De dónde proceden esas voces
Desde muy pequeña, siempre le contaba a mis padres que oía algunas voces extrañas. Tan frecuente era esto que acabe acostumbrándome y ya prácticamente formaba parte de mi vida y no era consciente de dichas voces.
En realidad nadie me creyó, pero un día, hablando con mi amiga María, le comenté lo que me sucedía cuando era pequeña, y que ahora tenía la sensación de que no pasaba pero no estaba segura.
Mi amiga se lo tomó a broma, porque realmente pensaba que eran cosas de niños y que no había que darle más importancia. No obstante, pocos días después, María me llamó asustada diciéndome que ella también había empezado a oír las voces.
Nos reunimos para intentar aclarar qué era lo que podía estar pasando, y lo cierto es que teníamos tanto miedo que decidimos contárselo a mi madre. Al decírselo, la cara de mi madre se puso blanca, y fue cuando nos confirmó que desde el primer momento en el que yo le transmití lo que me ocurría, ella también empezó a oír voces.
Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que todas las personas a las que le contaba lo de las voces, acababan oyéndolas ellos también, algo que empezó a preocuparme seriamente porque no sabía cuándo terminaría y qué efecto podría tener sobre las personas a las que quería, ya que mi padre falleció misteriosamente y entiendo que el también oiría las voces aunque lo desmentía.
La vieja cabaña abandonada
Mi hermana y yo teníamos 12 y 14 años respectivamente cuando mis padres decidieron cambiar de lugar de residencia y compraron una pequeña casa en una zona de bosque muy bonita donde pasaba un precioso lago con agua pura y limpia.
El caso es que nosotros no estamos de acuerdo porque teníamos que cambiar a todos nuestros amigos y nuestras costumbres, por lo que cuando llegamos, prácticamente todo el tiempo lo pasamos paseando por aquel lugar, hasta que un día encontramos una vieja cabaña abandonada, la cual decidimos que se convertiría en nuestro lugar para dirigirnos cuando estuviésemos tristes o necesitásemos hablar.
Durante varios meses íbamos regularmente a ella y la fuimos acomodando a nuestro gusto para poder tener ahí todos nuestros secretos.
El caso es que tiempo después empezamos a oír algunos ruidos que especialmente ocurrían por la noche, pero no le dimos excesiva importancia ya que imaginamos que se debía a lo vieja que era.
Un día, mi hermana se dirigió allí porque había discutido con mis padres por el tema de los amigos que había dejado atrás. Esto hizo que saliese de casa por la noche y mis padres me despertaron para preguntarme si yo sabía dónde podía haber ido. Les dije que no se preocupasen y que yo me encargaría de encontrarla y traerla de nuevo a casa, ya que sabía que estaría en nuestra cabaña.
Me dirigí hacia el lugar pero cuando llegué no tenía forma de encontrar nuestra cabaña. Parecía como si hubiese desaparecido, y yo lo achacaba a que me había perdido debido a la oscuridad. Pero por más que buscaba no había forma de encontrarla.
A partir de ahí nunca volví a ver la cabaña y mi hermana desapareció sin dejar ningún tipo de rastro.
