Capitulo 6

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Al final decidimos que me comprarían el tercer conjunto (el del crop top, que me queda di-vi-no) Konan lo pagó por mi, y yo le prometí compensárselo después, le agradecimos a Sasori por acompañarnos y en la salida nos separamos, al salir, nos dimos cuenta de lo tarde que era.

"Mi mama me matará". Solo si se entera. Y no lo hará.

-¿A dónde vamos?- pregunté yo, esperando que no fuese lo suficientemente tarde para que ella me tuviese que dejar solo. Ya sabia que debía de irse, pero la idea de ir a mi casa no me agradaba del todo.

-lo siento, ya es muy noche, y Yahiko y Nagato se preocuparan. Sabes que no les gusta que este tan noche fuera-. Konan, Yahiko, y Nagato viven en la misma casa desde siempre, al parecer, los padres de ellos murieron en guerra como civiles, y ellos lograron escapar; luego conocieron a Jiraya, un hombre que buscaba inspiración para escribir un libro o algo así me contó Konan, los cuido un buen tiempo a la vez que les enseñaba a defenderse hasta que llegaron a una edad en la que ya no lo necesitaban, así que el hombre decidió irse a otra ciudad, dejándoles algunos bienes.

-te acompaño.

Al llegar a su casa nos despedimos, y yo me dirigí a la mia. Al llegar, me metí por la ventana de mi habitación, y concilie el sueño pronto.

Me despertaron unos gritos y golpes en mi puerta.

-¿¡Estas ahí!? ¡Deidara! ¡Ya verás pequeño hijo de puta!- Claro que soy el hijo de una puta, de eso no cabe duda.

-¿Que pasa?- pregunte detrás de la puerta, sin abrirla, temiendo encontrármela del otro lado.

-¿¡Como!? ¿¡Acaso no te das cuenta de lo que hiciste!? ¡Llegaste demasiado tarde, no tienes permiso para eso!- la puerta tembló cuando ella la golpeó con fuerza. Yo retrocedí al instante.

Respondí con un corto "hablaremos cuando te tranquilices" y ella contestó con unas cuantas groserías y que, de haberles prestado atención, seguro rompían con mi autoestima.

Sip. Les presento a mi 'querida' madre.

Es como una versión femenina de mi pero mayor, con el cabello algo canoso y los ojos verdes oscuros, soy más alto que ella y, como no, más 'simpático'. Claro que la quiero, solo no aguanto su forma de ser cuando está bajo el efecto conocido como 'irresponsabilidad', por no decir otra cosa. Es muy tranquila y generosa si hay dinero, no hay cigarros, sustancia alcohólicas, u hombres. La amo, y se que quiere lo mejor para mí. Pero ambos odiamos muchas cosas del otro. Algo inevitable, considerando nuestras diferencias.

Me bañe con lentitud y, al ser sábado, decidí vestirme solo con un pants corto y una sudadera, sin la más mínima intención de salir ese día.

Salí de mi habitación para ir directo a la cocina decidido a prepararme un café caliente, mi debilidad. Mi mama se encontraba también el la cocina, sentada en el comedor, mientras le daba un sorbo a su café. Una de las pocas cosas que tenemos en común.

-Deidara...- me llamó mi madre.

Yo solo la observe en señal de atención, sin contestar. Ella prosiguió a la vez que escondía sus rostro entre sus manos.

-lamentó mucho como me comporté... sabes que te amo... no quiero perderte a ti también... Deidara yo-

-no te preocupes Ma. No importa- ella sabe del daño que me hace, y sé que también se odia a sí misma por eso. Alejo su rostro de sus manos, con los ojos vidriosos, mientras le daba otro sorbo a su café. Me acerqué a ella, y le sonreí lo más sinceramente que pude. Ella me abrazo de inmediato llorando, y escondió su rostro cerca de mi estómago, yo le regrese el abrazo y descanse mi cabeza sobre la suya. Le di un beso sobre la cabeza y cerré mis ojos. Mi madre pareció calmarse un poco después de eso.

"Nunca podría odiarte". Pensé, pero no me atreví a decírselo en voz alta.

Tal vez nunca lo haría.

Pero es cierto, ¿Cómo odiar a la mujer que me dio a luz y que es capaz de sacrificar su vida por la mía? No me importa realmente como sea. La amo. No podría odiarla por sus estupideces. Ella me ha perdonado a mi tantas. Y sigue ahí, conmigo. Recuerdo que cuando era niño solía jugar con explosivos sin estar consiente de su peligro. Incendie toda la habitación y me gané una gran quemadura en el brazo. Mi madre se enojo, pero su instinto maternal fue más que se preocupo por mi antes de lo material.

Nos quedamos un rato más así, sin decir nada. Unos minutos después mi madre aflojo su agarre y me libero. Volviendo a tomar de su café, sin querer mirarme a los ojos. Yo no dije nada, y seguí haciéndome mi café.

-¿ayer a donde fuiste?- me preguntó en tono amable y curioso.

-fui de compras con Konan y... otro amigo- no dije su nombre ya que ella no lo conocía.

-¿te compraste algo?- yo solo asentí, y ella me observó por más tiempo esperando que le dijera que compré. Yo negué sabiendo a que se refería. Estábamos bien. Y no quería que eso se desmoronará por cómo soy. Se que ella debería de aceptarme, pero si no es así no le veo sentido a presionarla a que me conozca a fondo por como soy.
Ella me observó con esa mirada que solo una madre te puede dar. La mirada que trata de descubrir secretos. Pero se lo impedí. Terminándome el resto del café de un trago sin importar el ardor en la garganta.

-estaré en mi habitación.

Y me fui.

No fue hasta que llegue a mi habitación que note como mis pulmones se llenaban de aire como si no hubieran respirado en años. Estaba nervioso. Sentía una presión en el pecho y estomago. Sentía mi garganta sofocada y el corazón en mi mano. Sentí mis mejillas humedecerse y mi vista nublarse.

Lloré.

Abstracto - SasoDei - YAOI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora