~Juegos de proteccion~

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El nuevo hermano menor, se encontraba en el salón jugando con su hermano en naranja; cuales eran vigilados por el de rojo. Mientras el de morado, intentaba encontrar el por qué, no funcionaba la lámpara; y por el dojo, salían el Sensei y su hija.

Karai fue delicadamente colocada al lado de la tortuguita; estos se miraron curiosos, y el primero en actuar fue la de ojos miel. Cual colocó su manita en la cara de la tortuga, este no hizo nada, tan solo miro la mano, que estaba en su rostro; la pequeña humana río, y sorprendentemente el pequeño de ojos azules, se sonrojó.
-Leito estar rojo-, comentó la pequeña, mientras arrastraba su mano por la cara del otro bebé.
-¿Cómo puede reconocerlo y él no?-, pregunto el de rojo.
-Si notasteis antes, mi hijo, a Leonardo le costó recordarlos a vosotros; ya lo resto, Donatello será el mejor en explicar. Y espero una buena explicación de lo que pasó, para mañana por la mañana-, les comento el padre, mientras se iba a la salida de la guarida.
-¿A dónde va, Sensei?-, pregunto el de naranja.
-Voy a hacer un recado importante, espero que podáis cuidarlos mientras esté fuera, solo estaré hasta esta noche. No estaré mucho-, les explico el padre.
-No se preocupe Sensei, iremos bien-, le respondió él de rojo. El padre sonrío, y salió de la guarida; iba a recopilar, objetos importantes para cuidar a esos pequeños.
Mientras él se alejaba, los pequeños habían empezado a reír y jugar; y los hermanos creyeron que iba a ser una tarde tranquila.
Y más equivocados no podían estar.
Las horas fueron pasando, y los pequeños empezaron a tener hambre; el más pequeño fue el primero en avisarlo, en la manera en que llamaba más la atención: Llorando. Empezó a llorar, bastante alto, y en ese momento era el de naranja el que tenía la vigilancia y no sabía qué hacer para hacer que se tranquilizase; el primero en hartarse fue el genio, cuál salió del laboratorio, tapándose los oídos.
-¿¡Por qué llora?!-, pregunto, intentando elevar la voz suficiente para que se oyera.
-¡No lo sé! ¡No se lo que le pasa!-, le respondió.
Estuvieron un rato, intentando callarlo, pero no lo lograron; y para empeorar la situación, la pequeña humana se unió al llanto. Entonces el de rojo salió del lavabo, y al ver el caos rodó los ojos; se acercó a los dos pequeños, los cogió en sus brazos y les miro atentamente y supo lo que les pasaba.
-No so puedo dejar ni cinco minutos solos, solo tienen hambre-, les explico el de rojo.
-¿Y cómo lo sabes?-, pregunto el genio.
-Se están tapando la barriga con las manos, cuál está rugiendo; y si queréis que paren de llorar, yo iría preparando algo para que coman-, les advirtió.
<<¿No era Leo el experto en críos?>>, se preguntó el genio, mientras seguía, con su hermano pecoso, al de rojo a la cocina. Allí el de naranja, cogió la leche, pero el problema era ¿cómo se lo iban a dar? No tenían ni una sola idea, y los pequeños empezaban a alarmar demasiado jaleo, hasta creían que los de arriba iban a poder oírlos.
-Donnie, dime que tienes algo en tu laboratorio-, le suplico el de naranja, rápidamente el de morado corrió a su laboratorio y poniendo todo patas arriba, pudo encontrar un solo biberón. Corrió a la cocina, y se lo entregó al mayor, desde el accidente; este lo lleno de leche, y como hermano que era y el odio que tenía a la humana, se lo entregó primero al pequeño mutante. Este sonrío, y lo cogió con sus pequeñas manitas, empezó a beber, mientras la de ojos miel no paraba de llorar; y miraba con celos al de azul. A un instante, la humana, le quitó el biberón al de azul, y se lo empezó a terminar; el de azul, aunque ya había tomado suficiente para su gusto, le había hecho daño, y empezó a crear un puchero. Poco después empezó a llorar, y extendió sus brazos, al de rojo; cual al instante, le miro con odio a la humana, y cogió con cuidado a su, ahora, hermano más pequeño.
-No se porque no te dejamos en el tejado-, comentó con un gruñido, y abrazando con protección a su hermanito; ese comentario de alguna manera lo entendió la pequeña hija del Sensei, y le tiro el biberón antes de empezar a llorar. Antes que algo más pasara, el de naranja también cogió a la humana.
-Raph, no digas eso. Ella tiene tanta importancia, como Leo-, le corrigió el de naranja.
-Pues nunca a mis ojos-, le respondió, antes de salir de aquella sala.

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⏰ Última actualización: Dec 14, 2016 ⏰

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El accidente de amoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora