VIII.

54 1 0
                                    

--Pueden guardar sus cosas--. El Sñr. Evans se dirigió a nosotros. Metí mi material en la mochila, antes de coger mi abrigo marrón claro de una percha cobriza que había en la pared, deslizarlo por mi cuerpo y colgarla en mis hombros. Salí del aula la primera, dejando la puerta abierta, después de que el Sñr. Evans de Economía y yo intercambiáramos un "hasta mañana", con una sonrisa. Caminaba despacio por el pasillo, mi respiración y los gritos de mis compañeros eran lo único que podía escuchar ahora mismo. Me llevaba bien con todos, eran bastante simpáticos, hasta graciosos, y añadiendo que les conocía hace mucho, entre casi todos se había formado un extraño vínculo de amistad, creo. Un toquecito en el costado me hizo despertar de mis pensamientos. Me giré y ahí estaba Dan, parado enfrente de mí con una expresión agradable.

--Hoy has estado muy distante, Grace. ¿Qué te ha pasado? Siempre salimos de allí juntos, pero hoy has pasado de largo. Normalmente, solemos esperarnos, además de que en la cafetería muchos te han saludado y ni te has dado cuenta, mientras te contaba mi plan de fin de semana parecía como si te fueras a caer rendida encima del plato. --los dos reímos--. Venga. Cuéntame.

--No es nada en realidad, Dan. Sólo estoy algo cansada y estresada. Tenemos muchos exámenes próximos, tareas y últimamente mis padres no están mucho en casa. Supongo que les extraño. --Dije, las mismas palabras de cada día se reproducían otra vez más. Siempre la misma pregunta, "¿estás bien?", y siempre la misma mentira, "no es nada". Él era un buen amigo, por una parte me decepcionaba no tener el valor suficiente para explicarle todo lo que estaba sintiendo, ya que él siempre me había contado todo, tanto bueno como malo que le sucedía, confiando en que yo no diría ni una palabra a nadie. Me defendió en innumerables ocasiones y siempre me ha brindado el apoyo que necesitaba. Él no era sólo un amigo, era un confidente, pero ahora yo tenía que mantener mi boca cerrada, mis sentimientos ocultos.

No me había dado cuenta de que habíamos llegado hasta donde estaban los demás, cuando ya estábamos en la salida. Se despidieron todos de mí, Jenn, Sarah, Julio, Mark, Pool, Steve, Lola y Sandra, Dan siendo el último, como acostumbraba.

--Bueno, te creeré--. Me susurró lo demasiado flojo, como para que sólo lo pudiéramos oír nosotros dos. --Espero verte mañana en la fiesta. Va a ser genial--. Sus labios se curvaron en una sonrisa. -- Rezo que para entonces estés mejor--. Yo asentí con la cabeza, mientras él se llevaba su reloj de pulsera a la altura de sus ojos. --¡Mierda! son las 15:30. Tendríamos que estar en casa hace casi una hora. ¡Ya verás cuando llegue a casa, dios mío! ¡Nos vemos, Grace! --. Y se alejó corriendo, la mochila botando sobre su espalda y un par de señoras gritándole cosas como "¡Podrías tener más cuidado!", "¡Niñato, mira por donde pasas!", y alguna que otra chica de mi edad, chillándole obviamente algo obsceno. Reí levemente y cogí el camino que llevaba hasta mi vecindario.

Hoy, el profesor, en nuestra última clase, se autoconvenció de que no habíamos entendido el punto que tocaba estudiar, nos obligó a quedarnos un rato más para repetir su explicación desde el principio y, cuando por fin concluyó con ella, nos habíamos demorado media hora. Al llegar a la puerta principal Nicole ya no estaba allí esperándome. Me parecía normal. Nunca nos había pasado nada así, tanto Nicole como yo nos asegurábamos de prestar atención en clase para salir justo cuando sonaba el timbre, de ser puntuales, entre otras cosas. Quizás era verdad que estábamos más distanciadas desde que nuestros caminos se separaron en segundo de secundaria, cuando ella empezó a compartir clase con el C y yo con el D. Había algunas asignaturas donde nuestras clases se juntaban, muy pocas, y Economía no era una de ellas, por eso que, ella no me vio donde siempre acordamos encontrarnos después de nuestras correspondientes clases cada día y se fue porque pensó que yo me había ido sin ella o algo así.

Yo normalmente era muy despistada, descuidada y un poco ingenua, pero esta vez había una razón por la que lo estaba siendo más de lo usual, tenía unas enormes pupilas verdes y unos rizos muy, muy peculiares. Por mucho que yo quisiera, él ahora no podría abrazarme como antes, sin que mi mente se llenara de recuerdos. Tampoco veríamos una película juntos, los domingos en el sofá bebiendo chocolate caliente mientras estoy en su regazo y me vuelca palomitas en la cara. No iríamos juntos a un viaje con nuestros amigos como yo había planeado en un pasado que ocurriría, ni saldríamos a una discoteca un sábado a coger una borrachera en la que yo estoy tan intoxicada que él me lleva en sus brazos hasta casa, como suele ocurrir en las novelas de amor... y todo, porque nosotros dos no éramos nada ahora, y me gustaría estar equivocada, pero nunca más lo seríamos. Era demasiado para recordar, aún así, el día en el que me prometí a mí misma que no volvería a derramar ni una lágrima más por él, donde mi único propósito era ser feliz sin Harry y mi meta, olvidar y ser indestructible, seguía permanente en mi cerebro, grabado a fuego, a pesar de que resultó ser en vano.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 08, 2014 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Who Keeps My Heart?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora