Prólogo.

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Septiembre, 24, 2011

Contemplaba el paisaje frente a nosotros. La lluvia había cesado, pero las nubes grises aún adornaban el cielo de la perfecta tarde que nos acompañaba. Las ultimas dos horas habíamos estado platicando dentro de una pequeña cabaña rústica que había alquilado, acerca de todo y a la misma vez de nada. Viendo la lluvia caer. Nos encontrábamos en un pequeño bosque. Un poco alejado de la ciudad. La vista desde aquí era perfecta. Antes había pensado que para hacer la proposición perfecta, deberíamos estar en el lugar perfecto. Esperaba que así fuera para ella. 

Volví la mirada de nuevo hacia mi chica. Ella era hermosa. Y Yo era un jodido bastardo con suerte. Su cabello rojizo concordaba perfectamente con su piel pálida y tersa, haciendo resaltar esos preciosos ojos marrones con destellos verdosos que me habían atrapado desde el primer momento en que la vi. Mi hermosa Lily.

Me di cuenta que ella había parado de hablar. Lo que fuera que me estuviese contando, no le había puesto atención. Estaba demasiado perdido contemplándola como para captar otras cosas. 

-Y bien, ¿vas a dejarme de mirar como un bobo y decirme finalmente porque venimos aquí, o debo esperar a que termines? - Preguntó divertida.

Di un largo suspiro. Había llegado la hora. Más le valía a Will que todo estuviese listo, si no yo mismo lo mataría por quedar como un imbécil frente a la que con un poco de suerte, sería la mujer de mi vida. 

-Bien, vamos. 

La ayude a pararse, y corrí para abrirle la puerta y salir de la cabaña, pero era demasiado tarde, ella ya lo había echo. 

Bufé divertido.

-¿Algún día me dejarás comportarme como un verdadero caballero?

Soltó una risita y lo deje pasar. Como siempre lo hacía con ella.

Entrelacé nuestras manos y salimos. La llevé por un pequeño sendero. Estaba resbaloso debido al lodo que se había formado, por lo cual la tomé por la cintura. Esperando que no se cayera y ambos termináramos como un par de elefantes después de un baño sucio. Ella no dijo nada. Solo sonrió mostrando su perfecta dentadura blanca. Me incliné y le di un corto beso separándome de ella. 

-Necesito que te pongas esto.- Le dije sacando una venda negra de mis vaqueros.

-¿Qué? no haré eso. No veré nada y entonces me caeré.

Rodé los ojos y me acerque para vendar estos. Era necesario si no quería que se arruinara todo lo que había preparado para ella. 

Pero fue más rápida que yo. Antes de que pudiese decir algo, ella ya estaba corriendo por el pasto húmedo aún siguiendo el camino.

-¡Atrapame!

Grito sin mirar atrás. Dios, ella era tan infantil... Pero no lo podía siquiera negar, era una de las infinitas cosas que hacían que la amara. 

No dudé en seguirla gritándole que parara. Ella jamás iba a tomar esas ordenes enserio si me reía como un loco mientras la seguía. Finalmente ella paró. Justo en el lugar a donde la quería llevar. Me quede a unos pasos de ella. Advirtiendo su reacción antes de poder decir algo. Ambos admirábamos el buen trabajo que había echo Will. Joder, le debía una grande por esto. Todo era justo como lo planee. 

Sobre las hojas caídas de los arboles aún verdes, se encontraban cientos de pétalos rojos. Formando la pregunta más importante de mi vida. ¿Te casarías conmigo? 

Después de pocos segundos que parecieron eternos para mi, ella finalmente dio la vuelta para verme. Sus ojos estaban húmedos y una gran sonrisa adornaba su rostro. Solo supuse una cosa: Ella había aceptado

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