Capítulo IV - Piedras de colores

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Alan entró en la estancia todavía algo somnoliento, vestido con su túnica morada, jugueteando con un anillo.

-¿Has dormido bien, Maestro? -preguntó Jor, apartando un segundo la mirada del gran tomo que estaba leyendo.

-No demasiado bien, si te soy sincero... ¿Qué estás haciendo?

-Antes de marcharte a descansar dijiste que era necesario despertar el poder mágico del Derena. Con esa idea en mente, no pude dormir; en lugar de eso, traté de pensar cómo podríamos lograr algo así antes de que llegue a la torre para que sea más sencillo convencerle de que es necesario que se quede con nosotros. He pensado en varias cosas; pero todas eran o demasiado complejas o poco fiables... excepto una. Sin embargo, no creo que te agrade demasiado.

-Cuéntame.

Cuando Basil despertó, los demás todavía dormían. Aprovechó para sacar de su mochila una libreta, tinta y una pluma y relató sus sueños. En uno era un rey, y su pueblo le alababa. En otro, era un artista que iba de ciudad en ciudad tratando de ganarse el sustento. En otro estaba frente a la puerta, tarareando una canción, cuando de repente aparecieron dos sujetos en una especie de ventana en el aire. No llegó a recordar más y, viendo que los demás no despertaban, procedió a describir su viaje desde que cruzó la puerta. Mientras escribía, gracias al silencio y a la tranquilidad, pudo notar una leve brisa que se movía en dirección a una de las aberturas en la pared. Decidió que ese sería su próximo camino. Poco a poco, los demás fueron despertando. La primera en despertar fue Julia, quien fue directamente a despertar a Ihundar. La siguiente fue Polen y, finalmente, Shin se levantó de su letargo.

-Espero que hayáis dormido bien todos. Sé por dónde tenemos que ir -afirmó Basil cuando todos se reunieron-. A través de esa abertura -la señaló con la mano- se puede sentir una leve brisa. Creo que es el camino que tenemos que seguir.

-Bueno, es mejor que adentrarnos en la oscuridad sin más -asintió Ihundar-. ¿Alguna objeción?

Nadie se negó. Cada uno recogió sus cosas y procedieron a continuar su camino, con Basil en cabeza pese a los gruñidos de Ihundar. Anduvieron esta vez sin fijarse demasiado en las paredes, que eran lisas con cada vez menos imperfecciones. Llegaron a una sala pequeña con un agujero en el techo, inalcanzable, por el que entraba la luz del sol. Este pequeño detalle provocó que aumentaran la velocidad, deseando llegar cuanto antes al exterior; pero poco después se encontraron con que el único camino que tenían delante iba hacia abajo, una escalera que les parecía cada vez más eterna a medida que descendían. Al llegar al final, una enorme sala llena de pilares altísimos se abrió ante ellos. Desde donde estaban, a la izquierda había una pequeña elevación del suelo con una silla de piedra en medio, a la derecha había pilares hasta donde alcanzaba la luz que provenía de un agujero en el techo, el cual fácilmente estaba a más de cinco metros de altura, que iluminaba parte de la elevación y de la sala. Basil lo supo nada más entrar: estaban en la sala del trono de un castillo. Pero, ¿un castillo? ¿Han estado viviendo en las profundidades de un castillo? Un montón de preguntas comenzaron a venirle a la cabeza mientras se acercaban al trono. Era de piedra lisa, muchísimo más trabajado que todas y cada una de las paredes de las ruinas en las que se encontraban. En cada uno de los reposabrazos había dos huecos y en el respaldo había algo escrito con los mismos símbolos que los que se encontraban en el marco de la puerta que marcó el inicio de su viaje bajo otro hueco, más grande que los otros.

-¡Es una canción! ¡Estoy segura de que es una canción! -dijo Polen, tras comparar los símbolos con los que recordaba de la puerta.

-No estoy seguro... no creo que un rey permitiera que nadie escribiera la melodía de una canción en el respaldo de su trono. Aunque tampoco entiendo cómo un rey se sentaría en un trono de piedra, qué incómodo... -murmuró Basil, sin darse cuenta de que estaba pensando en voz baja.

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⏰ Última actualización: Oct 26, 2016 ⏰

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Basil Derena - FortalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora