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Cuando la mañana llegó, Steve estaba bajo una de las palmeras, arropado con hojas secas. Observó a su alrededor, pero no había señal del tritón que le había salvado. Porque no podría haber sido un sueño, lo sabía. Su herida estaba sana, sus labios aún sentían el cálido toque de los labios del hermoso joven y la calidez de su pecho había estado con él hasta entrada la mañana. Seguramente alguien le había espantado... o debía regresar al que seguramente era un mundo bastante estricto.

Cuando pudo caminar sin problema, decidió volver al que era su mundo: uno quebrado, donde sus padres habían muerto, sus tierras habían sido invadidas, su castillo tomado y sus hombres seguramente diezmados. Odiaba ser el heredero frágil y poco corpulento. Si tan solo hubiera sido más alto, más fuerte. Pero lo que no tenía en físico, lo tenía en determinación y había decidido seguir intentando. Así muriera en la batalla. Volvería esa noche... volvería las noches que fuera necesario. Aunque claro, antes quizá pasaría por la playa. Quizá su salvador aún estuviera en la costa por las noches y podría agradecerle correctamente.

Armado esta vez con un chaleco de malla, como en las viejas leyendas de caballeros del medioevo, caminaba con dificultad cargando además una espada un poco oxidada. Era lo que se podía conseguir y no iba a desaprovecharlo. Se escondió en las rocas y suspiró, sentándose mientras observaba el mar. ¿Aparecería su hermoso tritón? parte de sí lo deseaba con todas sus fuerzas. Debía aceptar que nunca nadie le había impactado de esa manera... ¡nadie nunca le había besado! aunque bueno, técnicamente no había sido un beso... el tritón estaba tratando de mantenerlo con vida, pero aún así...

—No me digas que piensas ir por un segundo intento.

La seductora e inconfundible voz lo tomó por sorpresa. Miró hacia todos lados hasta que vio los castaños cabellos meciéndose al viento y el torso fuerte con tonalidades tornasol en los hombros, como pequeñas escamas de plata. Era realmente precioso.

—Apareciste — dijo sonriendo, metiéndose un poco en el agua.

—Vengo cada noche — contestó nadando más cerca, saliendo más hasta descubrir su larga y hermosa cola.

Steve observó embelesado el brillo plata de las escamas y la poderosa curvatura de su aleta. Se quedó quieto, preguntándose si era prudente estirar su mano y tocar. El joven tritón pareció leerle la mente, porque adelantó su cola, invitándole a hacerlo.

—Vaya — murmuró Steve pasando lentamente su mano por toda la longitud — hermosa...

Buchanan se mordió el labio inferior ante la sensación que recorrió todos sus sentidos. El joven humano no tenía forma de saber que aquella caricia era algo muy erótico para los tritones.

—Gracias — dijo apenas, tratando de ocultar el rubor en sus mejillas.

—¿Cuál es tu nombre? — Steve siguió tocando hasta llegar a la aleta.

—Buchanan — dijo alejándola de golpe — lo siento... es... sensible.

—Oh — las mejillas de Steve se encendieron — lo siento.

—Está bien.

—Buchanan — repitió Steve — me gusta, nunca lo había escuchado.

—Mis amigos me llaman Bucky — dijo acomodándose mejor en la arena, observando fijamente al rubio frente a él.

—Bucky — Steve entreabrió sus labios y se perdió en la intensa mirada del tritón. Podía sentir pequeñas chispas por toda su piel, efervescencia pura ante la cercanía del poderoso tritón, como si estuvieran destinados a permanecer juntos aunque vinieran de mundos opuestos. —Yo... quería agradecerte... por...

The Sea In Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora