Día uno.
Solo veo la misma escena repitiéndose una y otra vez.. Lily, mi hermosa Lily gritando, pidiendo por ayuda. Indefensa. Asustada. Sola...
Y entonces despierto y recuerdo todo. Veo a mi alrededor. Sentada al pié de la cama se encuentra Catherine. Esperaba que estuviese llorando desconsoladamente después de ver lo que paso con su hija, pero no lo hace. Solo esta ahí, mirando a la nada. Como si hubiera tiempo de esperar por algo.
-¿Donde está ella?- Pregunto sacándola de su trance.
-Ella ya no volverá, no más. El se la llevó. No volverá, jamás. Me quitó a mi hija.-Responde y vuelve a su trance.
-¿Quién se la ha llevado? ¿Quién es el?
Me levanto de la cama ignorando el ligero mareo que siento y me acerco hasta ella. Le tomo fuertemente por las muñecas y la obligo a mirarme.
-¿Quién?- Vuelvo a preguntar.
-Iván. Iván Abella.-Dice y ahora si, rompe en el más fuerte de los llantos.
Eso no me basta, ese jodido nombre no me sirve para nada si no se quien mierda es el. Quien puñeteros es Iván Abella.
-¿Quien es el? ¿Como sabes su nombre?
Ella niega con la cabeza y sigue llorando.
-¡RESPONDEME.!- Le grito consumido por la rabia.
-La última vez que lo vi, nosotros vivíamos en Lisboa, en Portugal. Me escapé de su casa y huí del país cuando me enteré que estaba embarazada. Y ahora me encontró. Vino por ella, se llevo a mi hija por mi culpa. El se está vengando. -Habla tan rápido que ni siquiera tengo tiempo de procesar lo que ella dice.
Estoy apunto de gritarle de nuevo, pero me doy cuenta que la alteraría más. Si queremos hacer esto rápido, lo tenemos que hacerlo bien. La tomo de la muñeca, la llevo a la cocina y hago que se siente en uno de los taburetes negros que se encuentran bajo la barra de desayuno de mi madre. Sus lágrimas no paran. Saco dos sobres de té de la alacena, y me acerco a preparar estos.
Se lo doy a Catherine, esperando que con eso se calme.
-Ten, toma esto.- Ordeno.
Su llanto se convierte en sollozos leves y toma unos cuantos sorbos de la taza antes de que le vuelva a preguntar.
-¿Quién es el?, ¿quién es Iván Abella?
Baja la mirada y se queda así por unos momentos. Suelta un largo suspiro y me mira de nuevo.
-El fue mi proxeneta antes de convertirme en una de sus tantas esposas. El es el padre de Lily.
Abro los ojos como canicas y me quedo en shock tratando de procesar la información. Lily me había contado que su padre había muerto dos meses antes de que naciera. La había sostenido entre mis brazos tantas veces, cuando ella lamentaba no haber podido siquiera conocerlo.
-Pero... El padre de ella está muerto, ella me lo dijo. Tu me lo dijiste.
Lágrimas silenciosas siguen deslizándose por su rostro aparentemente cansado.
-Le mentí. No quería que supiera que su verdadero padre era un monstruo. No quería atormentarla como me atormentó a mi tantas noches.
.¿Me contarías como pasó todo? es decir, como lo conociste. Tu sabes, esas cosas.
Baja su cabeza y habla:
-Tenía solo 16 años. Vivía en Madrid. Cursaba el cuarto grado de secundaria. No era una chica muy sociable, solo tenía un amigo, que para mi significaba el mundo entero. Un día fuimos a una fiesta y no supe de el más durante toda la noche, así que tuve que regresar caminando hasta mi casa. En el camino, me topé con un sujeto. El era lo que llamarían la perfección. Alto, rubio, musculoso pero con una pinta inocente, por lo que me extrañé que me notara. El se ofreció amablemente a acompañarme a mi casa, y le tomé la palabra. Tenía miedo de andar por la noche sola y algún vago me hiciera algo. Y eso fue justo lo que pasó. Cuando menos lo esperé, el me cubrió la boca y la nariz con un paño humedecido en alguna droga que me durmió. Ahí empezó mi pesadilla. Me transportaron hacía Veracruz, México. En donde me tuvieron por cuarenta días junto con otro grupo de 20, o 25 niñas aproximadamente de mi edad. Todo ese tiempo nos obligaron a aprender cosas repugnantes acerca de como complacer a los hombres, y al mismo tiempo a ejercitarnos para ser mejor mercancía. Habitábamos en el sótano de una gran casa. No había ventanas, ni algún lugar por donde pudiésemos escapar, excepto la puerta, la cual siempre estaba cerrada con candado y custodiada por dos sujetos armados. Después de esos cuarenta días de tortura, vino lo peor. A cada una nos distribuyeron en algún lugar del mundo y nos forzaron a prostituirnos. Mi sitio fue Lisboa. Tuve la mala suerte de obtener como proxeneta al mismo cabrón que me arruino la vida. Así pasaron dos años, todos los días sufriendo por lo mismo. Violaciones, golpes, abusos... Una noche, Iván me ordeno que no me vistiera para ir a trabajar, me dió un vestido corto hasta la rodilla blanco, y un velo de novia. Lo miré asqueada, preguntándole con la mirada que jodidos haría con eso. Me casé con el. Hasta ahora me sigo preguntando por qué yo. Consiguió una casa cerca del hotel donde pasaban todas aquellas horribles cosas, y me mudé ahí. Jamás me volví a prostituir. Pero el me violaba. Me dió la tarea de recibir y preparar los paquetes. Tu sabes, las inocentes chicas, las cuales destruirían su vida gracias a esos malditos. El desde un principio me había advertido que si me escapaba, le haría daño a mi familia. Yo no quería correr ese riesgo, así que idee un plan. De alguna manera conseguí comprar un teléfono celular sin que el se diese cuenta. Llamaba a mi mamá a escondidas y le contaba todo. Ella junto con mi padre, mis abuelos y mis hermanos se mudaron a Nashville, tratando de huir de las garras de la mafia. Días después me enteré que estaba embarazada. No tenía ni la más mínima intención de abortar al bebé, así que ese fue mi limite. Iván salió de viaje por unos días, pero dejó a otro proxeneta cuidando. Lo observe discretamente por unas horas, tratando de descubrir si portaba alguna arma en caso de que tuviese que usar la mía. Salió a vigilar a las demás al hotel, así que rápidamente lo hice. Saqué a las chicas nuevas del lugar y nos fuimos. Con algún dinero que tenía ahorrado, pagué pasajes de avión y huimos. Venimos aquí a Tennessee y tratamos de comenzar otra nueva vida. Jamás supe nada de ellas. Y me está malditamente matando saber que el tal vez hará lo mismo con mi hija. Con mi pequeña Lily.- Finalmente terminó de contar y soltó en un llanto desgarrador.
Yo también estaba paralizado. Lo que había pasado fue horrible. Y era más horrible pensar que mi pequeña pasaría por eso.
-Así que, ¿solo tienen cuarenta días antes de dividirlas.?
Asintió entre lágrimas.
Había oído todo. Comenzaba el juego, yo mismo me encargaría de destruir a todos esos cabrones. Terminara vivo o muerto.