Las perspectivas visuales eran abrumadoras. Por donde tocara la vista las escenas eran angustiosas, al menos para los humanos.Liz observó a los seres que les observaban desde la parte superior de la hendidura en donde se encontraban y no pudo evitar pensar en el coliseo romano.
Arriba la vida parecía ser animada y fluida. Miles de seres extraños, algunos de gran belleza, los demás cuanto menos perturbadores, pasaban presurosos, algunos cargando grandes bultos, otros haciendo cosas blasfemas y bestiales. Pero el grupo de Orguins que los observaba era muy diferente de toda aquella fauna infernal. Dichos seres vestían ropas inmaculadamente blancas y limpias. Estaban adornados de fina joyería de piedras muy preciosas tanto que el diamante, en comparación, no era mas que algo tosco y carente de belleza.
Sus dos pequeños cuernos contrastaban bastante con los burdos, retorcidos y enormes cuernos de sus congéneres.
Parecían tener buenos modales y Liz sintió un poco de esperanzas pues al parecer estos seres poseían la capacidad de sentir compasión.Mirando en derredor suyo y controlando su temor, dominandose a si misma, empezó a darse cuenta que el infierno no era lo que pensaba que era. Era una o quizás varias ciudades como aquella, en donde incluso se podía tener una vida lo mas normal, que las anormales circunstancias permitieran.
Mas acto seguido comprendió su error mirando en perspectiva las enormes edificaciones. Y entendió llena de pesar que aquella ciudad no era para humanos, era una ciudad de demonios para demonios y los seres humanos o fuera lo que sea que ella fuera, nunca serian bienvenidos.Liz no sabia como medir el tiempo en aquel lugar, en donde todo parecía coexistir con una niebla oscura y un cielo atroz y deprimente siempre cargado de pesadas nubes de tonalidades oscuras, sobre sus cabezas.
Todos allí sufrían o gemían Liz no era la excepción. Todos tenían heridas mas o menos graves y sangraban y se retorcían de dolor. Algunos estaban tan desfigurados que Liz trataba de no mirarlos y aterrada comprendía que seria obligada a vivir una pesadilla por toda la eternidad.
— ey hola me llamo Neitan — Liz se volvió para ver quien le tocaba, era un mozo de unos quince años, pecoso y tímido, sus ojos reflejaban todo el miedo del universo y su voz era dulce y tierna al mismo tiempo.
— hola... — respondió Liz tras aclararse la garganta y sintió una punzada en el corazón al verlo limpiarse las mejillas con las mangas del suéter verde - oscuro que llevaba puesto, pues es justamente como solía hacerlo susan cuando lloraba.
— estas asustada? — la pregunta del chico le pareció estúpida pero respondió de buena gana hasta intentando sonreír.
— si un poco y tu?— Neitan se la quedó viendo y no pudo evitar llorar, pues la imagen de aquella sonrisa era como un poco de calor en medio de un páramo helado, una pequeña llama que daba claridad y calor al mismo tiempo. Una esperanza, pues no era común sonreír en el infierno.
— rayos como extraño mi cámara
— perdón has dicho cámara? — preguntó Liz un tanto impaciente. — para fotografiar el infierno?
— no para fotografiar tu sonrisa.
Respondió sin poder dejar de llorar — es lo mas bello que he visto, tras pasar una corta vida tomando fotos de miles de escenas, retazos de mi vida. — añadió y siguió hablando a pesar del llanto que le cambiaba la voz.Sabes una foto es detener el tiempo, cortarlo y robar un trozo de el. A mi me gustan los colores pero aquí no los hay, no los hay oh dios, todos son tonos grises.
Llegado a este punto el muchacho no pudo controlar su llanto y Liz terminó fundiéndose con el en un abrazo tierno y caluroso. Y ambos lloraron desmedidamente.

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Infernum
Horrormorir, caer al atroz vacío cruel. caer y nunca ser escuchado, gritar y nunca conocer la compasión.