mía al cuarto.

- Bueno, pues le preparé su comida favorita- su sonrisa como desde que la recuerdo, solo la mostraba para mí, ya que con mis padres era totalmente recta y respetuosa.

- Ay mi querida Lucy, ya no soy tu pequeñita, no tienes que mimarme cada vez que mis padres discuten.

- Lo sé, pero me gusta tener la ilusión que aun te puedo cuidar y proteger como antes- me tomó de las manos acariciandolas.

- Tu siempre me vas a cuidar y me da igual si tenía menos años, ahora tengo veinte y como si tengo cincuenta, siempre vas a ser como una madre.

- Si mi niña, pero su madre es la señora Celeste y siempre va a tenerla a ella antes.

- Nunca la he tenido antes que a ti porque simplemente nunca estuvo ni estará cuando la necesite.

Una de sus manos dejó la mía y subió hasta mi mejilla para acariciarla, iba a seguramente contradecirme, sabiendo que tenía razón, pero el sonido del timbre, hizo que rápidamente tuviera que salir para ir a atender la puerta.

Al poco tiempo oí como alguien subía las escaleras para dirigirse a mi habitación, pensando que era Lucy, sonreí y me acerqué a la puerta para seguir con nuestra charla, pero mi sonrisa se borró al instante de ver que era mi madre.

- Hola hija- pasó sin dirigirme la mirada.

- Hola madre, dime, ¿que se te ha perdido por aquí?- soné muy seca, pero era exactamente lo que quería.

- Pues al parecer mi hija, la ultima vez que la vi era pequeña, obediente y muy dulce, ¿no la habrás visto?- ja ja, pero que sarcástica me resultó.

- Pues no, no conozco a nadie así, y si lo hiciera, ya habría cambiado la forma de ser.

- No creo, una persona así, solo cambia por razones extrañas.

- Sí, y yo te podría dar unas cuantas- para decirlo me puse la mano en la boca y muy bajo, para que casi ni lo oyera.

- ¿Que has dicho Áriel? Explicamelo ahora mismo- se cruzó de brazos con su pose autoritaria de siempre.

- Si claro, te lo explico encantada, eso si antes me explicas tú que es lo que pasó abajo- solo para fastidiarla, intente copiar su pose lo mas parecida posible.

- Ya sabes, cosas entre tu padre y yo, pero no son de tu conveniencia, así que mejor dejalo- abrí los ojos incrédula- bueno a lo que venía, Scott está abajo buscandote.

Diciéndolo se le veía una sonrisa que yo sabía que ocultaba dos sensaciones, porque Scott y sus padres le caían muy bien y porque se alegraba de fastidiarme.

- Pues que bien, pero no creo tener que hablar nada con...Scott- mejor omitía la palabra con la que lo definiría.

- Hija, es tu novio y debes tratarlo como tal.

- No madre, te repito por enésima vez que no es mi novio y si tanto te gusta de pareja, se la suya.

- ¡Pero que descarada!, retira ahora mismo todo eso, admite que es tu novio te guste o no, y baja ahora mismo a recibirlo.

- Si claro- le di mi sonrisa mas falsa- pero...¿y si no quiero?

- Pues te quedarás sin salir a la noche a donde sea que vas siempre.

Uh, que golpe, bueno pero mejor no discutía diciendo que ya soy mayor de edad y eso porque acabaría teniendo que bajar y al mismo tiempo estar castigada.

- Bueno, como quieras madre, lo retiro todo y ya bajo- me disponía a pasar a su lado para salir.

- Espera señorita, eres muy lista pero aun te queda algo por decir, venga.

- Está bien, Scott es mi...- me miraba impaciente chasqueando los dedos- aj, mi novio.

Después de eso me miró satisfecha y con su sonrisa despiadada por como siempre, lograr lo que quiere. Bajé las escaleras y en la puerta se encontraba Lucy conversando sin mucho entusiasmo con Scott, el chico de pelo negro y ojos azules me miró al instante.

- Hola cariño- se acercó peligrosamente a mí, mientras lo advertía con la mirada.

- Cuidado, no quieras pasarte o ya sabes que habrá consecuencias.

- Vamos amor, solo quiero estar con mi preciosa novia...todo el tiempo posible- se estaba pasando y mucho.

En cuando estuvo enfrente mía me abrazó, hasta ahí se lo habría permitido, pero sus manos que en un principio estaban en mi espalda empezaron a bajar y acercó demasiado su cara y labios a los míos. Ups, pues ahora sí se había pasado, de un movimiento cogí su mano de mucho mas abajo de donde debería y se la puse en su espalda, sin que se pudiera mover. Lucy conociendo ya mis intenciones, abrió la puerta y empujándolo fuera lo solté.

- Adiós mi amor, yo también quiero pasar el máximo tiempo, pero sin ti- cerré la puerta casi en sus narices- , trabajo hecho.

- No señorita- mi madre estaba en su típica postura- se acabó, hoy no saldrás de casa.

Bufé pero sin añadir nada mas, caminé a mi habitación. No creáis que lo iba a dejar así, solo que tenía que idear mi plan y que ella no sospechara, como siempre, me escaparía.

 No creáis que lo iba a dejar así, solo que tenía que idear mi plan y que ella no sospechara, como siempre, me escaparía

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Scott Anderson, el novio por orden de los padres de Áriel, representado por Robbie Amell.

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